Silencio
El escandaloso mes de abril se ha quedado en silencio.
La Semana Santa sin sus procesiones, el redoble de tambores y cornetas.
El domingo de Resurección, que como cada año madrugamos para ir a la Iglesia Evangélica Bautista a celebrar el culto de Jesucristo resucitado, por supuesto con todas las medidas de seguridad y acorde a las leyes vigentes, lo hacemos todavía siendo de noche, un cafetito y salida al balcón a escuchar la traca de la despertá, el sonido de los xiulitets, el murmullo de aquellos que con sus trajes bien planchados y zapatos limpios van con una gran sonrisa a vestir al gloriero, el canto de los pajaritos, los niños todavía somnolientos de la manita de sus papás a seguir la tradición.
Y este año sólo el canto de los pájaros, y me dio mucha pena, camino a la Iglesia que no se veía a nadie de los antes nombrados ni ninguna algarabia.
De vuelta a casa todavía más silencio, sin pasodobles acompañando a los festeros, ni el típico alboroto ya con el tono de voz más elevado después de haber almorzado y meterse en el cuerpo algún herberet.
Ya en casa dejando pasar la mañana mirando con nostalgia desde mi balcón, haciendo un pan, preparando cosas y esperando el momento de comer la típica mona, con sus embutidos, quesos, habas y aguasal, y un buen vino con tranquilidad en el hogar y gracias que mi hijo el pequeño decidió compartir mesa con nosotros junto su joven novia, lo pudimos disfrutar a pesar de lo diferente de éste año y ese Silencio que como os comento reinó en las calles.
Luego llegan los días de nuestras amadas fiestas y un gran silencio festero ensordecerá la ciudad, sin música, ni aplausos, tracas, sirenas de la feria, sin embajada ni el resonar de los trabucos. Empezamos a quedarnos sin palabras de ánimos para la gente mayor, los jóvenes que no pueden salir, los comerciantes, hostelería todos los que trabajan para la fiesta, etc…Esto se está haciendo insoportable, estamos demostrando una obediencia y algunos incluso sumisión que parece increíble, todos a la espera de la vacuna como solución al problema, desesperados para tener una vida casi normal, parecida a lo que teníamos porque creo que ya nunca será igual. Sólo espero que cuando todo esto pase y se rompa el silencio, se sepa toda la verdad, y quien ha creado, provocado y consentido tantas muertes, hundimiento económico, engaños unos detrás de otros, etc. paguen por todas sus maldades e incompetencias.
En San Mateo 22- 21 nos dice: Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Así que sin prisa pero sin pausa, cuando las aguas lleguen a su cauce, habrá que ver que se le recrimina al “César” y que se tiene que agradecer a Dios.