Terrazas
Nunca he sido fan de las terrazas, lo reconozco. La mente humana es irracional por naturaleza y siempre va en contra de lo que es mejor para la supervivencia. Cuanta más calor hace, más se expone a el. “Oh, estamos a 42 grados, lo mejor que podemos hacer es sentarnos fuera en la calle y huir de los sitios refrigerados”. El cuerpo humano, en estado normal, posee una temperatura para funcionar. Cuando haces deporte el cuerpo sube la temperatura y por tanto empieza a sudar. El sudor es un sistema que tiene el cuerpo para “refrigerarse” en caso de emergencia. Pues bien, si cuando estás sentado en un sitio sin hacer nada estás sudando, tu cuerpo te está diciendo que algo estás haciendo mal.
Entiendo las terrazas, no me malinterpreten. Existen sitios que no disponen de espacio y tienen que montar una terraza para poder satisfacer a sus clientes, lo entiendo perfectamente, lo que no entiendo es la manía de cuando hace calor que la gente necesite una terraza.
Pero no es de mis problemas con las terrazas de lo que quiero hablar, es del problema del ayuntamiento con las terrazas. Hace unos años, en el ayuntamiento, algún visionario decidió que las terrazas era un problema muy importante para la ciudad. Habían muchas terrazas y muchas de ellas no ofrecían seguridad alguna. Al aplicar la ley antitabaco los hostaleros se apresuraron a pedir licencias de terraza y el ayuntamiento las concedió. Bien es cierto que muchos de ellos montaban terrazas bastante chabacanas. Yo he llegado a ver una terraza que consistía en 2 macetas con una cuerda atada. Estas terrazas ocupaban calzada y claro está cualquier coche que cometa un error se puede llevar por delante las macetas. Era preciso poner unos límites. Entonces el gran visionario decidió que todas las terrazas que ocupaban calzada, TODAS, debían tener una seguridad, la cual cosa está bien. No contento con eso, y debido a un mandato celestial que el resto de humanos no comprendemos, ordenó que TODAS las terrazas tuvieran el mismo diseño, de metal y con la forma del puente se San Jorge. Por supuesto puso un ultimatum de fecha y exigió que se cumpliera la ley. Muchas terrazas que estaban bien adaptadas tuvieron que desmontarse y volver a montarse de metal como pedía la ley con el coste que ello conlleva. Otras muchas desaparecieron y otras simplemente pasaron de la orden y se quedaron como estaban. Pasó el tiempo y el hombre que había decidido que lo mejor para Alcoy era poner orden en las terrazas antes que… no se, arreglar los socavones de las alcantarillas, solucionar el tema de la Rosaleda, mantener las calles sin baches o chorradas de esta sin importancia alguna, pensó que quizás se había excedido y no se sabe si quitó la exigencia de las terrazas, o ya le dio igual o simplemente ya había recaudado fondos suficientes con la venta de vallas de metal.
El caso es que mucha gente se quedó sin terraza bajo amenazas de multa y mucha otra gente ha mantenido la terraza igual sin cambio alguno y aquí no ha pasado nada. A fecha de hoy nadie sabe exactamente cuál es la “normativa” de terrazas en Alcoy, lo único que se sabe es que al tipo que se le ocurrió, desde luego, no tenía NADA más importante que hacer en su trabajo en el ayuntamiento y eso si que preocupa.