Prejuzgar u opinar sin conocer

La mayoría de las veces que pre-juzgamos a alguien, lo hacemos sin saber nada de dicha persona, sin haberle conocido o haber intercambiado palabra alguna con ella. Y es que pre-juzgar significa literalmente “Juzgar Antes De”. Viene de la palabra Prejuicio. Muchas veces este prejuicio nos impide conocer o relacionarnos con gente que si la conociéramos cambiaria de forma radical el concepto que teníamos de ella previamente, pero claro está, es mucho mejor opinar sin conocer.

Podríamos decir que ciertas personas no juzgan situaciones de forma puntual y aislada, sino que han asumido el papel de juez para los pequeños eventos de la existencia de los demás sin que nadie se lo haya pedido.

Evidentemente, esto es un error porque ni tan siquiera un juez debe serlo más allá del estrado asignado para desempeñar su función. ¿Por qué la sociedad está llena de falsos jueces? ¿Por qué asumen sus juicios de valor como válidos para los demás? Esto puede llegar a ser asfixiante en una ciudad como la nuestra, donde casi todo el mundo se puede conocer de una forma más o menos directa o indirectamente.

Por esto mismo, lo que otras personas piensen de ti es su realidad, no la tuya. Ellos saben tu nombre, pero no tú historia, no han vivido en tu piel, ni han calzado tus zapatos. Lo único que los demás saben de ti es lo que otros les han contado o lo que han podido intuir falsamente, pero no conocen ni a tus ángeles ni a tus demonios, casi siempre esto lo suelen pensar gente provinciana, no leída ni viajada.

Con frecuencia nos cuesta entendernos a nosotros mismos pero nos aventuramos valientes a descifrar el código del sentir ajeno. No se puede tener ningún tipo de certeza de lo que otros sienten. De la misma forma, no podemos saber lo que han vivido y lo que han aprendido o no.

Por lo tanto, no deberíamos darle importancia a lo que los demás dicen de nosotros, pues sus palabras obedecen a una realidad ilusoria que su mente ha creado con el afán de saberlo todo sobre nuestra vida…

Hay personas que dan su opinión sobre ti, sobre tu vida y sobre tus decisiones aunque nadie se la haya pedido. Suelen ser opiniones malintencionadas o carentes de todo criterio cuyo único objetivo es hacer daño, menospreciar y disfrutar del pesar ajeno.

Generalmente, es gente con baja autoestima que no se acepta a sí misma, por lo que difícilmente puede aceptar a los demás. Estas personas ponen etiquetas que reflejan la realidad de cómo se sienten ellas mismas, proyectando así sus dificultades emocionales, sus propios fracasos de vida.

Es probable que si nos pudiésemos meter en el cuerpo y la mente de los demás, no nos atreviésemos a juzgar. No obstante, valdría la pena el ofrecimiento para poder valorar nuestra valentía. Sería una verdadera prueba de fuego que muy pocos superarían.

Fantasías aparte, debemos asumir como única la responsabilidad de valorarnos y dejar de condenarnos. Lo que los demás piensen de nosotros no nos pone un precio, ni nos hace diferentes. Es decir, del mismo modo que no dejamos que nos digan qué ropas tenemos que ponernos o cómo debemos vestirnos, no tenemos que permitir que los demás elijan nuestro armario emocional, ni cuestionar nuestras relaciones personales, ya que cada uno es libre de elegirlas.

Si vivimos conforme a lo que los demás piensen de nosotros, perderemos nuestro estilo y nuestra personalidad. Nos veremos obligados a colocarnos una máscara y nuestra imagen en el espejo solo reflejará nuestra inseguridad y la inexistencia de una autoestima saludable.

Da igual lo que hagas y como lo hagas, siempre habrá alguien que lo malinterprete a su manera. Así que intenta vivir y actuar con naturalidad.

Lo que tú haces porque lo sientes siempre será lo correcto. No solo no te podrás justificar, sino que te sentirás falso si no sintonizas contigo mismo.

No esperes que los demás comprendan tu viaje, especialmente si nunca han tenido que recorrer tu largo camino.
Todo esto te lo digo, porque solo yo, te conoce como nadie, amigo.

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