Y III- Monte Piedad y Caja de Ahorros de Alcoy
Preguntaba en la primera entrega qué ha pasado con las cajas de ahorros, pero ¿y nuestro Monte de Piedad? Fue –era- la decimosegunda caja de ahorros de España, fundada en 1875, la segunda de la región, anterior a la de Valencia.
Antes del asalto de políticos y sindicalistas a las cajas de ahorros, dejaron que se las rondara vertiendo la toxina de las fusiones, y, con más o menos pretensiones, con más o menos confianza, empezaron a fusionarse algunas cajas, con la esperanza de prosperar –dudosa–, creyendo que las fortalecería, que la unión evitaría rivalidades y aumentarían las ganancias, olvidando algo tan simple y esencial como que lo principal en toda empresa es la administración con una juiciosa y hábil dirección. Prueben comparando balances, patrimonio, activo, pasivo y volumen de negocio, y se sorprenderán de cuales son más rentables, rentabilidad no cantidad. Sin darse cuenta, las cajas perdieron su particular naturaleza jurídica y, traicionando sus principios, se constituyeron, las convirtieron, en instituciones al servicio de los políticos.
Agitando el recelo de la competencia argüían que se evitarían disputas, unidas cerrarían oficinas y reducirían gastos, a la vez que argumentaban –seriamente– que si un ayuntamiento, una entidad pública o una gran empresa de obras públicas, o semejante, solicitara de una caja un préstamo de una pila de millones, esa caja no podría concederlo, a lo que muy bien podía contestarse: “Pues mejor”, para esos créditos debería ir a un banco, o a una de las pocas grandes cajas, puesto que nuestras cajas de toda la vida están para atender a sus clientes, personas de toda clase, empleados, profesionales, industriales y comerciantes, esos ahorradores que quieren adquirir una vivienda, cambiarse el coche, o cubrir una necesidad doméstica, el comerciante que necesita ampliar su tienda, un industrial para comprar unas máquinas, o el que quería montar una industria. Ese era su cometido, ayudar a sus fieles ahorradores, junto con la obra social, con la que beneficiaban a su entorno.
En la región valenciana había sólo una caja grande, la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Valencia, y una segunda que pretendía alcanzarla, la Caja de Ahorros del Sureste de España, con sede central en Alicante. Ambas cajas mostraron su anhelo de optar por una fusión, que cada una concebía como la taimada operación de acometer una agrupación de cajas con una sola identidad jurídica, en la que pactada la paridad entre las fusionadas –igualdad total–, en cuestión de tres meses quedaría en una fabulosa absorción. Con esa buena voluntad, tal como si no, iniciaron discretos contactos. La Caja de Valencia, por lo que sea, no tuvo demasiada prisa. Sin embargo la Caja del Sureste, que era resultado de una fusión, ampliada con otra, no sé si sería por veteranía o porqué se impuso la misión de convencer –conquistar– a las cajas que estimaran de mayor personalidad y que aportaran más lustre. A partir de ahí fueron moldeando la fusión, granjeándose de momento cinco cajas, más tarde vendrían otras; la Caja Provincial de Alicante, instituida por la Diputación no se adhirió aunque, años más tarde, precisando auxilio la metieron con calzador; la caja de Orihuela no estaba por la labor, y si Alcoy no se hubiera unido Orihuela no habría cedido.
En cuanto a nuestro Monte de Piedad –la Caja de Alcoy–, refinadamente persuadieron al director y dos señores más, con alabanzas y promesas, pero el escollo surgió cuando en el consejo de administración cuatro consejeros se opusieron a la fusión, “Alcoy quedaría sin una esencial institución, Alcoy no sonaría en Madrid, perderíamos…” Tras largo debate tres transigieron a desgana, y el cuarto tardó un día en acceder, advirtiendo que se arrepentiría. La alegría fue para los alicantinos, que con el sí de Alcoy remataban la fusión.
Pronto se pudo comprobar que no era tan fiero el león, y referente a la tarea interna, el plan contable del Monte de Piedad era mucho mejor y más práctico que el de la Caja del Sureste que impusieron.
La fusión se constituyó mediante escritura pública de 26 de febrero de 1976, con el horroroso nombre de “Caja de Ahorros de Alicante y Murcia”, que pocos años después se cambió por el más atractivo de Mediterráneo, la CAM, y en sus estatutos fundacionales se fijaron sus órganos de administración, que eran la Asamblea General, el Consejo de Administración y la Dirección General, y como estamentos inferiores que actuarían por delegación del Consejo de Administración se crearon consejos de zona, ya que el ámbito de actuación se dividió en zonas, y cada zona se organizaba con un consejo de zona y un director de zona, quedando estipulado que aquellos consejos de zona representativos de cada una de las cajas de ahorros fusionadas no podía suprimirse nunca, es decir siempre existiría un consejo donde antes la caja fusionada tenía su consejo de administración. Por cierto los consejos de zona duraron hasta que la nueva jefatura reorganizó la caja.
El Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Alcoy desde su fundación hasta 1975 cumplió admirablemente su misión, consolidándose como una caja de ahorros de acreditada solvencia, con beneficios todos los años, que revertían en la ciudad y en su entorno, una caja modelo de la que se podía presumir, y justo dos meses después de sus cien años, en que celebró su centenario con actos especiales y fue reconocida por el Excmo. Ayuntamiento y por la Asociación de San Jorge, se fundió, ¡qué gran paradoja!, integrándose en la caja de ahorros que, como he dicho, se conoció más tarde como Caja de Ahorros del Mediterráneo –la CAM–. No se puede negar que hasta 1985/87, recordaba algo al Monte de Piedad, y funcionaba convenientemente. Mas a medida que iban politizándola, por la entrada de nuevos consejeros y directivos se notaban cambios. Sin duda mandaban los políticos, incluso hubo un intento, dirigido desde la Generalitat, de fusionar a las dos grandes cajas –Caja de Valencia y Caja del Mediterráneo–, que no cuajó por reticencias y envidias mutuas. Y cuando se abrió la caja, la caja de Pandora (de la que salieron todos los males), al prácticamente declararla en quiebra, como en la de Pandora, quedaba sólo la esperanza, y fue así como, la liberación –incoherencia total– vendría de un banco, llámesele rescate o como quieran, sustanciándose con la compra por un euro por el Banco Sabadell, lo que significó la desaparición –evaporación– del último vestigio que pudiera subsistir del Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Alcoy. (Por cierto hubo otro banco que quiso deglutírselo).
Si la firma de la fusión en febrero de 1976 significó el funeral del Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Alcoy, la escritura de compraventa a favor del Banco Sabadell fue la incineración de lo poco que pudiera quedar, si bien su memoria no podrán borrarla. Y preciso será –es– preguntarnos dónde están los libros de actas, las distinciones, la medalla de oro de la ciudad, qué ha sido de su colección de pinturas, etc., etc. Estas preguntas, y otras, más un repaso a toda su obra social merecen un inventario-relación que tendremos que abordar. De momento recordemos que el 31 de octubre ha sido el Día Universal del Ahorro, acordado en el primer Congreso Internacional de Cajas de Ahorros, celebrado en Milán en 1924.
¡O tempora! ¡O mores!