Los Papas

Uno que se ha educada en una época en que la infalibilidad del Papa en la tierra, sobre todo cuando hablaba ex cátedra que es casi siempre, estaba fuera de toda duda pues para algo es el representante de Dios en la tierra. No comprendía como Lutero se hubiese rebelado contra él, ni que Enrique VIII se separase de la iglesia romana para poder casarse con su querida. Aunque en el fondo lo comprendiese.

No tengo ninguna queja de los últimos papas, sobre todo del actual que me parece una magnifica persona. Pero en la época oscura hay que ver los ejemplares que han existido y comparezco a los que han tenido que lidiar con ellos.

Muchos malhechores, todo ello dicho en el mejor sentido de la palabra, han ocupado el trono de San Pedro y entre ellos no se escapan los dos valencianos: Calixto III y Alejandro VI, tío y sobrino por más señas y precursores de una familia de asesinos como fueron los Borjas, Borgias en italiano, tan famosos y evidentes que hasta han pasado a la historia.

Por ese motivo les recomiendo que cuando no tengan nada mejor que hacer, se entretengan leyendo “las vidas ejemplares” de algunos de los papas. Como para muestra solo basta un botón, la del Papa Benedicto IX es la que voy a exponer. Solo faltan tres para conmemorar los mil años de su posible nacimiento y es hora de que comencemos a preparar los fastos de tal evento y no caigamos en los errores del 750 aniversario de la supuesta fundación de Alcoy.

Benedicto IX, apodado el mafioso y luego averiguaran el porqué, ascendió al sillón de San Pedro a la temprana edad de 14 años (en este punto existen claras divergencias pues unos opinan que fue a los diez y otros a los veinte, así que en el término medio esta la virtud) gracias a su padre, el Conde Alberico III que era la máxima autoridad civil de Roma y que sobornó a la curia con mil libras de oro para conseguir fácilmente su objetivo.

Cuando el pequeñín alcanzó su madurez sexual, se dedicó seriamente a la prostitución, a los ritos satánicos y como que para todo ello necesitaba dinero… a la simonía. Que aunque parezca mentira no era acostarse con la Simona, sino dedicarse a la venta de objetos sagrados. Tal depravación no paso desapercibida para el pueblo que lo depuso a la fuerza y fue expulsado de Roma. Pero los Teofilattos, que era la dinastía a la que pertenecía, no estaban dispuestos a soportar tal afrenta e instigaron todo lo que pudieron y supieron para reponerlo en el cargo apenas un par de años después. Sin embargo pocos meses después se enamoró de una muchacha de apenas quince años y decidió casarse con ella. El protocolo le permitía tenerla como manceba pero no llevarla al altar, así es que como tenía que abandonar el cargo necesariamente, lo vendió a un amigo de su padre por 1.500 libras de oro, recuperando de esta forma la inversión original y unos suculentos intereses.

Pocos años después decidió recuperar el Papado. Debilitó la imagen del entonces Papa, Gregorio IV, subvencionó a miles de delincuentes que sembraron el terror y el caos en Roma y al frente de ellos recuperó la tiara papal. Poco le duró la alegría, pues la familia de los Crescencio, que tenía una milicia mejor, termino por destituirlo para poner en el papado a un miembro de su familia. El bueno de Benedicto, terminó su vida, de monje en un convento de San Basilio, a la temprana edad de 34 años pero intensamente vividos. Aunque vaya usted a saber si eso es cierto.

De todas formas aparece en la historia como el Papa numero 145, 147 y 150.

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