Menos formas y más fondo

Gracias a la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, hemos avanzado mucho, caminamos en dirección correcta, pero aún tenemos mucho trabajo por hacer, y todos y todas tenemos responsabilidad si queremos llegar a conseguir la igualdad entre hombres y mujeres. Desde las instituciones se debe adquirir mayor perspectiva de género y ofrecer una atención desde el cuidado, evitando el continuo cuestionamiento y revictimización. Como ciudadanía hemos de contribuir a modificar el proceso de socialización para que los niños y niñas crezcan en igualdad, que las niñas tengan todas las oportunidades sociales a su alcance y que los niños no adquieran comportamientos misóginos, violentos y agresivos. Desde las aulas, desde casa, en definitiva; desde la infancia, hay que educar para eliminar prejuicios y roles de género, dotar a las niñas de nuevas y múltiples posibilidades, pero también transmitir alternativas a los niños, porque ellos suelen ser víctimas del sistema patriarcal, imitando estereotipos masculinos agresivos y violentos.
En 2017 se elaboró un Pacto de Estado en el que se adoptaron 213 medidas. Las cuales habría que poner en práctica en su totalidad y aplicarlas si realmente queremos avanzar en la lucha contra la Violencia de Género. Se ha producido un gran cambio en el rol de la mujer en la familia y en la sociedad que ha ido avanzando de forma progresiva, hemos conseguido pasar de un modelo cultural antropocéntrico y patriarcal a un modelo que predica la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Esta transformación se ha realizado claramente en el plano legal, pero no tanto en la mentalidad de muchas personas, que siguen arraigadas a un modelo patriarcal, que aún nos lleva a desequilibrios y rupturas en las relaciones entre hombres y mujeres. Por lo tanto, el maltrato se mueve dentro de este panorama, donde, aunque las leyes han cambiado, aún no se han asentado plenamente en la sociedad.
Desde mi experiencia, a lo largo de más de una década de intervención con víctimas de Violencia de Género he podido observar que además de la fragilidad creada por la experiencia del maltrato, suele existir una vulnerabilidad previa en mujeres que ya sufrieron abuso continuado en la infancia y/o adolescencia. Todo tipo de violencia tiene un impacto desmesurado en la salud física y mental de la persona, incluyendo morbilidad y mortalidad, además, de consecuencias socioeconómicas a largo plazo. Muchas mujeres vienen sufriendo malos tratos durante toda su vida, en la familia, en la escuela, con su pareja y en ocasiones incluso en su puesto de trabajo. Por lo que, es fundamental fomentar una educación en igualdad y en asertividad desde edades muy tempranas, una reeducación en la juventud y en la edad adulta para erradicar la idea de mujer sacrificada, servicial y sumisa, que aún permanece muy arraigada en la sociedad actual, viéndose manifestada, en las deficitarias relaciones personales que muchas mujeres dan por buenas.
Si, cierto es que vamos avanzando, hemos conseguido muchos logros sociales y legislativos sobre los derechos de la mujer, la discriminación de género es hoy día, política y socialmente incorrecta, pero queda mucho trabajo… mientras sea necesario tener institutos de la mujer que proyecten y ejecutan planes de igualdad, mientras las mujeres sigan siendo esclavas de la familia y de la vida privada y hayan aún tan pocas mujeres con cargos realmente importantes, algo no va bien o algo no estamos reparando de forma correcta. Por lo que, aun siendo muy importantes las reformas jurídicas y administrativas, es crucial enfocar a la raíz de los problemas, no sólo desde la publicidad y la visibilidad política u organismos propagandísticos, sino, desde la educación, mediante la prevención e intervención. Así es, como la igualdad se convertirá en un objetivo asumido por todos y todas.

 

María I. Pérez López es Psicóloga, experta Universitaria en Malos Tratos y Violencia de Género

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