Vicente Parras, el técnico que devolvió la ilusión

"Un objetivo realista sería acabar entre el cuarto y el sexto puesto que da derecho a luchar por meterse en la Segunda B Pro"

Vicente Parras, el técnico que devolvió la ilusión
Vicente Parras dialogando con su equipo de ayudantes

Vicente Parras siempre fue una persona arraigada a la tierra que le vio nacer. Es por ello que allá donde fue trató de echar raíces y sentirse a gusto. Como jugador decidió colgar las botas con 26 años en Regional porque comenzaba a no disfrutar. Acababa de licenciarse en Derecho, paralelamente empezó a trabajar como administrador de fincas en plena fiebre inmobiliaria y el poco tiempo libre que le quedaba, lo comenzó a dedicar a entrenar. Tuvo que picar piedra en el fútbol base durante una década, hasta que en 2012, tras ascender al juvenil del Elche a División de Honor, le propusieron dirigir al filial franjiverde.

Despojado de esa liturgia que acompaña al entrenador de la base de la necesidad de quemar etapas, su carrera se aceleró hasta aparecer el vértigo en su efímero paso como apaga fuegos en el primer equipo del Elche que buscaba salvarse de caer a Segunda B. Se vio en la obligación de tener que esprintar cuando estaba acostumbrado a ser un corredor de fondo. Fue su tarjeta de presentación y el inicio de un viaje sin vuelta atrás. Su nombre comenzó a cotizarse y el Ontinyent fue el primer club que le echó el lazo. Lo que vino después aún muchos aficionados de El Clariano lo recuerdan con gran cariño, puesto que logró clasificar al equipo para la Copa y se quedó a las puertas de jugar un play-off de ascenso a Segunda B.

No siguió pero regresó dos meses después de iniciada la temporada. Aquel era un Ontinyent herido de muerte, confirmándose su defunción en el inicio de la segunda vuelta. De no ser por los turbios negocios que llevaron a la cárcel a la propiedad del club, seguramente ahora estaríamos hablando de que Vicente Parras estaría iniciando su cuarta temporada en el banquillo de El Clariano por ese arraigo a los sitios. Le es fácil encariñarse. Sucedió en Ontinyent y le está pasando en el Alcoyano. “Me gustaría estar aquí muchos años”, repite con frecuencia. En su momento no le importó paralizar cualquier negociación cuando el Deportivo se cruzó en su camino aún a sabiendas de que llegaba a un club en problemas, con un descenso a Tercera incluido.

Esa fidelidad a una institución no es demasiado frecuente en un mundo tan mercantilizado como el del fútbol. En la pasada primavera, recién terminado el confinamiento y sin saber el futuro del Alcoyano, decidió aceptar –”en dos minutos”, asegura– la propuesta de renovación. En su cabeza solo había una cosa: terminar lo que empezó y subir al Deportivo a Segunda B. “Siempre dije y lo mantuve que vine al Alcoyano por lo que significaba como institución, no porque estaba en tal o cual categoría”. Más de uno se hizo cruces y no salió de su asombro tras anunciarse que iba a quedarse sin saber siquiera si el Deportivo acabaría ascendiendo, cuando contaba con ofertas firmes de clubes de Segunda B e incluso tras hacerse pública su renovación, algunos trataron de convencerle para que rompiera el acuerdo, pero él no quiso faltar a su palabra a pesar de que no había nada firmado.

“Siempre me ha parecido un club especial, venir como rival era un sufrimiento y como espectador me fascinaba ver el campo con tanto público y tan entregado con su equipo. A veces me preguntaba si algún día sería su entrenador y me ilusionaba con ello. Hubo un momento la pasada temporada que fue muy especial y que nunca olvidaré. Fue contra el Castellón en la Copa Federación. Luego ocurrió lo de la eliminación en los despachos, aquello nos dejó fastidiados, pero siempre recordaré la manera que la afición disfrutó aquella victoria. Pensé, “ver rugir al Collao de esa forma es la leche”. La pena fue no haber disfrutado de un play-off de ascenso como campeones con el Collao a rebosar. Es la espinita que tengo clavada, no haber podido disfrutar el ascenso como se merecía el equipo tras la temporada que hizo. Ha sido todo muy frío. El consuelo fue saber que también hubo encuentros en los que la afición disfrutó mucho. Partidos como el día del Atzeneta o el Alzira fueron una pasada”, resuelve.

