¡Si plou que ploga!

La música forma parte de mi vida desde que tengo recuerdos. Tengo canciones asociadas a mis familiares más cercanos como sonido de móvil. Mis hijos, mi marido y mi hermana son canciones de The Monkees, R.E.M., The Rembrandts y la sintonía de ‘Un colpet de Pastor’. Cada canción me recuerda algo positivo, algo amable de la persona que me llama.

Para despertarme tengo una canción de los Beatles, ‘Good day sunshine’. Es una de las canciones que me ponen de mejor humor, irradia optimismo y buen ambiente y la recomiendo para momentos de bajón. La letra dice en su estribillo: ‘Buenos días sol, necesito reír y cuando el sol sale, tengo algo por lo cual puedo hacerlo’. Así de simple.
Y así me gusta empezar cada día. Salir a la calle de camino al trabajo y pensar que todo va a ir bien. ¿Qué soy una ilusa? Alguien podría pensarlo, pero ¿adelantaría algo previniendo lo peor? Yo creo que no y además, los estados de ánimo se reflejan exteriormente. ¿Qué culpa tiene la chica que me vende los periódicos? ¿Voy a saludar a la primera persona que veo a diario fuera de casa con cara de acelga? Me parecería una falta de respeto amargarle la mañana a alguien, la verdad.

En mi opinión, es preferible elegir el camino del optimismo, máxime en esta época en que vivimos rodeados de tanta inquietud, de tantos contratiempos. ¿Por qué no vivir con la esperanza y la ilusión de que todo tiene arreglo?

¿Qué estamos en noviembre y amanecer con sol es cada vez más raro? ¿Y qué? Si no hay sol, lo pintas, como diría mi madre. Porque con esa actitud, el ambiente se vuelve más templado. Pero si caen chuzos de punta y hiela, estupendo, el frío es buenísimo para el cutis.
El optimismo nos hace ser entusiastas, nos llena de una energía renovada, nos rejuvenece, minimiza los problemas, hace que cada fracaso sea una nueva ocasión para aprender.

Enfrentar cada nuevo día con optimismo, es como cargar las pilas y a mí me gusta cargarlas metiendo primero el polo positivo, una manía como otra. Y si echamos mano de las frases hechas, no acabaríamos. Hay una que he escuchado con frecuencia y que me parece genial, dice, “Problemes llevar-los, no posar-los”. Y así es, o debería ser.
El carácter de la gente de esta comarca es positivo por naturaleza, somos emprendedores, nos crecemos en las dificultades. Aplaudimos al Capitán o al Alférez bajo un manto de lluvia si hace falta. Además, ¿cómo saber a ciencia cierta, que estos tiempos que vivimos no son la antesala de tiempos mejores? Nosotros siempre nos hemos adelantado a las celebraciones. “Si no hi ha vespra, no hi ha festa.”
Hace poco le preguntaron a Eduard Punset, jurista, escritor, economista y divulgador científico, qué creía él que era la verdadera felicidad. Y contestó:

– He estado muchos años estudiando la dimensión de la felicidad, y he llegado a una conclusión: la verdadera elicidad es cuando estás en la antesala de la felicidad.

Y es cierto, la ilusión, la alegría, la felicidad que se siente al anticipar una buena noticia, la llegada de algún amigo al que hace tiempo que no ves, el estreno de esa falda que te encanta, la planificación del viaje próximo… todo eso, se vive con mayor alegría que el propio disfrute del momento. Entonces, si vivimos cada día con optimismo, aunque al final de la jornada el resultado no haya sido el esperado, la felicidad de esperar lo mejor, no nos la quita nadie.

Comprendo que el camino que va del optimismo a la imprudencia podría ser corto y no se trata de eso, pero lo podemos solucionar no tomando decisiones a la ligera. Pensando serenamente. Y si hay que empezar de nuevo, se empieza. La vida es un no parar de ir aprendiendo a vivir.

Porque no hay que confundir optimismo con ‘los mundos de Yupi’. Las cosas están mal, ya lo sabemos, es más, estamos hartos de saberlo, pero cada vez tenemos más claro quiénes son los culpables, el cerco se está estrechando, los defensores a ultranza de modelos de gobierno obsoletos e injustos hemos quitado a puñetazos el nubarrón que nos tapaba el sol y ahora tímidamente la luz se empieza a asomar.
Por naturaleza las personas solemos ser reacias a los cambios, algo que nos lastra. Deberíamos ser conscientes de que “sostenella y no enmendalla” era la fórmula de vida con la que creían mantener y reforzar su honor los hidalgos españoles del Siglo Oro. Sin embargo permanecer en el error es mucho peor que equivocarse. Aunque lo dramático es seguir en él a sabiendas. Máxime cuando hay otros caminos, otras vías, otras formas de enfrentarse a la vida.

Unos publicistas gallegos han dado en el clavo con un anuncio lleno de optimismo, lo han titulado ‘Si xove, que xova’. Pues si ellos, que se han quedado sin indemnización por los daños que causó el Prestige y que además son paisanos de Rajoy, pueden gritar eso. Nosotros no seremos menos.

¡Si plou, que ploga!

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