Ni un diseño de Armani
Es posible que alguien de ustedes, queridos lectores, recuerde que un día en la Casa Gran aprobaron la creación de la Policía de proximidad y ese mismo día los que gobiernan dijeron que Nanai de la China. Vamos, que aquello era imposible con el dinero existente en la caja de caudales municipal y las gallinas contadas –léase efectivos disponibles– del retén de la calle Casablanca. Pues no. Los milagros existen y no se sabe muy bien cómo, lo que era imposible, dicen ahora, que será una realidad. Me inquiere el guasón de turno, el compañero de barra de bar, de tertulias y cafés mañaneros, si el primer cometido de la nueva unidad va a ser calmar los ánimos en Sant Miquel, 60, es decir en el Casal de Sant Jordi. Me lo pregunta con El Nostre en la mano, mientras me señala el titular de marras. No sé si ese ha sido el verdadero motivo que ha llevado al gobierno municipal a poner en marcha este dispositivo de seguridad, pero lo cierto es que si el encaje de bolillos de las enmiendas de los Estatutos prometía tensiones, éstas se han desatado por donde menos se esperaba: en la votación del nuevo traje femenino de la filà Vascos. El rechazado diseño ha levantado ampollas y tanta expectación como los modelos de Giorgio Armani, Carolina Herrera, Joan Paul Gaultier y Donatella Versace juntos. Y lo que va a dar que hablar.
Los que también están dispuestos a que no se deje de hablar de ellos son los comerciantes. Los del Centro. Ayer, para celebrar la Primavera y que siguen vivos, se plantaron, con sus macetas y sus flores de colores, en la Bandeja. Mal día. La lluvia les fastidió la performance que se tuvo que trasladar para refugiarse en el Pasaje de San Agustín, que se convirtió, por unos instantes, en el más florido y colorido jardín del reino. En el Centro, con flores o sin flores, hace tiempo que llueve sobre mojado.
Nada tiene que ver la lluvia, pero más que charcos lo que existe es un inmenso barrizal alrededor del Teatro Calderón y los sobrecostes de las obras de rehabilitación. Un farragoso asunto que ha llevado al constructor Enrique Ortiz a visitar el juzgado para declarar ante el juez que desconocía los detalles de la obra. Claro, y yo también.