Los últimos serán los primeros
El título del artículo de este primer mes del año nuevo puede llevar a confusión y hacer pensar que me refiero al conocido versículo del libro de San Mateo, pero no es el caso; quiero hacer reseña sobre lo que parece que es la última fiesta del año cuando en realidad es la primera de este año, que apenas acabamos de empezar a recorrer con la ilusión y esperanza que sea mejor que el que acabamos de despedir.
Me refiero a la Cabalgata de los Reyes Magos, ese día de ilusión, fantasía, en la que nos convertimos en niños y en su día previo escribimos la carta con pasión y con la ilusión de que sea leída y puedan hacer realidad nuestros deseos.
Salud, trabajo y amor, no creo que haya carta que se precie, para los menos niños, que no lo pongamos en nuestro escrito, ya lo firmaríamos y nos pegaríamos con un canto en los dientes con que sólo se hicieran realidad estas peticiones.
Son días fantásticos donde los haya, con ese despertar ansioso de que oscurezca el día y escuchar el bando real, con los nervios a flor de piel, viendo los bailes populares, la mismísima familia de Tirisiti en persona, música, luces, el mensaje anunciando la llegada de los Sabios de Oriente y por fin, les burretes acompañadas por nuestros queridos pajes. Esas miradas ilusionantes de los niños que iluminan las calles en la caída de la noche, que se convierte en una de las más largas del año. Mientras nuestros visitantes tan especiales, descansan en el Preventorio después de un largo viaje. Y continúan ocupados con su séquito leyendo las cartas y preparando paquetes de regalos. En nuestra sierra, un lugar entrañable y acogedor y muy bien preparado, gracias a los amigos Samaritas.
Se asoman los primeros rayos de sol y empieza la máquina a trabajar, los trabajadores del Ayuntamiento, los equipos de limpieza, la policía, músicos, porteadores, encargados de los animales, maquilladoras, y mucha más gente que quizás ni la vemos. Y por supuesto los imprescindibles “paqueteros” que año tras año cuidan y organizan los paquetes para que lleguen puntuales a sus destinos y no dejar que ni tan siquiera uno se pierda. Un trabajo voluntario e impagable y que desde aquí queremos dar muchas gracias por su trabajo, tanto a ellos como todos los nombrados. Y llega la hora en que las luces destellantes de la policía motorizada nos ponen en alerta de que ya están ahí. Detrás el jinete y su caballo llevando la estrella que guía a todo el resto de participantes en la cabalgata. Por fin llegan Melchor, Gaspar y Baltasar cabalgando en sus camellos al son de la música, escoltados por soldados romanos, antorcheros, pajes reales y cientos de pajes con sus escaleras por la que suben con toda seguridad y disciplina, haciendo llegar los regalos a todos los hogares. Pero pasa la noche con la rapidez que se escapa la arena entre nuestros dedos. Y volvemos a la realidad con la sensación de haber tenido un bello sueño, quizás el más bello de ellos y con la esperanza de que se cumplan nuestros deseos de: salud, amor y trabajo. Y por supuesto la imprescindible, esperanza, como esa esperanza de la escritura de S. Pablo a los Romanos 15:13
Y el Dios de la esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo.