La modernidad de Chéjov
Siempre me ha asombrado la actualidad del teatro de Antón Chéjov, un clásico que vino a renovar el teatro, con sus personajes que no son tortuosos trágicos, sino personas corrientes que hablan con total sencillez, aunque, como cualquier mortal, dentro de la mayor naturalidad de repente vociferan, desmesurados como el teniente Grígori Stepánovich o Elena Ivánovna, protagonistas de “El oso”, o mienten ensartando trolas como Sonia y Andrei hacen en “Afterplay”, recreando dos personajes huidos de “Tio Vania” y de “Tres hermanas”, en un casual encuentro fabulado por Brian Friel, rendido admirador del ruso Chéjov, quien en las postrimerías del zarismo, con una difícil sencillez, retrata una sociedad en decadencia, cansada y falta de ideales, algo, por cierto, de tremenda actualidad.
En ambas obras cortas, pero deliciosas, en el coqueto escenario de la Casa de Cultura, pudimos intuir y ver desfilar grises existencias, emociones y sentimientos escondidos, sueños de amor, y hasta secretas esperanzas, que aquellos ingenuos presienten que no se realizarán, o acaso el teniente y la viudita matrimoniarán, y quién sabe si se cumplirá aquello de las segundas partes.
En fin, un fuerte bravo a “Teatre Circ”, por esta “Cita con Antón Chéjov”, con grandes aplausos a sus cuatro espléndidos protagonistas, Enric M. Piera, Angels Vicedo, Conchi Doménech y Ricard Sanz, así como a sus correspondientes compañeros, y mi más sincera enhorabuena al director Adolfo Mataix, acertado también en la música, si bien -sin que pueda creerse que no me gustó-, las dos canciones hubieran resultado más con sólo la melodía y que no se cantaran. (La última frase puede el lector darla por no puesta). Apoteósica ovación, y ¡Ave Chéjov!