Los que ven y no son ciegos
Las brisas sociales, los vientos afables; las vicisitudes improvisadoras; el futuro desconocido; y el compromiso para ser felices: ¡Todo es un abundante manantial de probabilidades! Aunque sin definir, pues todo será, gran deseo, alejados de la Duda impasible. La Realidad está comprometida con los furtivos horizontes del preludio exigente de toda suerte. ¡El pasado es lo vivido! ¡El presente lo que se ve sometido a los grandes cambios sociales! ¡El futuro, nunca predecible! Pues desde el mejor punto de vista, ver las propias vicisitudes contrariadas, despeja dudas en las costumbres del extraño y complejo vicio; sobre todo, cuando dificulta las costumbres de vivir. Por que Vivir es el incuestionable prometedor devenir. Los seres humanos solemos hablar de Ayer, de Hoy, y de Mañana: Pero solemos olvidar que, “El Mañana”, sólo es un espejismo distante, sobre todo en la realidad de ahora mismo. Fue siempre Verdad, que los Humanos se protegen de todas las adversidades, no se sabe para qué. Pero no es menos cierto que se acostumbró a depender del sufrimiento triste, inevitable; confuso, absurdo; tristemente desmedido; que nunca sirvió para salir de las tropelías sociales. Cuesta creer que utilicemos “la protesta” para sobreponer los climas sociales adversos. Pero no se debe enquistar el poder de las Ideas, mientras queda la decoración de los latidos del corazón, dificultando la realidad; aunque se presente como un dolor sorprendente, por que son demasiadas costumbres, acosadoras siempre, impidiendo el disfrute de ‘las verdades como puños’ –bien cerrados–. Los miedos son, y serán siempre, aquello que proporciona duda o escándalo. Y por eso suele temerse al complejo de los miedos. El Miedo es una palabra aterradora. Con Miedo, todo degenera, todo carece de criterio propio; nunca proporciona estabilidad. El Miedo es fiero sentimiento; una tormenta sin previsión de futuro. Sin embargo, bien que sabe el Miedo arrodillar fueros, sin definir. Con Miedo, todos los caminos son sin horizonte; aunque fáciles para escapar, sin que medie más suerte que, sufrir toda clase de tinieblas embravecidas. La dimensión de los Miedos, casi son fugaces; no obstante, tienen su poder intuitivo: en gran mayoría de casos, el Miedo inunda de tinieblas la realidad, dejando ensombrecido el ánimo y la inmediatez; como si de un circuito eléctrico, improvisara debilidad o frágil situación, sobre todo, para la toma de decisiones. Una vez atrapados por el Miedo, se frustra y debilita los amores sociales. Concursar con los zarpazos del Miedo, deja en su escenario, lo que puede denominarse ‘el temblor de la tristeza’, lo que es igual a perder valores de la amabilidad, puesto que tal momento, embrutece la natural rebeldía, necesaria siempre, porque es mal visto, tener que mirar de soslayo, ante el conjunto desenfocado, enfrentado por la oscura sociabilidad; que es cuando el Miedo hace su presencia abrumadora, como fiera hambrienta; destruyendo cualquier posibilidad de triunfo.
El temor, los miedos, la angustia, el interés por lo confuso y la ausencia de la ‘suerte’, van unidos al degenerado tiempo, que siempre obstruye, divide y jamás sirve para cosechar sumas de interés, sobre todo, para que sea posible el disfrute de la verdadera realidad. El Miedo, cuando mueve su falsa presencia, no sabe respetar, porque es un parásito alimentado por la tristeza, sin que se deje dominar, porque tiene vida propia. Los que alardean de no tener Miedo nunca, ocultan, tal vez con sobrada reserva, que, el Miedo, no es más que una condición social, cuando es verdad que se desconoce su verdadero origen: Porque puede ser circunstancia obligada; puede ser realidad improvisadora, por que se teme su fuerza y se desconoce el fin concreto.
No hay Miedo cuando la Humanidad está protegida por “su Inteligencia afortunada”. El Miedo va casi siempre junto a la despreocupación interesada, personal o colectiva. No hay Miedo, porque no puede ser verdad, que su interés –el del Miedo– se tenga que enfrentar al verdadero ‘momento’ en que se produce el ‘cisma social’. El Miedo suele hacerse presente cuando hay -de por medio- el interés por dominar, saquear, arredrar, defender lo mío, el interés, sin perder la dignidad. ¡El Miedo es una lacra azarosa! ¡Nada halagüeño! La miseria crea Miedos; el hambre origina Miedos; la ignorancia permite que los Miedos sean monstruosos! Los Vicios crean Miedo; las patologías permiten que ‘el Miedo’ participe en ‘los tremendismos’:
En definitiva, el Miedo es, será siempre, un temerario devenir, ante las desafortunadas costumbres sociales. Los valores del Miedo, son creados por la mala distribución de los privilegios, de los capitales y de las falsas promesas de quienes gobiernan el Universo. ¡Culpables! Los dioses de todas las divinidades, de todos los Negocios ambiciosos, de todas las formas de legislar lo que debe ser una Nación, un Pueblo; o un Ciudadano o Ciudadana.