Nueva normalidad, eufemismo de nueva realidad
Tres meses de estado de alarma con confinamiento incluido dan para muchas reflexiones; personales, profesionales, intelectuales, políticas, sociales, y un extenso etcétera. Durante los primeros días de aislamiento desbordábamos solidaridad, humanidad, amistad, melancolía y todos los buenos sentimientos de los que posee el ser humano y que en contadas ocasiones muestra. Salíamos a los balcones y ventanas para aplaudir aquellos que llamábamos héroes con la boca llena de orgullo.
Ahora hemos entrado en una nueva línea temporal provocada por un microscópico ente que, como hiciera el malvado Thanos con su chasquido, se ha llevado a una gran parte de la población mundial, dejándonos con un presente atípico. Y es en ese presente, según nos ha mostrado la ficción, cuando los protagonistas deben viajar en el tiempo hasta la ruptura de la línea temporal y restablecer la normalidad. Bien sea recuperando un almanaque o rescatando las gemas del infinito. Pero no disponemos de un DeLorean con un condensador de fluzo y, mucho menos, de un grupo de superhéroes capitaneados por un supersoldado equipado con escudo. Nosotros, como personas, no tenemos la capacidad de recuperar piedras de colores, chasquear los dedos y traer de vuelta a los que el germen se ha llevado. Pero si tenemos la aptitud de la resiliencia, esto es, adaptarnos a la nueva línea temporal.
Hemos de ser conscientes que la normalidad que dejamos pausada no la vamos a poder reactivar. Se ha convertido en la que llaman “La nueva normalidad”, pero nada es normal; personas con mascarillas, aforos limitados en establecimientos, el ser humano, animal sociable por antonomasia, sociabiliza a metro y medio de distancia. Por consiguiente, tildar aquello que no es normal como “nueva normalidad” es un eufemismo avaro de “nueva realidad”. Y es esta nueva realidad ególatra, asocial, ingrata y pancista la que nos toca vivir y compartir con el virus.