Un sueño permanente, hoy realizado

Miro a través del ventanal para salir del hotel, el jardín de enfrente, es hermoso y observo el cielo todo azul, ni una nube asoma en un París siempre tan lluvioso, es sorprendente, pero seguro que antes o después de salir del metro caerá un lluvia tenaz. Pero no, me equivoco, el sol ha llegado a París para quedarse, le digo a un funcionario que los franceses nos han robado el sol. “Pues sí, (On va vous le rendre) pero lo vamos a devolver” aunque parezca extraño no cumplen su palabra, el sol se queda, insiste en que volvamos a casa, morenos como …. bueno llevamos paraguas. Había pedido al grupo que me acompaña, un año más, que: “no olvidéis el paraguas en París siempre llueve”, me equivoqué, esta vez ni una gotita, todo sol, pero sol de agosto, cuando tienes más ganas de ir a la playa que a visitar la ciudad Luz, así que el paraguas nos ha servido de sombrilla.

Esta mañana he telefoneado a los amigos que, una vez más me han acompañado, para preguntarles que para cuando pensaban fusilarme, todavía se están reponiendo. He tenido suerte, son gente estupenda y creo que van a perdonarme mis insensateces.

El paseo desde la Place de la Concorde, subiendo les Champs Elysées, pues (tres kilómetros) nos pareció la maratón, no llegábamos nunca. Al revés, bajando desde l’Arc du Trionphe de l’ Etoile, pues lo mismo, el Louvre está a años luz, quizás no, será que estábamos muy cansados. Recuerdo haber pasado dos años todos los sábados visitando un museo impresionante y no creo haberlo visto todo. El hermitage de Rusia, creo que es más grande que el Louvre, quizás.

Las dos horas de cola para entrar a Versaille ya nos dejó quao, el maravilloso palacio, el jardín, el lago, las fuentes con bellas imágenes con la música y los chorros de agua bailando al son de una música clásica, pues sí, algo único.

Napoleón sigue su eterno descanso, allí en la tumba color granate, no nos ha dicho ni pum, seguimos, hay militares que entran y salen en este palacio-museo militar y tumba de Napoleón llamado “Les Invalides”, bueno no queda muy lejos de la place de la Concorde, antes de la Revolución, donde infinidad de cabezas rodaron al suelo, en aquellos tiempos de la Revolución, donde La fraternité, la solidarité la liberté, cambiaban el orden mundial.

He decidido presentar una demanda a Monsieur Macron, más escaleras mecánicas en el metro y más bancos para sentarse antes de caer de agotamiento. Veremos si me atiende.

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