Historiadores vs aficionados
Un antiguo seleccionador nacional de fútbol de esta bendita tierra, ampliamente criticado por sus alineaciones, se defendía opinando que cada español era un seleccionador en potencia.
Un ilustre historiador alcoyano, también opina, esto ya recientemente, que en la Comunidad Valenciana existe el mayor numero de historiadores aficionados (léase opositores porque si fueran afectos a la causa no los tendría en cuenta) por metro cuadrado de toda España.
Si ambos fueran más ecuánimes, deberían suponer que en algo estarían fallando cuando tanta gente expresa su opinión en contra.
Yo no soy historiador, pero tampoco tan ingenuo como para creer todo lo que intentan inculcarnos esos personajes que parece que siempre hablan o escriben ex cátedra como el Santo Padre. Sobre todo si las supuestas pruebas que exhiben, están “agarrades amb agulletes” y hacen agua por todas partes.
Según dicen: la historia la escriben los vencedores y luego la adaptan los perdedores. Posiblemente la verdad este en un término medio, pues cada uno siempre arrima el ascua a su sardina. A mi sin embargo me gusta más esta definición: “los eruditos e historiadores, dan una visión – o interpretación – del pasado, que está relacionada con los planteamientos ideológicos y los intereses culturales de cada época, generación o grupo social”. (Blay dixit) Que traducido al cristiano quiere decir: Dime de qué pie cojeas y te diré que opinas.
Por eso me causa pudor, que en pleno siglo XXI, un historiador local mantenga todavía la vieja leyenda de que las zonas del Reino de Valencia conquistadas por los aragoneses hablan en castellano y las colonizadas por catalanes el valenciano, cuando esa teoría ya está obsoleta. O que mantenga la fundación de Alcoy en una fecha concreta, por el simple hecho de que alguien, supuestamente, pues no hay ni una prueba de su veracidad, encontró su Carta Puebla en los archivos de Alcoy, posteriormente desapareció y como no hay constancia cierta de su existencia, no aparece en la relación oficial de cartas Pueblas Valencianas. Eso no fue óbice para que lo celebráramos con fiestas y alharacas i nos gastáramos un dinero que no teníamos y ahora con la crisis lamentamos. Pero aun en el caso de que todo eso fuera cierto, obvian, porque les conviene, que solo el diez por ciento de las que se otorgaron eran fundacionales y el resto, entre las que se encontraría la de nuestra ciudad, lo fueron sobre poblaciones ya existente.
Otro historiador, coge un plano de 1930, ni siquiera el primero del que tenemos constancia que es de 1846, dibuja una muralla a su alrededor y trata de hacernos creer que se trata del Alcoy medieval, para, aprovechando el trazado de sus calles que poco antes habían sido alineadas, poder demostrarnos el origen cristiano de la población de Alcoy.
También apoya y colabora en la teoría de otro historiador para demostrar que el ochenta por ciento de los apellidos de los que vinieron aquí durante la conquista, eran catalanes. En realidad solo fueron un 20% porque Cataluña estaba prácticamente despoblada después de la ocupación de las baleares. Te ocultan que esos apellidos son también de origen occitano y abundaban en el sur de Francia y hasta en el mismo Aragón. Recordemos que Joan Prats, el del Jesusset, era occitano y hasta Simón de Montfort, el que se cargó al rey Pere en Muret, era francés ,pero ambos apellidos pueden pasar por catalanes.
Los documentos antiguos, como pueden ser los libros de las Cortes de Justicia de Alcoy y poco después los de Cocentaina, se supone, o por lo menos así nos lo quieren dar a entender, que están escritos en catalán, en realidad es occitano, para actualmente demostrarse que todos los que lo escribieron eran aragoneses.
Pero como, para no justificar la existencia de un “raval”, una mezquita o un fosar árabe en el primitivo Alcoy, cuando no les interesa, o dan la callada por respuesta o la primera escusa que se les ocurre para salir del paso. En este caso nos dicen: “que debían ser de la franja oriental de Aragón”. Como si ella hubiese pertenecido alguna vez a Cataluña.
Vamos, como para hacerles caso.
P.D. De todos modos no quiero dejar de mencionar la excelencia de alguno de sus trabajos, de los que me he aprovechado en ocasiones, empañados muchas veces por la aplicación de unos ideales que son juntos para el vulgo, pero nunca para historiadores que se precien