Que no habrá verano
Que no habrá verano, que no. Lo ha dicho un meteorólogo francés y, a fuerza de repetirse, esta curiosidad se ha convertido en noticia. Los expertos patrios se han hartado de contradecirla, aunque algunos con la boca pequeña, no vaya a ser que acierte. Que las previsiones del tiempo las carga el demonio y solo nos faltaría que los turistas se quedaran sin su ración de sol para acabar de fastidiar el invento.
Que no habrá verano económico lo anuncia todo el mundo. Si entendemos en este caso el verano como un tiempo de vacaciones, alegría y disfrute. Ese recuerdo infantil asociado a meses de asueto por delante, donde siempre había sol, piscina, playa y helados. Hoy lo que nos deja helados son los titulares económicos, que postergan tanto la bendita recuperación como en el cuento de Pedrito y el lobo. A mitad de año, en el tercer trimestre, para el último cuarto… Vaya, que al año que viene se vislumbrará, o al menos parará de caer, amortiguará el descenso, se estabilizará pero lentamente… Resumiendo: que para ver Ibiza habrá que conformarse con los anuncios de cerveza y nos consolaremos porque gracias a Dios también hay playa en Piles, que nos pilla más cerca.
Que no habrá verano para el crédito. Eso cuentan en el banco a quien todavía se atreve a preguntar. Es el único comercio que ha perdido interés por vender su producto estrella. Ahora se han de dedicar más a liquidar un patrimonio inmobiliario que les aprieta y que previamente ha ahogado a sus compradores. Se buscan consumidores, pero están en extinción. A base de impuestos y multas, ERE que ERE, el dinero de la clase media se ha refugiado a la espera de tiempos mejores.
Que no habrá verano español lo saben ya miles de jóvenes que han hecho las maletas, cargadas de conocimientos, títulos y másters. A ellos les va a pillar fuera y la gran mayoría se han ido porque les echan, hartos de no vislumbrar futuro. Buscan la oportunidad y el primer empleo que se merecen. Y lejos de casa darán lo mejor de sí mismos. Una lástima y también una vergüenza.
Esto del verano y el calor va a gustos y da para muchas conversaciones de ascensor. Seguro que hay quien está contento con las bajas temperaturas. Pero la gran mayoría desea que suban los termómetros y, sobre todo el ánimo. Porque no hay mal que cien años dure, pero tampoco quien lo pueda aguantar.
Pepe Sastre. Periodista.