Un disfraz para la violencia contra las mujeres
Con el 25N tan cerca, es necesario exponer las dificultades a las que las mujeres todavía a día de hoy nos enfrentamos; porque la violencia contra las mujeres se manifiesta de diferentes formas y es igualmente dañina. Si bien la violencia de género es la más conocida (lamentablemente), existen otras artimañas más sutiles que van calando como una llovizna en la sociedad. Un ejemplo de ello, es el concepto de relación amorosa que nos han hecho anhelar y desear, que no es más que otro ejemplo de dominación del hombre sobre la mujer disfrazado de cuento de hadas.
Nos han hecho creer en unos ideales totalmente distópicos a los que intentamos, por todas las maneras posibles, alcanzar. Nosotras soñábamos con llegar a ser una princesa Disney, mientras ellos, espada en mano, nos rescatarían para que adecentáramos sus castillos. Y estas historias no son más que un reflejo de como se entienden las relaciones amorosas en la actualidad, aunque llevado exponencialmente a otro nivel, con muchos más factores a tener en cuenta para comprender estos idilios tan cuestionables.
La violencia de género es un problema que afecta a todas las sociedades del mundo y que no entiende de raza, religión, o posición socioeconómica, es como una pandemia. Parte de este problema radica en el sistema patriarcal y en los roles que asumimos las personas que formamos parte de dicho engranaje social. Las posiciones de poder que tradicionalmente han ocupado hombres y mujeres también se han reflejado durante décadas en las parejas sentimentales. La mujer sumisa e indefensa que besaba por donde pisaba su amado fuerte y protector, el sustentador de la pareja y el que tomaba todas las decisiones. La pareja sentimental no era más que otro ejemplo de perpetuación de los patrones que diferenciaban los roles que cada persona asumía en el patriarcado.
Utilizando el mito del Banquete de Platón se creyó que por encontrar a tu “alma gemela” todo valía. Pero el hecho de entender que esa persona era la adecuada para ti, esa fe en el amor romántico del que tanto se ha hablado, lo único que hacía era tratar de que la mujer se acostumbrase, se amoldase, se habituara a todas esas actitudes que jamás habría querido en su amor pero que, como era su alma gemela, su media naranja, tenía que querer igualmente.
Pero no se puede esperar otra cosa de una sociedad que se rige por los mandatos machistas del patriarcado. Cuando todo el sistema social que te rodea se basa en la superioridad del hombre sobre la mujer, todo lo que se produzca será un reflejo de esto. El cine, la música, la historia, la cultura, etcétera. Por eso no se conocen apenas mujeres influyentes en la historia (en comparación con la representación masculina), por eso las canciones que más cantábamos hablaban de sumisión, maltrato u obediencia, por eso una película sobre un hombre que abusa de una mujer puede ser número uno en taquillas y por eso cuando pensamos en puestos de poder los vemos representados por hombres y no por mujeres.
Por suerte todas estas construcciones sociales son permeables al cambio, y vivimos en una modernidad líquida en la que todo está en continua mutación, en transición y debemos aprovechar esta característica. El movimiento feminista fue y es un factor de cambio en la sociedad actual y cuando se aplica el enfoque de género de manera transversal a todos los aspectos de la vida, aparece gente que se replantea la información que le llega, que escucha las canciones (y no las oye), que elige qué ver y qué no, y que lucha por acceder al mismo poder que los hombres. Solo desde una perspectiva feminista el amor se entenderá de otra manera y no matará, solo así se crearán uniones basadas en la igualdad, el respeto, la empatía, la autonomía y la libertad. Porque, aunque siguiéramos las pautas de la sociedad líquida de Bauman y quizás las relaciones también son efímeras, flexibles o líquidas, no por ello deberían ser tan dañinas como lo son ahora y costar tantas vidas.
Quizás deberíamos centrarnos en nosotras mismas, querernos, cuidarnos, apoyarnos, desarrollarnos como mujeres empoderadas y ser conscientes del tipo de relación que queremos y merecemos. Alejarnos de los cuentos de hadas y abrir los ojos ante una sociedad que pretende dejarnos al margen; luchar, reivindicar y hacer entender a la gente que la era del patriarcado llegó a su fin, que en una sociedad moderna no hay sitio para el machismo y que, lo más inteligente es apostar por una sociedad que promueva la igualdad entre mujeres y hombres, porque solo así se podrá avanzar.
El 25 de noviembre nos recuerda que todavía hay mucho camino por recorrer, y, debe hacernos entender que para cambiar la realidad tenemos que empezar a cambiar actitudes tradicionalmente aceptadas, que por ser “lo normal” o “como ha sido siempre” no es lo correcto. Porque intentar acabar con la violencia que sufren las mujeres no es más que defender uno de los derechos humanos más importantes con los que contamos y entender que como sociedad estamos fallando si permitimos que miles de mujeres al año sufran violencia por el simple hecho de haber nacido mujeres.