¿Se atreverán a perjudicar a tres millones de empleadores?

Todas las personas que conocemos hoy o bien están confinadas en su casa, o bien están trabajando y claramente poniendo en riesgo su salud. No hay una sola persona que no esté en este estado y no hay una sola persona en nuestra sociedad al que el virus COVID-19 no le ha cambiado la vida. Este es el final de un relato que empezó hace unas cuantas semanas. En este artículo solo pretendo contarles cual es la situación de un pequeño, pequeñísimo, emprendedor y como el tejido de la pyme de estas comarcas afronta este tremendo desafío de hoy.

El sábado día 14 de marzo los representantes de más alta graduación de este país ofrecen una rueda de prensa para comunicar a la ciudadanía que el gobierno de la nación, haciendo uso de sus poderes, establece el estado de alarma para toda la ciudadanía española. Estas medidas, entre otras, consideran que las relaciones tal y como las conocíamos, están absolutamente en entredicho. Una de las múltiples derivadas que tiene esta coyuntura es que las pymes, las micro pymes, los autónomos y los trabajadores a su cargo van a ver menguados sus posibilidades de crecimiento y sostenibilidad económica. Sencillamente, nuestros puestos de trabajo, nuestra capacidad económica presente y futura, quedan gravemente alteradas. Un estado de alarma que deriva en una época con una elevada dosis de INCERTIDUMBRE. ¿Respuesta general de la ciudadanía? Asumimos la responsabilidad y nos quedamos confinados tal y como se nos ordena.

Calculo que en este país los autónomos (3,2 millones) y los/las trabajadores/as de pymes y micro pymes conformamos un colectivo que está cerca de los 11 millones de personas. Aproximadamente un 70% de la masa de población que trabaja en este país o bien lo hace en una pyme (sea autónomo o trabajador) o bien es autónomo (tenga trabajadores a su cargo, o no).

Repito las cifras: 11 millones de personas. El 70% de la población que trabaja.
Volvamos al relato. Después de asumir la responsabilidad y después de racionalizar la situación, empezamos a entender que “algo debemos hacer”. Los responsables de este tipo de empresas pasamos un fin de semana “muy divertido” tomando decisiones, haciendo cálculos, molestando a nuestros asesores y auto responsabilizándonos de la situación: ERTES, reducciones de horas y de contratos y cambios del modelo de negocio se combinan con la anterior mencionada INCERTIDUMBRE y además, salpicada con el consabido disgusto de tener que llamar para decir a tus compañeros de trabajo que “dada la situación actual, tenemos que parar la actividad, sintiéndolo mucho hemos de recortar/modificar/cambiar….. y por desgracia, nos vemos obligados a reducir tu jornada…”

Y así van pasando los días. Nos hacemos cargo de la situación. Sabemos que la manera que tenemos de ayudar a nuestros conciudadanos es QUEDARNOS EN CASA. A la tragedia sanitaria, en nuestro caso, se suma la tragedia personal y empresarial. AÑOS, sí años, trabajando como animales, sacrificando TODO por nuestro proyecto, auto responsabilizándonos de la economía de nuestros trabajadores y viviendo nuestra profesión como una aventura diaria. Todo está en peligro, todo puede que se tambalee y caiga. Puede que tengamos que cerrar. Puede que en un año este tsunami haya arrasado con todo ese esfuerzo. Puede que haya llegado la hora de decir ADIÓS. Pero asumimos que estamos en una situación complicada, difícil y hay que ayudar. Cueste lo que cueste. Cueste lo que nos cueste.

Llegados a esta situación, empezamos a preguntarnos, según avanza el mes de marzo, una cuestión que en días vamos a resolver (aunque sabemos la respuesta, no queremos saberla): Si con un REAL DECRETO hemos tenido que paralizar la actividad, si por desgracia, ante una situación de estado de alarma, hemos tenido que tomar medidas extraordinarias, si por orden gubernamental vamos a ver como nuestras empresas NO INGRESAN, ¿Qué sucede con la cuota de autónomo?

