La bendición de Quico a su hijo Mata

Quico, un gallego de pequeña estatura y cara de pocos amigos, nunca imaginó que su llegada al Alcoyano hace treinta años iba a cambiar su vida para siempre. En un fútbol más físico, en el que el ‘tiki-taka’ era una utopía y se seguía hablando de la ‘furia española, aquel explosivo delantero todo potencia y con un cañón en su pierna izquierda, representaba la diferencia en una incipiente Segunda B. Su fichaje por un Alcoyano camino de su cuarta campaña en la categoría procedente de la histórica Cultural Leonesa tras firmar el mejor año de su carrera, supuso todo un toque de distinción para una de las delanteras por las que el tiempo no pasa y cuyo recuerdo aún se mantiene fresco en el Collao. Eran tiempos donde los equipos jugaban con tres arriba, dos extremos abiertos y un delantero referencia, que era el encargado de echar para dentro cualquier balón que acababa en el área rival.

Con Ramón y Doménech formó parte de una delantera cuyos ecos aún suenan en las viejas paredes del Collao. La llegada de Quico al Alcoyano coincidió con una de las temporadas más intensas en Segunda B, aquella que se pasó de tres grupos a un solo, bajando ese año catorce equipos por grupo y quedándose únicamente los seis primeros.

El Alcoyano terminó quinto por detrás de Jerez, Linense, Córdoba y Ceuta y acabaron perdiendo la categoría clubes de la talla del Granada, Levante, Calvo Sotelo, Betis Deportivo o Jaén. A la temporada siguiente, en un único grupo en el que estaban equipos como Tenerife -campeón aquel año-, Eibar, Córdoba, Lugo, Albacete, Almería, Burgos o Salamanca, entre otros históricos, los blanquiazules finalizaron decimosegundos. Fue el año del famoso partido de Copa contra el Cádiz con el lamentable arbitraje de Pes Pérez en el Collao.

Fichaje por el Villarreal

Al terminar aquel ejercicio, un emergente Villarreal llamó la puerta de Quico, con el que firmó por tres campañas y fue subcampeón en el curso siguiente. Ahora con 54 años y un montón de historias que contar, muchas de ellas surrealistas en un fútbol que nada tiene que ver con el actual, vive el fútbol con el orgullo de padre de una de las más firmes promesas de la cantera blanquiazul, el interior Alejandro Mata, de 19 años, que tras ascender la pasada temporada con el Juvenil A a División de Honor, es un fijo en las alineaciones de un filial que quiere romper ya de una con el gafe de quedarse a las puertas del ascenso a Tercera División.

Quico, como hizo su compañero de delantera, se casó con una alcoyana y ya no se movió de aquí, aunque su carrera futbolística le llevó a recorrer media España. Nacido en A Coruña, la enemistad que había por entonces entre el fútbol modesto y el Deportivo hizo que se le cerraran las puertas pese al interés del club de Riazor por ficharle. Aquel episodio forjó aún más el carácter rebelde que siempre le acompañó en el mundo del fútbol. Cuando cumplió la mayoría de edad, a través de un excompañero que era banquero y estaba destinado en Benavente, se fue para tierras zamoranas.

Dos años en Tercera y fichaje por la Cultural Leonesa, donde su carrera se relanza y firma dos de sus mejores campañas. A raíz de un partido de promoción de ascenso en Elda, surge firmar con 24 años por el Alcoyano, que le ofrece una mejora económica y dos años de contrato. “Entonces existía el derecho de retención y la Cultural quería que me quedase. Esperó hasta el último día de cerrar el mercado para dar de alta mi ficha. Estuve dos meses sin jugar hasta que pude presentar un contrato de trabajo”, rememora Quico.

Fueron dos años como blanquiazul en una primera etapa que parecieron toda una vida. Su paso posterior por el Villarreal, que le puso un contrato sobre la mesa de tres temporadas, no fue ya lo mismo. Cumplió solo el primer año y regresó al Alcoyano, aquel de los 7 Magníficos con los empresarios Campos, Lionel Grau y Bosco manejando los hilos de la entidad. La ilusión que se generó a nivel social no se correspondió luego a nivel deportivo y la temporada se cerró con dimisiones y un equipo en mitad de tabla.

