¡Mi cachorro me gruñe!
Estos últimos meses, estoy recibiendo muchas consultas por casos de cachorros que gruñen… Aunque no se pueda decir que el 100% de estos casos sean siempre por la misma causa, sí lo han sido el 100% de los que yo me he encontrado. Y la causa siempre ha sido que se estaba tratando al cachorro de forma injusta.
Empecemos repasando el significado del gruñido. El gruñido es una herramienta comunicativa que tienen, no solo los perros, sino los cánidos en general. El gruñido es un aviso, traducido a palabras sería algo así como “como sigas por ese camino, te voy a morder”. Por tanto, una vez comprendido ésto, podemos interpretar que eso que estamos haciéndole al perro que detona el gruñido no le gusta. Hasta aquí creo que estaremos todos de acuerdo. El siguiente paso es donde los propietarios suelen errar. La interpretación de la mayoría de ellos suele ser que el cachorro “tiene mal genio”, “es malo”, “es agresivo” o incluso “dominante”.
Como en cualquier situación en la que nos encontramos con un comportamiento que queremos modificar, lo primero que debemos hacer es analizar la funcionalidad del mismo; es decir, qué quiere conseguir el animal haciendo lo que hace. En este caso lo tenemos claro, que la situación cese. Por otro lado, debemos analizar qué está ocurriendo como para que el perro quiera que eso termine. En el 100% de consultas de este tipo que me he encontrado estos meses ha sido siempre la misma situación, manipulación excesiva, la mayoría de veces por parte de niños y algunas incluso por parte de adultos. Y con manipulación excesiva me refiero a perros que son sujetados en forma de “abrazo” de forma exagerada, que son “acariciados” de forma demasiado brusca, que son retenidos contra su voluntad, que son forzados a interactuar o que se les quitan objetos de forma injusta. Expliquemos caso por caso.
Ya hemos explicado en repetidas ocasiones que los perros no comprenden los abrazos; para un perro un abrazo es una situación asfixiante, retentiva que solo se puede traducir en incomodidad. Dependiendo del tipo de perro que tengamos – más o menos sensible, o más o menos tolerante – protestará en forma de gruñido, incluso llegará a morder o simplemente aguantará la situación callado, cosa que tampoco denota que le agrade. Por otro lado, un error que cometen muchos propietarios es dejar a niños y perros interactuar sin supervisión. Con este tema yo soy muy estricta, jamás dejo sin supervisión a un perro y a un niño hasta que el niño no tiene mínimo 10 años. ¿Por qué? Pues porque los niños son niños, experimentan, prueban y se comportan como niños; y los perros son perros. Y lo más importante de todo, los perros no tienen por qué aguantar malos tratos por parte de los niños. Y sí, un abrazo excesivo es un mal trato hacia un perro. También lo es retener al perro en contra de su voluntad sin habituarle previamente a ello de forma gradual.
Por otro lado, otra situación en la que un cachorro puede llegar a gruñir e incluso a morder es cuando les quitamos algo de la boca que han cogido. Si lo analizamos desde el punto de vista del cachorro, es normal; sobre todo cuando esta situación se repite excesivamente. La queja de los propietarios siempre suele ser “¡Es que lo coge todo, y siempre son cosas peligrosas para él!” Como siempre, vamos a intentar empatizar con el perro poniendo un ejemplo con personas. Una situación equivalente con humanos sería un bebé al que se le dejan muchas cosas a su alcance que son peligrosas. El bebé coge una cosa y nuestra reacción es rápida “¡No! Eso no”, inmediatamente se la quitamos. El bebé gatea por la casa hasta que llega a otro lugar en el que hay algo peligroso a su alcance, y como él no lo sabe, lo coge. Nuestra reacción vuelve a ser la misma. A la cuarta o quinta que se repite esta situación, nuestro bebé protesta, llora y/o se enfada. ¿Está justificado? Por supuesto que sí. ¿De quién es el error? Por supuesto nuestro, ya que el bebé simplemente está realizando la conducta explotaría típica de los infantes. Coge todo lo que tiene alrededor para ir conociendo su medio y aprendiendo. Los cachorros hacen exactamente lo mismo. ¿Por qué con los bebés no se dan estas situaciones y con los cachorros sí? Fácil. Con los bebés hacemos prevención, es decir, no dejamos nada peligroso a su alcance; pero con los cachorros no lo hacemos. ¿Resultado? Nuestro cachorro termina enfadándose porque le quitamos, de forma injusta desde su punto de vista, todo lo que coge.
Al igual que no podemos explicarle a un bebé que algo es peligroso para él, tampoco podemos hacérselo entender a un perro muy joven; por lo que la única solución viable es hacer prevención; es decir, no dejar cosas a su alcance que no queremos que coja, y por otro lado, darle juguetes y opciones de exploración que a nosotros nos parezcan adecuadas.
En ninguna de las consultas de este tipo que he tenido estos meses me he encontrado con un gruñido sin justificación por parte del perro.
Artículo de Vanesa Carbonell. Educadora/entrenadora canina y psicóloga