No puedo hablar por boca de personas que no conozco. No puedo asegurar nada. Lo que sí puedo hacer es dar testimonio de lo que he vivido esta última quincena compartiendo tiempo con muchísimos emprendedores y empresarios de nuestras comarcas. Hemos asumido la responsabilidad, hemos dado prueba de estar del lado de la ciudadanía, en la medida de lo posible, hay empresas que incluso han puesto su producción al servicio del bien común. Nunca hemos querido aprovechar esta situación para despedir a nadie. Nuestros trabajadores son nuestros compañeros de trabajo. En una pyme o en una micropyme el concepto “clase trabajadora” no existe. Es más, me atrevo a decir que formamos un colectivo muy vulnerable y que en caso de crisis económica somos nosotros los que en más de una ocasión hemos sacado las castañas del fuego. Y, aun así, callamos y trabajamos para sacar adelante nuestras empresas y a nuestras familias. Repito, no queremos ayuda. Sabemos hacerlo solos. No queremos un subsidio que nos silencie. No queremos nada que no sea lo justo.

Se nos obliga a parar (y lo entendemos), se nos insta a despedir, y también lo hacemos. Se nos obliga a responsabilizarnos de una situación que a todas luces ha superado a la clase dirigente de este país e incluso ponemos nuestra empresa al servicio del bien común. No podemos facturar, pero sí podemos ayudar. Y una vez más, volvemos a las preguntas que anteriormente nos hacíamos: ¿sino podemos facturar porque nos obligan a no hacerlo, deberíamos pagar la famosa cuota de autónomo? ¿Se atreverán a perjudicar a 3 millones de EMPLEADORES? ¿Es una buena medida cobrar un mes de autónomos si sólo hemos tenido posibilidades reales de trabajar durante 13 días y no 31? ¿En qué medida va a afectar el cobro a nuestros trabajadores? ¿Y a nuestras vidas?
Finalmente, entre el día 30 y 31 se desveló el misterio. “Sí, se lo han cobrado”. Entero e Integro. Repito, de mi boca (en este caso de mi ordenador) no saldrá jamás una sola expresión que diga que la cuota es demasiado alta (esto da para otro debate) o bien, si el impuesto que se aplica al beneficio es demasiado alto (25%). Estoy lejos de ser un antisistema pero también estoy muy lejos de no ver el abuso que históricamente se ha cometido sobre un colectivo que no sabe ni de leyes ni de asuntos de estado; solo sabe hacer una cosa, TRABAJAR. Y creo, ahora si que lo llevo al plano personal, que debemos empezar a reclamar un trato diferente. Aunque solo sea por interés político. No queremos subsidios. No queremos aplazamientos. Sólo exigimos RESPETO. Damos trabajo a demasiada gente. De nuestra salud económica se beneficia indirectamente muchísima gente de este país. Nunca hemos alzado la voz. Siempre hemos agachado la cabeza y hemos hecho lo que solo sabemos hacer: TRABAJAR. Ahora toca callar. Ahora hay que arrimar el hombro y lo haremos. Ya lo estamos haciendo. Pero vamos a exigir JUSTICIA. No por la cuota de autónomo, eso es casi lo de menos. Sino porque no se nos trate con respeto. Solo pedimos eso. Puede ser un buen comienzo, ¿no creen?
Para terminar, acabaré con preguntas para la reflexión:

¿ES JUSTO TRIBUTAR ORDINARIAMENTE EN ESTAS CIRCUNSTANCIAS COMO SI LA SITUACIÓN NO FUERA EXCEPCIONAL?
¿POR QUÉ PARA EL RESTO SÍ Y PARA NOSOTROS NO?

Como dice una canción de Bob Dylan, “Blowin’ in the win” (LA RESPUESTA ESTÁ EN EL VIENTO)

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