Su marcha del Alcoyano

Quico fue una de las víctimas de aquel mal año y no decidió cumplir la temporada que le quedaba, optando por coger las maletas y marcharse a Badajoz, donde vivió en sus propias carnes la peor cara del fútbol, la de los impagos con un presidente que acabó en la cárcel. En febrero se marchó al Barbastro que terminó último. Su siguiente etapa fue el Plasencia -otro club con presidente que terminó entre rejas-, de ahí al Olímpic y después el Alaquás, porque en su paso por el Bocairent y el Contestano ya compaginó el fútbol con un trabajo. “Los dos años de León, antes de venir al Alcoyano, fueron fabulosos”, recuerda Quico que habla de Pepe Martínez como el técnico que mejor entendió en el Alcoyano. “Yo era de bajar a recibir, girarme y directo a portería. Aún me recuerdan lo de la delantera Ramón, Doménech y Quico, y eso que han pasado treinta años. Disfruté mucho aquellos años. Había una afición sensacional, que te trataba muy bien, por eso gente como yo, Doménech y más exjugadores, se han terminado quedando luego en la ciudad. Existía aquel tunel de vestuarios donde el rival salía derrotado de antemano. Escuchar el ruido de los tacos de las botas, algún compañero dando un grito, la verdad que impresionaba. Ahora subo muy poco al Collao porque me pongo enfermo ver cómo dejan que el equipo contrario salga con el balón controlado. En mi época teníamos un equipo con gente muy fuerte atrás que te allanaba el camino. Luego los que estábamos delante tratábamos de hacerle la vida imposible. Si me tuviera que identificar con algún jugador de la época actual lo haría con Pedro”.

Ahora la pasión de Quico son sus dos hijos varones, Aaron y Alejandro. El primero no ha seguido los pasos de su progenitor, es bailarín y acaba de participar en el programa televisivo la Voz Kids, pero el pequeño, de 19 años, apunta maneras y es una de las perlas de la cantera blanquiazul. Mata, que es su nombre futbolístico, también es jugador de banda. “De lo que más orgulloso estoy de él, es que ha se ha hecho a sí mismo y nadie le ha regalado nada. Es un currante, muy trabajador. Estamos hablando de un fútbol distinto al mío. Nos parecemos poco, casi nada, él es un jugador de mucho recorrido dentro del campo. Siempre le digo lo mismo, lo primero es el equipo, ser un buen compañero y después estás tú”.

Llegar a ser futbolista

Mata comenzó en el Fútbol Base del Alcoyano como prebenjamín. Fue su madre, Mari Luz, el pilar de mayor carácter de la familia, además de una gran aficionada al fútbol, quien le animó. Salvo un año en el cadete del Esides, toda su formación la realizó en la cantera blanquiazul. “Hubo un momento”, desvela Quico, “que decidi dejar de ir a ver sus partidos porque notaba que estaba tenso. Pienso que tiene condiciones y puede llegar, pero el fútbol es muy complicado. Me gustaría que lo intentase, aquí o fuera, pero que luego no se quedara con la duda porque vive mucho el fútbol”.

Una idea que comparte su hijo y a la que se está dedicando en cuerpo y alma. “Siendo de aquí, habiendo pasado por todas las categorías de la entidad, mi objetivo es jugar con la camiseta llegó a vestir mi padre. Sé que sería un motivo de orgullo para él y para mi madre. Y si no puede ser aquí, lo intentaré en otra parte, no me importa y estoy mentalizado para ello”. El Alcoyano B ha conseguido levantar el vuelo tras un duditativo arranque, principalmente debido a una plantilla renovada casi por completo, entre jugadores subidos del Juvenil A y bastantes fichajes, la mayoría de ellos que no conocían la competición.

Mata explica que “la victoria contra el Contestano nos dio mucha confianza. Preparamos muy bien ese partido y nos salió cómo lo habíamos hablado durante la semana. Poco a poco somos más un bloque. Lo bueno que tenemos es que hay mucha gente diferente. Tener a un entrenador como Adolfo Soto, que ha vivido el fútbol en grandes clubes, también es importante. Te aconseja en detalles que otros no le darían importancia porque no han jugado al fútbol. El objetivo del ascenso está ahí. En este mes tenemos dos partidos, Dénia y Portuarios, rivales de la parte de arriba, que dependiendo de lo que hagamos podemos pensar en estar arriba o centrarnos en otros objetivos”.

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