Llegada de un bebé a una casa con perros
Esta semana, para inaugurar la cuarta temporada en el Nostre, hablaremos de uno de los temas que más preocupan a los propietarios de perros, esto es, la llegada a casa de un bebé. Estas últimas semanas he tenido la suerte de ser testigo de varias llegadas de bebés a casas con perros. Es muy gratificante que las familias confíen en mi para este trabajo, sobre todo si son alumnos de hace tiempo y la llegada del bebé es una alegría que comparten conmigo.
En primer lugar, si nos paramos a analizar las encuestas actuales, vemos que los datos van a favor de los perros; la mayoría de ellos toman la llegada de un bebé como algo positivo, pero como todo, esto no es ninguna casualidad, para que sea una realidad, conviene aplicar una serie de pautas para realizar un buen plan de prevención. Como siempre, aplicar un plan de prevención no nos asegura que todo vaya a salir bien, y al contrario, no aplicarlo no quiere decir que vaya a salir mal, pero como tenemos esa posibilidad, lo ideal es realizar todo lo que esté en nuestra mano para que toda la familia tome al nuevo miembro como algo positivo.
Antes de la llegada del bebé, conviene detenerse a pensar qué hábitos o rutinas van a cambiar en la vida de los animales. Puede ser el tiempo de paseo, la zona, elementos nuevos como un carro, la distribución de las habitaciones, etc. Para que los animales no sufran un cambio repentino de rutina junto a la llegada del bebé, lo ideal será comenzar a instaurar estos nuevos hábitos con bastante antelación para que los peludos puedan gestionar el estrés de todos los cambios de forma gradual. Por ejemplo: podemos comenzar a añadir el carrito del bebé en los paseos, modificar los horarios de los mismos, o incluso variar las horas de salida de forma gradual para que, en este caso el perro, comprenda que los horarios de paseos pueden cambiar de un día a otro – algo muy común cuando llega un bebé a casa – y no hay ningún problema en ello. Podemos comenzar a preparar la habitación del bebé y a su vez, empezar la educación del perro dentro de la misma. Por ejemplo, no subirse a muebles nuevos, no entrar en la cuna, no coger objetos del futuro bebé y al mismo tiempo, asociar este espacio con actividades positivas y sobretodo, de calma. Evitaremos de esta forma generar situaciones de castigos o riñas una vez llegado el bebé, lo que podría desencadenar en malas asociaciones.
Unas semanas antes del nacimiento, lo ideal será planificar el lugar en el que los animales deberán esperar a que la madre y el bebé salgan del hospital, por ejemplo, en casa de algún amigo o familiar. Una vez lo tenemos claro, y siempre ayudando a los animales a gestionar mejor esa situación, intentaremos que haya visitas a esa casa asiduamente, para que llegado el día, sea algo a lo que estén habituados.
Llegado el punto en el que el bebé ha nacido, lo ideal será, antes de que el niño o niña llegue a casa, que algún conocido de los animales les lleve prendas del bebé impregnados con su olor y les deje explorarlas con tranquilidad a la vez que las asocia con cosas positivas, como comida. Es muy importante que todo lo que se realice sea con tranquilidad, fomentando siempre comportamientos calmados; por ejemplo, yo personalmente intentaría positivizar todo lo relacionado con el bebé con comida, y no con juguetes, ya que los juguetes predisponen a que el animal esté activo y realice movimientos bruscos, y esto nos podría dificultar posteriormente que bebé y animal interactúen de una forma relajada. Cuantas más posibilidades haya de presentar prendas con olor a los animales, más habituados estarán cuando el nuevo miembro de la familia llegue a casa, con su olor tan diferente y llamativo.
Por último, queda el momento que los propietarios consideran más peligroso y tenso. Conviene destacar que, siendo cierto que es un momento bastante importante, siempre que hayamos realizado el resto de pautas correctamente, esta situación de presentación no tiene por qué suponer un peligro. Recomendamos permanecer relajados, ya que los animales pueden percibir nuestra tensión y contagiarse de nuestro estado de ánimo.
En primer lugar, debemos tener en cuenta que, si tenemos más de un animal, conviene ir haciendo las presentaciones de uno en uno, para que todo transcurra con más calma. Dejemos que el animal olisquee al bebé, ya que es su forma natural de conocer estímulos nuevos, permaneciendo atentos a que no le dañe sin querer. Tomaremos las medidas de precaución dependiendo de cómo sea nuestro animal; por ejemplo, si tenemos un perro con tendencia a explorar con las patas cuando aparece algo nuevo, colocaremos al bebé a una altura en la que el animal no pueda alcanzarle con ellas. Podemos seguir positivizando este encuentro con comida, comportamientos relajados y palabras suaves de felicitación.
Una vez superado este punto, daremos una última pauta para la convivencia. Por lo general, los propietarios responsables comprenden que el animal va a disponer de menos tiempo de nuestra atención una vez llega el bebé, y suelen aplicar la norma de: cuando esté con el bebé, tengo al animal en otra habitación o simplemente, no le presto atención; y cuando el bebé está durmiendo, presto mucha atención al animal. Si realizamos ésto, lo que el peludo puede comprender es: “cuando el bebé está, no me hacen caso y cuando el bebé no está, toda la atención es para mi”. ¡Lo que queremos conseguir es lo contrario! Queremos que el perro comprenda: “cuando el bebé está, siempre hay cosas positivas y divertidas, y me prestan mucha atención. En cambio cuando el bebé no está, me aburro”. Por tanto, intentaremos prestar mucha atención al animal cuando estamos con el bebé, pueden ser conductas activas como darle caricias o jugar de forma relajada con algún juguete, o incluso conductas pasivas como, mientras estamos con el bebé, el perro o gato permanece con nosotros degustando un maravilloso Kong – juguete rellenable – lleno de algo delicioso; o incluso, ir alternando ambas opciones. La norma general es intentar generar asociaciones positivas cuando el bebé está presente. Podemos tomarnos para nosotros los ratos en los que el bebé está durmiendo, y dejar al perro tranquilamente con sus cosas. Una última norma muy importante, jamás se debe dejar a un bebé y a un perro sin supervisión. Cuando decimos jamás, es jamás. No importa si nuestro perro es super sociable, adora a nuestro hijo o hija, o si jamás haría daño a una mosca; los accidentes más graves ocurren en estas situaciones. El bebé puede dañar o asustar al perro por accidente, y el perro reaccionará como un perro, intentando alejar esa fuente de dolor o miedo.
En próximos artículos hablaremos de cómo educar tanto al bebé como al animal para que las interacciones sean positivas y se genere esa maravillosa relación que a menudo observamos en niños y animales.
Artículo de Vanesa Carbonell. Educadora/entrenadora canina y Psicóloga