Estudiar con abrigo

He sido una de las tantas personas que, durante sus estudios de Secundaria y Bachillerato, había muchos meses en los que el abrigo era un complemento imprescindible durante las horas lectivas porque su instituto, digamos que, estaba para “actualizar”, como si de un software se tratase.

Esa actualización sigue sin ser una realidad. El Andreu Sempere está varias versiones por debajo de lo que debería ser, porque en mi época de estudiante, entre el 2004 y 2010 –más o menos–, las ventanas y muchas otras cosas no son las de ahora, y aunque hay que valorar los avances y las mejoras, es necesario que los centros educativos, al igual que la vida otros muchos aspectos, estén en equidad.

Un proceso que se sigue alargando, pero de cuyo final confío en poder escribir ya como periodista, una profesión que elegí en el segundo día de una de las optativas que cursé precisamente allí.

Mientras ese recorrido continúa haciéndose más largo y muchos alumnos y alumnas estudian en una versión 0.5, son muchas partes las que dan sus interpretaciones, las que se echan las culpas, las que recriminan, las que dicen y no dicen, las que dicen sabiendo y las que no, las que hacen y no hacen, las que reman al son y las que no, ¡ay la política!

Desde fuera, y sin conocer la verdad real –porque verdades creo que hay tantas como opiniones y personas– es triste, de verdad, es triste ver como en algo tan importante, al igual que sucede en otros asuntos, hay verdades externas y verdades internas, y sobre todo, cómo da la sensación a veces de que no se lucha por el bien de Alcoy, en este caso, por el bien de estudiantes que están luchando por su futuro, aunque haya algunos que digan que así lo hacen, y que son los demás los que no, y viceversa, porque claro, verdades, hay muchas.

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