Lo sucedido el pasado curso, con ese desenlace tan atípico, como todo lo que sucedió a partir de marzo, fue un máster para todos, especialmente para Vicente Parras, como capitán del barco. “Nos puso a prueba. Todo lo que planificamos, saltó por los aires. Hubo que reinventarse. Tuvimos que aprender sobre la marcha. Puedo decir que he salido mejor entrenador”. Le ha tocado vivir un Alcoyano de entreguerras, algo que le preocupa hasta cierto punto. “Si dijera que lo vivido estas últimas semana no ha influido en el ánimo del vestuario, mentiría. Somos profesionales y como a cualquier trabajador le preocupa lo que sucede en su empresa. Claro que hemos estado pendientes de todas las informaciones que han ido apareciendo. Un par de veces han venido a hablar con nosotros para decirnos que estuviéramos tranquilos. Sabemos que la situación no es buena pero es la que nos ha tocado vivir y confiamos en la labor que se está realizando para que el club salga adelante”.

Si apasionante fue el reto en el que se embarcó la pasada temporada, no menos fascinante se presenta el nuevo curso. De cabeza de león a cola de ratón. De equipo obligado a estar arriba por plantilla y prestigio a ser un recién ascendido pero con vitola de ser un clásico en la categoría que acaba de recuperar. “Comparar la Tercera con la Segunda B es como si habláramos de peras y manzanas. No tiene que ver una categoría con la otra. La calidad es mucho mayor, también el nivel de energía, son partidos más igualados y aquí no se rompen a partir del minuto 60. El año pasado se hizo una plantilla para ser protagonistas y dominadores en los partidos. Llamabas a un jugador para decir que se viniera y enseguida te decía que sí por el prestigio que tiene el Alcoyano. Ahora es distinto, eres el recién ascendido, encima te encuentras con una categoría totalmente disparada porque todos quieren jugar en la Segunda B Pro. Por un lateral se ha llegado a pedir 60.000 euros, algo a lo que nosotros no podemos aspirar ni en sueños. Clubes con un gran potencial económico como Ibiza o Hércules han apostado por jugadores más talentosos y creativos, nosotros en cambio hemos buscado un perfil diferente, más el de futbolista aguerrido y batallador con algún toque de calidad en ataque”.

Vicente Parras tiene claro que al Deportivo le corresponderá desempeñar “un papel muy diferente al del año pasado donde el equipo tuvo momentos brillantes. Se ha buscado hombres y no nombres, jugadores que sepan lo que es la Segunda B y cuyas características se adapten al Collao. En casa hemos de hacernos fuertes, aunque sin público el factor campo ya no es tan determinante y fuera hay que ser atrevidos y buscar los tres puntos porque no te vas a encontrar campos como el Rico Pérez con varios miles aficionados. Quiero un equipo honrado y trabajador, independientemente de que le salgan mejor o peor las cosas en un partido”, advirtió para luego hacer un repaso de los fichajes.

“Han venido jugadores –explicó– que ya conocen el club como Ángel, Primi o José Solbes. Otros conmigo rindieron muy bien como Satoca o Alberto Rubio, están los casos de Juanan, Jordán o Ramón con muchos partidos en la categoría a un nivel muy alto. Se han fichado sub’23 como José Solbes, Camacho y Mourad que los consideramos como si fuera séniors, por Raíllo había varios equipos en Cataluña que lo querían y va a ser un jugador que por sus características gustará mucho en el Collao. El único caso especial es el de Jona, un futbolista diferente y alrededor del cual se han dado unas circunstancias que han hecho posible su fichaje, de lo contrario hubiera sido imposible su incorporación”.

Sin ya el papel de actor principal con el que le tocó cargar todo el pasado curso, el Deportivo habrá de ganarse el respeto que no siempre encuentran los recién ascendidos. “El diseño de la competición hace que cada resultado cuente, no puedes pensar en reconducir la temporada más adelante si las cosas se tuercen pronto. El margen de error es mínimo, por lo que es muy importante empezar bien. El año pasado conseguimos tener a toda la plantilla muy pronto. Solo Juli llegó al final. Ahora nos hemos encontrado con jugadores que no competían desde marzo. El primer objetivo que nos propusimos era igualar el nivel físico, algo que al principio de la pretemporada fue imposible. Ha empezado la liga y tampoco se ha conseguido en su totalidad. Algunos van como verdaderos aviones y a otros les está costando bastante. El siguiente reto era táctico, conseguir ser competitivos. En Orihuela se vio que el equipo terminó en campo contrario. Y, por último, necesitamos mejorar en ataque. Ahí hemos de dar un importante acelerón. Nos cuesta porque empezamos la casa por los cimientos, tener seguridad defensiva. Todavía nos cuesta mucho generar ocasiones”.

Mientras llega ese equilibrio, Vicente Parras no se asusta a la hora de marcarse un objetivo. “Queremos mirar hacia arriba porque hacerlo hacia abajo es el primer paso a quedarte atrás. Todos queremos acabar entre los tres primeros, pero debemos ser realistas y pensar que estará complicado. A mí me gustaría estar cerca del tercer puesto, nunca más allá del sexto que te condenaría a pelear por no bajar. Un objetivo realista sería acabar entre el cuarto y el sexto puesto que da derecho a luchar por meterse en la Segunda B Pro”.

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