¿Mejores? Imposible
Cuando todo saltó por los aires, hace justo un año, no imaginamos lo que íbamos a ser capaces de hacer para recuperar algo muy simple: lo que anteriormente concebimos como normalidad. De la misma forma que no lo podíamos imaginar, sería conveniente no olvidarlo. Porque la dureza ha sido extrema, especialmente para los familiares de las 231 alcoyanos que han fallecido como consecuencia del coronavirus.
El primer recuerdo ha de ser necesariamente para ellos, especialmente para los más de 130 muertos en residencias geriátricas. Y más si cabe, sin voluntad de agraviar, a los 73 fallecidos en la residencia Domus Vi, que sufrieron el abandono del alcalde y de su gobierno, desaparecido de forma vergonzosa ante uno de los peores brotes de la enfermedad en España.
El segundo reconocimiento es, sin duda, para la capacidad de resistencia de los alcoyanos. Una resistencia expresada en primera instancia por el encomiable esfuerzo de los profesionales sanitarios y de servicios sociales, que desde el primer momento mostraron la importancia de disponer de robustos servicios básicos. Jamás les podremos agradecer lo suficiente su trabajo. Ni a ellos ni a los trabajadores del resto de sectores que mantuvieron su actividad presencial durante el confinamiento y que mantuvieron el pulso de la ciudad.
De heroica cabe calificar la actitud de los cientos de negocios que se han sacrificado este año por el bien común y que no se han visto compensados con indemnizaciones directas. Se vieron forzados a cerrar, primero en marzo y luego en enero, para romper la cadena de contagios y preservar la salud del resto de alcoyanos. No deberíamos obviar que ese sacrificio se ha saldado con la pérdida de 705 empleos y otros 5.200 en la incertidumbre de los 770 ERTE solicitados en la ciudad. Aquí no basta con retóricos agradecimientos. En este caso es preciso comprometerse a acertar, desde el Ayuntamiento, con ayudas directas e iniciativas que eviten más paro y desaparición de empresas.
La capacidad de adaptación de una sociedad de valentía estoica ha tenido este año su máxima expresión en los colegios, que en tiempo récord trasladaron su actividad a los dispositivos móviles para, desde septiembre, demostrar que el cumplimiento estricto de las medidas permite mantener la actividad presencial de grupo. Los docentes han puesto en valor su vocación del mismo modo que los niños nos han dado una ejemplar lección de entereza. Nos han ofrecido una dosis de confianza que nos permite creer que el futuro será irremediablemente más esperanzador.
Un año después de que todo volase por los aires, los aplausos que en primera instancia fueron dedicados a los sanitarios se extienden ahora a todos y cada uno de los alcoyanos. Los que se han refugiado en sus casas y no han huido a su segunda residencia de Penàguila en plena crisis, los que han explorado las vías del teletrabajo, los que han renunciado a los abrazos de los seres queridos, han cumplido las normas y han comprendido que la actitud de cada uno de nosotros era crucial para superar esta situación extrema.
Por eso me resisto a caer en el manido tópico de que de esta crisis vamos a salir más fuertes y mejores. Es imposible, porque, de partida, los alcoyanos hemos perdido la fuerza de 231 de los nuestros. Y, además, resulta casi insultante pensar en mejorar una sociedad que, como la de Alcoy, ha resistido unas pruebas durísimas, más incluso que las de la mayoría de ciudades de España, como demuestran todos los indicadores. Prefiero resaltar el agradecimiento por el formidable ejemplo que nos ha dado.