Los lugares que permanecen
Hace pocos días me salía en redes el anuncio de Navidad de Iberia, quede expresado desde ya que hay cero intenciones de hacerles publicidad. Pero lo cierto es que cuando las cosas están bien hechas, también se deben decir. Este anuncio refleja cómo, por muchas oportunidades de viajar a un sitio idílico que nos den, todos sabemos qué es lo realmente importante y dónde está nuestro verdadero lugar. Por eso, quiero que esta última columna que escribo en 2024 ponga en valor eso: la suerte de tener un sitio que permanece pese a nuestra impermanencia, los diferentes rumbos que tomamos con el paso del tiempo. Supongo que esta sensación de gratitud se acrecenta algo más en mi caso al vivir fuera de casa y volver a ella solo en ocasiones especiales. Durante el año he leído muchas columnas y opiniones publicadas en distintos medios: algunas sobre la guerra que ha teñido Oriente Medio de un color de todo menos agradable, también la que sacude al este de Europa. Otras columnas sobre economía, sobre tensiones políticas que dibujan un panorama donde los acuerdos y avances se alejan cada vez más de lo posible. También sobre igualdad, sobre el machismo que este año ha asesinado a 46 mujeres, y sobre el rostro y el ejemplo de Gisèle Pelicot. Aunque creo que las que más resuenan todavía en mi cabeza son las que se publicaron poco después del 29 de octubre, el día que la DANA convirtió la provincia de Valencia en un lugar inhabitable y silencioso. Semanas después de la devastadora tragedia, creo que lo que más se ha podido celebrar en estos pueblos ha sido la vuelta a los espacios donde antes se hacía la vida: la vuelta al cole, la reapertura de algunos comercios, la vuelta a casa después de verse obligados a vivir en otros lugares hasta que todo pasara. Y eso precisamente es lo que hoy valoro y a lo que rindo homenaje. Los lugares que siempre nos esperan y a los que ansiamos volver porque sabemos que ahí la vida nos abraza. Y es que no importa absolutamente nada el tiempo que pases alejado de estos, su valor permanece intacto. Por eso los viajeros de aquel anuncio de Iberia no dudan cuando les dan la opción entre coger el avión que los lleva, con todo pagado, a un destino de ensueño o coger el que los lleva de vuelta a su hogar. No dudan, porque cuando se trata de la familia, de la gente de siempre, de las sonrisas que recuerdan que todo va a seguir igual, no hay dudas. Cuando después de un año en el que hemos visto tanto dolor, tantas despedidas, y tanta tragedia, tenemos todavía la suerte de coger un avión o un tren y que la puerta de casa esté abierta esperando, no hay dudas. Para lo esencial, nunca las habrá. Celebremos esa suerte.