Móviles inteligentes

El otro día me remitieron por “email” un video en el que una señorita de buen ver trataba de advertir, a una numerosa audiencia congregada en una sala, de los peligros que las nuevas tecnologías pueden acarrearnos.

Nos contaba que un político alemán había solicitado de Telecom (La telefónica teutona) todos los datos que sobre él disponía. La compañía se resistió en un principio, pero después de perder un par de demandas no tuvo más remedio que acceder. Le remitió tres mamotretos, equivalentes a otros tantos libros del Quijote, en el que aparecían todas las llamadas: emitidas o remitidas, sus interlocutores, duración de las mismas y un largo etcétera de regalo. Y como colofón, las rutas seguidas y los lugares visitados durante los últimos seis meses. Eso es lo mínimo exigido por ley, el máximo puede llegar a los dos años. Si a esto le añadimos los radares de carreteras y las cámaras de control de las autopistas, podemos suponer que estamos más controlados que la Loli en Ca la Gamba.

Si no tiene coche no crea que por eso se libra. Piense en las cámaras que existen en calles y comercios, o las que controlan algunos semáforos y pasos de peatones y vera que nadie está libre de que lo cojan en un desliz. Esto, a las personas honradas y que no tienen cuentas pendientes con la justicia no debe de importarnos, aunque nunca se sabe.

En la década de los años treinta del siglo pasado, el gobierno holandés hizo una encuesta entre sus ciudadanos para averiguar a qué religión pertenecían: católica, protestante o judía. El motivo era muy simple y lógico, y desde luego nada xenófobo. Pretendían repartir equitativamente, entre las diversas confesiones, las subvenciones que para tal efecto tenían establecidas.

Lo único cierto es que cuando se vieron invadidos por los alemanes durante la II Guerra Mundial, la Gestapo se encontró con los deberes hechos cuando trató de localizar a todos los Judíos. Sino que se lo pregunten a la familia de Ana Frank.
Yo le aconsejaría que no acuda a una manifestación, sobre todo si no es autorizada, con el móvil en el bolsillo si no quiere que sepan de su presencia, por muy encapuchado que usted vaya, ni que lo relacionen con los compinches que lo rodean y que vayan de igual guisa.

Según parece los móviles inteligentes cada cinco minutos emiten una señal interesándose si tienen algún “guasap” o cualquier otra gilipolles pendiente, como si de no hacerlo dejara de recibirlos. Esta señal marca su situación en cada momento y no tienen que esperar a que use su móvil como ocurre con los antiguos.
Usted pensará que con su teléfono carca esta ajeno a todas esas triquiñuelas, pero seguro que no tardará en recibir una oferta de su Compañía para cambiarlo, por otro inteligente, por cuatro perras e incluso gratuitamente, a cambio de los puntos acumulados por sus llamadas. No piense nunca que tratan de favorecerlo, simplemente a ellos les interesa.

Por último cuide de lo que pone en sus perfiles de “twiter” o “facebook”, que aunque aquí parece que ya estamos curados de espanto y que los tiempos tenebrosos ya han pasado, piense que puede viajar o realizar un aterrizaje forzoso en algún país en que sus tendencias no sean vistas con buenos ojos y que lo están esperando. Cosas más raras han ocurrido.

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