Ya es demasiado tarde
Si hay algo referente al polígono Santiago Payá que puede salir mal, no duden un instante que saldrá mal. Me la juego. La Ley de Murphy tiene en esta área industrial su ejemplo mas evidente. Allí no han dado una a derechas desde que se planteó el proyecto de construcción. Y los propietarios que tienen en esta recóndita área industrial sus negocios instalados deben de haber maldecido una y mil veces el día en que apostaron por ello. Con razón. Las empresas allí ubicadas dicen sentirse olvidadas. Podrían y querrían decir mucho mas. Seguro. Los que aquí hemos abierto los ojos al mundo nos vanagloriamos de lo capaces de hacer imposibles que somos. Protagonizamos una revolución industrial que catapultó la ciudad. Un día se nos ocurrió hacer aceitunas rellenas sin producir aquí la mayoría de sus materias primas. Y cada 22 de abril –más o menos– hacemos uno de esos milagros a lo bestia, pase lo que pase. Podría extenderme más, pero no hace falta. La lista de orgullos patrios es larguísima, más que una homilía de domingo, pero en ella no va a aparecer, ni de coña, el polígono Santiago Payá porque, como digo, tiene un espacio reservado en el ideario de la Ley de Murphy o si lo prefieren de cómo no se ha de resolver un problema. El polígono quiso ser un intento, fallido, de demostrar que somos capaces de hacer cosas imposible. Y se nos fue de las manos. Tanto que a alguien se le olvidó encargar el estudio de impacto ambiental que se elaboró una vez construido y que reveló que deberían consolidarse las laderas para evitar deslizamientos del terreno. Las laderas nunca se han consolidado y once años después de su inauguración el puente de acceso se hundió, se cerró y la entrada principal es, desde hace más de cuatro años, un estrecho vial con paso alternativo regulado por un semáforo. Penoso. El otro acceso es propio de Burkina Faso, con todos los respetos. La solución, los trámites, el presupuesto y el proyecto pueden estar ya listos. Pero a estas alturas ya llegan tarde. Demasiado tarde.