Ser o no ser ¿esa es la cuestión?

Ninguna expresión cultural debe estar por encima de la ley. Este enunciado debería marcar la lógica de la integración social de diferentes estigmas, culturas o creencias de otros países o geografías. Con aspiraciones demagógicas de tolerancia sin una conciencia pedagógica basada en la educación del respeto, todos somos buenos y malos en función del enfoque de la persona que gobierne o que realice la denuncia a otro ciudadano.

El espacio libre o libertad de un individuo termina donde empieza a invadir el de otro. Sin imposiciones, pero tampoco sin cesiones, corresponde asegurar una coexistencia multicultural con leyes que no prioricen en unos pocos y sí salvaguarden la globalidad o interés general. Siendo pues las minorías turbulentas o calmadas, dignas de ser escuchadas, respetadas y atendidas, aunque no tienen por qué ser compartidas por una mayoría diferente con mayor peso histórico en un estilo de vida determinado.

Por tanto, las creencias y deseos que inciten motivaciones separatistas, soberbias, exclusivas y prioritarias sobre el resto, convendrían ser controladas en una sociedad que pueda verse contaminada por estas, favoreciendo la antesala de historias pasadas que son preludio de esquemas afectivos gobernados por sentimientos negativos y acciones que reprochan arrepentimiento sin tiempo para enmendar el daño afligido. Tal vez por una causalidad que, sin pretenderla, llego como casualmente a ojos ciegos de los que la consintieron como destino que está escrito y sin remedio para anteponernos a ella. Nunca la idea de ser distinto fue ser mejor o peor, pero normalmente convierte al pueblo belicoso con derechos y privilegios ajenos a los demás y con una actitud exponencialmente radical en palabras y posteriormente hechos.

Tiempos remotos nos toca vivir, más bien siempre los hubo y los habrá, siendo en los mismos lugares, pero momentos distintos. De ahí, que cada instante sea único y se deba tratar con específicas herramientas. Herramientas o instrumentos que son evolución de las que existieron, sin embargo, muchos se empeñan en utilizar las de antaño para resolver problemas presentes.

Negarnos a la evidencia no cambiará la situación como bajar los párpados y pedir que el mundo deje de girar. La previsión debe agarrarse al poder de la prevención, siendo el acto de esta. Y no escurrirse sin escoger decisiones que obren cimientos a condiciones actuales con imprevistos venideros clásicamente inoportunos.

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