Final feliz para una perra que pasó seis años en el albergue
DANIEL PÉREZ, educador canino y voluntario de la @protectoralcoy
“Miro atentamente los barrotes que me separan de la libertad, no sé que hago aquí… Recorro mi jaula junto a mi compañero Aiti… Me encontraron vagando por las calles, me recogieron y me trajeron a este albergue lleno de perros. Cuando miro hacia fuera, veo otras personas, otros perros, todos pasan de largo, soy invisible para ellos; ocasionalmente, alguno me da una chuche, una recompensa, una caricia rápida porque somos muchos los que la necesitamos.
Día tras día sigo aquí, saltando de lado a lado de la jaula en mi afán porque alguien se fije en mí, esperando el tan ansiado día en que encuentre una casa, esperando dejar de ser invisible por fin. Pasan los días, los meses, los años, pero nada cambia, seis años aquí ya…
Pero hoy ya no, hoy se acaba mi tristeza por no tener mi propia casa, hoy es el primer día del resto de mi vida, hoy hago el mejor viaje que podía esperar, el viaje a un hogar.
Me llamo Bika, tengo 9 años, y hoy por fin me voy a casa. ¡Hoy empiezo una nueva vida!”
Seguramente algo parecido a esto es lo que pensaba una de nuestras residentes del albergue canino de Alcoy, Bika, que vivió durante seis años ni más ni menos con nosotros. Y digo vivió, porque afortunadamente acaba de empezar un nuevo camino junto en un hogar donde la quieren.
Nuestro voluntario mas internacional, Carl, de nacionalidad inglesa, llevaba mucho tiempo enamorado de Bika, así que finalmente, el pasado 19 de diciembre, decidió que las próximas Navidades ya no las pasaría en una jaula, sin duda el mejor regalo de Reyes que podía darle.
Pero quién mejor que el propio Carl, para expresarnos el motivo que le llevó a adoptarla y sus sentimientos. Aquí os transcribo lo que nuestro compañero nos ha querido hacer llegar sobre la adopción de Bika:
“Cuando yo solía ver a Bika, literalmente, rebotando en las paredes de su celda, fue como si ella capturara mi rabia y desesperación por no poder hacer más por ella y el resto de refugiados. Cada vez que entraba en la jaula A10 esta desesperación se hacía aún más evidente. Los pocos minutos que pasamos caminando juntos cada semana tuve la impresión de que ella confiaba en mi, y al mismo tiempo yo admiraba su ansia y su determinación. Una vez prometí rescatarla de ese tormento de cemento y un domingo, viendo al albergue acercarse al abismo por la incesante corriente de almas abandonadas, se hizo evidente el duro arrepentimiento que supondría romper tal promesa.
Tenerla aquí conmigo ahora es como tener una segunda sombra. Ella apenas hace ruido cuando me acompaña de habitación en habitación. Aunque ella aún no come regularmente, nunca duda ante la posibilidad de un premio o de disfrutar de la comodidad de una cama ajena. Bika, la loba dorada, aun tiene cosas de un triste cachorro, después de haber pasado cerca de 6 años encerrada lejos del mundo, y de repente estar separada de Aiti, el compañero afable con quien pasó gran parte de ese tiempo. Despacio pero segura ella se está reincorporando al mundo que la rechazó, familiarizándose de nuevo con todos los sonidos y olores que había olvidado. Es la cosa más emocionante ser parte de este viaje.”
Seguro que estas van a ser las mejores Navidades para los dos.