Vista al nordeste

Dando vueltas a expresiones y palabras, que de tanto oírlas nos están
ya fatigando, tales como desconexión, odio, fobia, ruptura, transitoriedad, independencia, desunión,nos roban, “falta de seny”, hasta nazi y nazismo, así como sus causas y consecuencias, no he podido menos que recordar que todos los años con el verano llegan también los fuegos, incendios de montes, bosques, campos, y nuestra geografía es tachonada por numerosas y enormes cordilleras de fogatas, cuyas llamas las convierten en horripilante panorama de rastrojos achicharrados, en tierra tiznada oliendo a socarrina. Y todos los años, todos los veranos oímos aquello de “los incendios –los fuegos- se apagan en invierno”, con lo de que antes se limpiaban los montes y bosques, porque se iba a proveerse de leña para los hornos, y para calentarse en las casas.

Al recordar eso de que los fuegos de apagan en el invierno, casi sin darme cuenta he llegado a la conclusión que el mismo aforismo puede aplicarse a multitud de desastres y siniestros, y con mucha más razón a los casos en que los pirómanos desde años van avisando, e incluso amenazando, de que la hecatombe está al caer, siendo de todo punto inconsciente el creer que regalando gasolina a los pirómanos sofocarán la hoguera, cuando lo cierto
es que el pirómano es un fanático drogadicto que cada vez exigirá más gasóleo, y cuanto más se les complazca mayores serán las provocaciones, e inventarán todas las patrañas y calumnias que imaginar se pueda, al tiempo que como van recibiendo combustible, cada vez de superior calidad, año a año, ellos aumentarán sus prosélitos. Ante tan probado y sencillo razonamiento es ingenuo pensar que en el momento en que se llegue a la traca final caerá la solución desde el cielo, puesto que ni con multas, ni con castigos se pueden suturar las heridas que hayan llegado a profundas, que crean mártires –o les da tal sensación-. Teniendo a mano infinidad de reglamentaciones –leyes-, es inexplicable que durante muchos años, ni montescos ni capuletos, no sólo no hayan querido aplicarlas sino que deliberadamente han permitido que pirómanos toxicómanos las conculcaran con descomunal descaro, mientras se iba alimentando la hoguera. ¡Más madera, esto es la guerra! Si es grave y tristísima la quema de un monte, mucho más funesta y dolorosa es la llaga purulenta que han consentido que llegue a pudrirse, que quede entre personas, máxime cuando los pirómanos se han cuidado mucho de fomentar el odio entre sus mesnadas contra los que no piensan como ellos. Sólo la inteligencia y la buena voluntad podrán con el tiempo curar –o al menos dejar de lado- heridas tan hondas, llámense como se llamen.

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