¡Vaya modales!
La educación, o la falta de ella, es algo que no se percibe a simple vista, sin embargo las acciones externas de cada persona, con que se hace notar y se singulariza entre las demás, sí. A eso le llamamos modales.
Estamos de acuerdo, ¿verdad?, porque si no, deben reclamar a la Academia de la lengua, a mí no me miren… Lo que no aseguraría es que los modales, los buenos quiero decir, estén vigentes en nuestra sociedad hoy en día. Aunque pensándolo mejor… sí voy a asegurar todo lo contrario, o sea, que los modales, los buenos, están tan perdidos como el arca de Indiana Jones.
Encontrar a una persona de modales exquisitos es una rareza tan exótica como el single de la versión de “Love me do” con Ringo a la batería.
Que se lo pregunten a cualquier aficionado al futbol, me da igual el equipo, la categoría, la selección… Pensemos que uno de los jugadores considerado como más elegante en cuanto a su comportamiento y estilo en el terreno de juego, fue Zinedine Zidane y acabó su carrera dando un cabezazo propio de un marrullero del Bronx. No me dejaré a mi adorado Messi, no. Si sus secreciones nasales —las cuales desperdiga por todos los campos del mundo— fueran fluorescentes, podríamos verlas desde Marte.
Posiblemente alguien piense que es injusto traer a colación a Zidane, al que solo se le conoce ese mal gesto en su carrera y tendrá razón, como también la tendrá el que opine que no se pueden tocar los mocos de Messi, ya que son debido a una rinosinusitis crónica.Pero, desde luego, el que más acertado estará, es el que opine que escribir sobre algo tan desagradable demuestra una falta de modales que no se la salta Javier Sotomayor. Y esa soy yo.
¿Qué decir? Poca cosa, más que asumir lo que hay. También suelto tacos de vez en cuando y en ocasiones, si estoy muy nerviosa, mastico chicle como si me poseyese el espíritu del Travolta de “Grease”… ¡Si me viera mi madre!
Parece que la escucho.
—Nena, en la mesa no se canta. No hay que meterse en las conversaciones de los mayores. No se empieza a comer hasta que estemos todos en la mesa…
Son recuerdos de épocas pretéritas, no sé si mejores o peores, pero por lo que se ve hoy en día, pretéritas a tope. No creo que sea necesario caer en los extremos, más bien, se trata de recordar las normas que, bien a fuerza de repetición y cariño, bien a base de coscorrones, se impartían en casa (la segunda opción obtenía resultados más rápidos) y que hoy—puede que por comodidad o porque lo traen los tiempos— están pasados de moda:
– Pedir las cosas “por favor” y dar las “gracias”, es un hábito que con los años se vuelve menos habitual de lo que debiera.
– Ser puntual, no jugar con el tiempo de los demás. Emplear cinco minutos para llegar antes en lugar de para justificar las llegadas tarde.
– Ser cortés, sujetar una puerta, ceder un asiento, respetar, respetar, respetar…
Y de los nuevos tiempos, seguramente habrán muchos detalles que se podrían resaltar, pero en mi opinión hay uno que se lleva la palma y que, ¡cómo no!, tiene que ver con los teléfonos móviles. Yo me acuso la primera, entono el mea culpa, me voy al rincón de pensar y reconozco que, si estamos con alguien y suena el teléfono…, llamada aceptada; modales perdidos.
Nos falta educación tecnológica, o quizá podríamos suprimir la última palabra y decir, simplemente, que nos falta educación.
Hace algún tiempo, leí una noticia que me pareció curiosa. Un niño británico de 5 años recibió una factura de 16 libras (20 euros) y la amenaza de una denuncia si no pagaba por no haber asistido a la fiesta de cumpleaños de un amigo. Resulta que la madre del niño que celebraba el cumple, se molestó (es por no perder los modales, en realidad se cabreó un montón) porque la ausencia del invitado le supuso un gasto que no hubiera sido necesario si el pequeño le hubiera avisado que no podía acudir a la fiesta. El padre del invitado se negó a pagar. El dinero no es el problema —dijo— pero sí la forma que utilizó para tratar de conseguir que le pagase. La organizadora aseguró que los padres del niño disponían en la invitación de todos los detalles de contacto para haberles avisado de que no podía acudir a la fiesta con antelación. ¿Quién tuvo menos tacto, menos modales? ¿Cómo se puede dar un caso así entre británicos, con lo británicos que son? Pues porque son como usted y como yo, pero más rubios y blanquitos. Lo mismo te los encuentras sin camiseta, gritando sus himnos de fútbol, pasados de alcohol, como en el sosiego de la campiña disfrutando de una educada conversación o asistiendo a una exposición hortícola. Pero hasta estos últimos, a menudo olvidan los buenos modales, o se relajan si están en un entorno informal y de confianza.
Lo malo es llevar esa falta de modales a otros ámbitos más formales, sobre todo si lo que pretendes es dar lecciones (que no explicaciones) a toda España. ¡Menudo espectáculo al que hemos asistido durante el debate de la nación!
Sánchez, les dice a la bancada popular que no tienen vergüenza, Rajoy le dice a Sánchez que es patético y que por allí no vuelva. Y mientras, unos y otros se rompían las manos aplaudiendo la falta de modales de sus respectivos líderes… También había quien, mientras el debate se desarrollaba, jugaba al Candy crush. No es la primera vez que pasa, pero que lo haga la vicepresidenta primera del Congreso durante el Debate sobre el estado de la Nación, mientras sustituye al presidente… ¡Es que manda huevos! Que diría Trillo.
De todas formas, ni Sánchez; ni Rajoy; ni Villalobos; ni Marta Ferrusola; ni Pablemos, que en lugar de acudir a su puesto de trabajo, estaba a otra cosa. Igual que Villalobos, pero sin Tablet. Ni tampoco Zapatero, que va a su bola, con lo bien que nos vendría que de una vez por todas le diera por supervisar nubes.
Esta semana se lleva el premio… ¡tatatachán! ¡Rita Barberá y su caloret faller, el caloret del foc i la flama! Ya puede haber espectáculo fallero, ya…, que como el que ha dado la alcaldesa… ¡ninguno!
La señora Barberá, no tiene ni idea de valencià, cosa que les pasa a la mayoría de los valencianos de la capital, pero… ¡Manolete, si no sabes torear, ¿pa’qué te metes?! Que ya no es el pseudo lenguaje que se inventó, sino el absurdo e ininteligible contenido del mismo. Otro bofetón sin mano para los contribuyentes valencianos. ¡Qué elegancia de discurso!, casi tanta como la que gasta a la hora de tirar petardos…
Lo que decía al principio; encontrar a una persona de modales exquisitos es un fenómeno como los OVNIS: siempre hay alguien que dice que ha visto uno, pero no está demostrado.