Un 10 dentro y fuera del terreno de juego

Aitana Gisbert ha cumplido esta temporada su primer curso en el Valencia Alevín Femenino

Un 10 dins i fora del terreny de joc
Aitana Gisbert apareix conduint una pilota. | VCF

La historia de Aitana Gisbert es una mezcla de amor a unos colores y de pasión por el fútbol. Creció bajo la influencia de su abuelo paterno, Juan, fallecido hace un tiempo, quien seguro ahora estaría tremendamente orgulloso de la carrera que lleva su nieta.

Como herencia le dejó su amor por el Valencia CF. Una pasión que le marcó para siempre desde muy pequeña. Han sido infinidad de veces imaginando defender ese escudo porque sabía que su abuelo iba a sentirse muy orgulloso de ver a alguien de la familia pisando algún día el césped de Mestalla.

Hasta el punto de llegar a preguntarle a su madre, Anna Gimeno, con la inocencia de la edad, si algún día fichaba por el Valencia sería posible llevarla las veces que hiciera falta para entrenar. Aquella conversación repleta de ingenuidad iba a cobrar especial relevancia pocos años después, una vez que la carrera futbolística de la pequeña Aitana cogió vuelo y ahora sí, de manera seria, el Valencia se cruzó definitivamente en su camino.

Sucedió el pasado verano. Culminaba así un largo proceso, que comenzó en Benicarló, donde su familia fijó su residencia provisional por razones de trabajo. En el patio de su nuevo colegio se aficionó al fútbol. Se pasaba todo el día dando patadas a un balón. Ella quería jugar en un equipo pero sus padres no le dejaron porque ello representaba quedarse en Benicarló y los fines de semana no venir a Alcoy.

Fue en el regreso a nuestra ciudad dos años después cuando pudo cumplir ese deseo. Comenzó jugando en el Salesianos Juan XXIII, pero donde su carrera despegó definitivamente fue en el Contestano. Su talento empezó a llamar la atención y varios clubes de la zona quisieron ficharla. Sin embargo, acostumbrada a enfrentarse a chicos, notaba que se aburría jugando solo con chicas, cuyo fútbol base está aún en proceso de despegue.

Aitana Gisbert, que ahora tiene 12 años, se sentía entonces muy feliz jugando con sus amigos en el Contestano, pero empezaba a ser consciente de que si quería progresar dentro del mundo del fútbol había de buscar acomodo en otro lado porque su nivel necesitaba mayores estímulos. Surgió la posibilidad de fichar por el Elche, idea que rechazó, mientras que no le gustó lo que vio en la prueba que realizó con el Levante.

Hasta que recibió una carta de invitación del Valencia para hacer una prueba. Fue como un amor a primera vista. Sus técnicos, nada más verla desenvolverse por el campo la primera vez, no dudaron en proponerle firmar su incorporación inmediata. El inconveniente vino del horario que utilizan las chicas para entrenar, que es a partir de las ocho, cuando sale el autobús que lleva de regreso a casa a los chicos del fútbol base del Valencia que viven en poblaciones de nuestro entorno.

Un 10 dentro y fuera del terreno de juego
Junto al internacional Soler, una de las estrellas del Valencia CF.

Fue entonces cuando cobraron vida las palabras que pronunció su madre al aceptar llevarla las veces que hiciera falta para ver cumplido ese sueño futbolístico. Si su abuelo paterno ha sido en los últimos años su ángel de la guarda desde el cielo, quien la aconseja y se sacrifica en el día a día es su abuelo materno, Vicent, porque es él quien se encarga, a comienzos de temporada dos veces y después de Navidad pasaron a ser tres viajes por semana, de llevarla a entrenar hasta la Ciudad Deportiva Antonio Puchades de Paterna. El viaje de regreso, que es sobre las diez de la noche, lo hace muchas veces con el pijama enfundado en su cuerpo, para pasar del coche directamente a la cama.

Para muchos, el rendimiento de Aitana Gisbert dentro del terreno de juego ha sido todo un descubrimiento, pero quienes la conocen no se sorprenden de lo mucho que está consiguiendo. No solo es un 10 en el campo, también alcanza la excelencia fuera de los terrenos de juego, tanto en la manera de dirigirse a sus compañeras y compañeros de vestuario y a los rivales, como en sus estudios como alumna de 6º de Primaria del colegio Esclavas, donde su media ha sido también de diez.

Precisamente el 10 es el dorsal que luce en el campo, lo que dice mucho de la ascendencia que tiene la alcoyana tiene dentro del equipo, pese a ser su primera temporada en el Valencia. Por edad le toca dejar el Fútbol 8 para estrenarse la próxima temporada en Fútbol 11 con el infantil del Valencia Femenino. Se espera que en el próximo curso acabe de definir su posición dentro del campo, puesto que tiene gol pero lo que mejor le define es su visión y despliegue en el terreno de juego.

Su fichaje por el club de Mestalla ha reforzado más si cabe la pasión por ese escudo. Hasta el punto de llevarle en abril pasado a Sevilla para presenciar la final de Copa contra el Betis, que perdieron los de Bordalás. Un partido que coincidió con otra de sus pasiones, que son las fiestas de Moros y Cristianos como miembro de la Filà Cruzados. Pero ese día no le importó colgar por unas horas el traje en el armario de cada, enfundarse el chándal del Valencia CF y subirse en el autobús de seguidores que hizo el viaje de noche desde Valencia hasta la capital hispalense, coincidiendo con el día de Sant Jordi. El año que viene deberá elegir porque los Cruzados tienen Capitán y su padre Escuadra de Negres.

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