Los desposeídos e indefensos se alzan una vez más. MANEL BELMONTE. Membre del Consell Polític d’EU – l’Entesa

España se halla en primera línea en la crisis global. Más de una cuarta parte de los españoles en edad de trabajar están desempleados, proporción que sube a más de la mitad de los jóvenes. En Europa no se había visto nada parecido desde la Gran Depresión de la década de 1930.

Treinta años de neoliberalismo han redistribuido la riqueza desde los trabajadores hacia los ricos. Cinco años de austeridad han acelerado el proceso y han creado una sociedad polarizada con obscenas desigualdades.

La economía mundial tiene una capacidad sin precedentes para satisfacer las necesidades humanas básicas, pero la riqueza que genera sigue estando controlada por una diminuta minoría ahíta y al mismo tiempo, ansiosa de beneficios. El mundo es más rico que nunca, pero también está más empobrecido que nunca.

Pero hay otra historia que contar: la de la protesta y la resistencia. El pueblo español ya
encabezó una vez la lucha de clases por un cambio radical en 1936; cuando la clase obrera de Madrid, Barcelona y otras muchas ciudades españolas contribuyo a frenar el avance del fascismo.

Madrid volvió a llamar la atención del mundo entero en mayo de 2011. La puerta del sol
se convirtió en la línea del frente en la batalla contra el neoliberalismo al movilizarse los
“indignados”. Se estima que en aquella oleada de protestas participaron hasta 8 millones
de personas en distintas manifestaciones, huelgas y ocupaciones. La indignación contra los bancos, los ricos y una elite política arrogante se intensificó ante la violencia policial contra las protestas democráticas.

El control de nuestras ciudades por el capital corporativo y los estados autoritarios se está viendo impugnado en las calles por una vanguardia de manifestantes. El vaciamiento de la democracia parlamentaria y el debilitamiento de los sindicatos y otras organizaciones populares han destruido las válvulas de presión y las redes de seguridad del orden social, y en la base de la sociedad se palpa amargura, crece la alienación con respecto al “sistema”.

Los medios de comunicación han facilitado la creación de redes laxas y la rápida movilización de individuos antes atomizados; y cuando se unen, los diversos miembros de la contracultura descubren que son un movimiento de masa, que se han convertido en la voz del pueblo y que pueden arrastrar a la acción a millones de personas empobrecidas por los recortes de la austeridad y privadas de derechos por el consenso neoliberal.

Ha comenzado una nueva era de protestas. El mundo nunca volverá a ser el mismo. Pero para avanzar, cada movilización de masas afronta tres tareas básicas, que se pueden resumir en tres palabras, unidad, democracia y claridad.

En un país tras otro los desposeídos e indefensos se alzan una vez más “la mayoría del 99 por ciento” combatiendo contra “la minoría del 1 por ciento”.

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