¡No, no,no y no!

La carismática Asociación Cultural la NAVE DE MAX, el único colectivo que, de forma intercultural y autónomo de la dispersión restante, ha dado a conocer la vitalidad de los movimientos creativos, generando una expansión del patrimonio de cara a las percusiones de las vanguardias musicales, dando realce al contenido genérico de Alcoy con su carácter lúdico-social, se ha estrellado contra el Tótem de Barro y ha cerrado sus puertas.

¡Absurdo! Adiós a los nueve años de esfuerzos por mantener viva la llama de una república vibrante de contenido cultural, con más de trescientos socios, donde han pasado cincuenta grupos musicales de toda índole, autóctonos o de otros lejanos lugares, cien acciones culturales, unos cinco mil asistentes entre todos los conciertos, estudios para ensayar los músicos, escenario con todos los instrumentos y equipos de sonido en la Zona Común para socios, estudio de grabación, radio, clases de canto, batería, bajo y guitarra: ejemplo de convivencia plural, sin una sola pelea ni escándalos en todo ese tiempo. Situada al final del polígono Cotes Baixes, no molestaba en absoluto a nadie. Impuestos y seguros en regla, sin ánimo de lucro, sin ayudas; sólo trampas y multas por parte del Ayuntamiento.

Superviviente por puro deseo logístico de sus componentes y ejemplo para otras ciudades o pueblos, (más información en www.facebook.com/lanavedemax), ha sido forzada a la clausura por unos ediles insolidarios y equivocados en sus supuestos de que Alcoy se convierta a toda marcha en una “ciudad cultural de segunda mano”. Totalmente inconexos con la realidad de lo que debería ser una sociedad permisiva y culta, se la toman injustamente con la Nave de Max y le exigen el mismo protocolo de gravámenes, que a una macro-discoteca y además, para ratificar su insípida postura, les han cortado el agua por malos y desobedientes.

Los que fuimos partícipes de ese oasis, comprendemos el gran esfuerzo personal realizado para distanciarse de los que han tomado el camino del retro como perspectiva anómala y ratificar así un insulso presente, desvirtuando su inercia hacia los campos manidos de unos conciudadanos que, año tras año, se fugan hacia otras ciudades o trabajos lejanos, pues aquí la sombra del menos ya ha hecho su aparición.

No es la añoranza lo que mis palabras quieren determinar, ni la parsimonia de una “moral del aguante” con la cual todos sufrimos los desatinos de personas, incapaces o no preparadas para comprender los movimientos nacidos en el seno de una inercia ciudadana, siempre bien recibidos por el patrimonio y, sin embargo, su anulación implica el sempiterno menosprecio a los de casa, que nos hundirá en el muermo de una catacumba sentimental, donde los reflejos estarán adulterados por una evidente impostura de los que nos niegan el deambular con toda independencia y honestidad por el particular camino de la evolución hacia el más.

He escrito y editado un libro, ASUNTO. En él, expreso, con toda la franqueza posible, la odisea de los dos protagonistas, Ampa y Eusebio, entre el inverosímil vericueto de una ciudad y sus metamorfoseados habitantes. Lo escribí hace un año y lo presentaré seguramente el próximo mes en el estudio con un estruendoso concierto de mi grupo musical SYNESTHESIAX.

Ahora, la NAVE DE MAX no existe, pero en nuestro corazón siempre tendrá el agradecimiento de haber vivido en común la alegría de la cultura en vivo, el desparpajo, y la valentía ante la indefensión de querer estimular la contemporaneidad sin pedir nada a cambio y con la esperanza de que la Alcaldía recupere su norte y no siga con su mirada unidireccional hacia un retrogradismo sólo apto para los que todavía no han comprendido que las ciudades dinámicas lo son por su carisma presente y no por querer convertirlas en unas habitaciones para seniles y malhumorados convivientes, por mucha poscultura adosada a su engordado currículo.

La Nave de Max ha despegado hacia el agujero negro. ¡Viva la Nave de Max!

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