Las apariencias engañan

Estamos en junio, hace un tiempo típicamente primaveral, los días alargan cada vez más, y el confinamiento domiciliario al que nos obligó la pandemia parece casi un mal recuerdo del pasado. Cualquier persona que salga a pasear un viernes o un sábado por la tarde, sobre las 19’00 en adelante, por la Avenida de la Hispanidad o se acerque a dar un vistazo a la Plaça de Dins se encontrará con una ciudad en pleno bullicio, con una actividad frenética en bares y terrazas, donde salvo por el pequeño detalle de las mascarillas, nadie diría que todavía estamos en estado de alarma y que esto todavía no ha terminado. Es más, Alcoy transmite la sensación de ser una ciudad próspera, feliz, en la que todo el mundo nada en la abundancia y los perros se atan con longanizas.

Pero las apariencias, engañan. En cuanto agudizas el oído y escuchas alguna de las conversaciones que transcurren en esas terrazas, no tardarás en oír a mucha gente lamentándose de que todavía no han cobrado ni un solo euro del ERTE y que no saben cuándo se podrán reincorporar a su puesto de trabajo. Por supuesto, otros tantos se afligen sobre la dolorosa pérdida de algún familiar. Y cada cual cuenta cómo ha vivido esta experiencia, qué ha hecho para superar los momentos más duros y difíciles del encierro, etc. Quizá, la imagen inicial no corresponda con la realidad…

Así que salimos de ese entorno y nos vamos a continuar nuestro paseo por una de las calles más emblemáticas de nuestra ciudad: la Alameda Camilo Sesto, centro neurálgico de la actividad comercial de Alcoy. Y el panorama que nos encontramos tampoco corresponde con esa imagen bucólica que nos habíamos formado: tiendas cerradas y con el cartel de “Se traspasa” en sus escaparates, otras tantas que anuncian la liquidación de todos sus productos por cierre inmediata, y alguna que otra, cerrada también, y sin ningún cartel que nos dé la más mínima explicación… aunque todos la intuimos. También las hay abiertas, afortunadamente. Algunos venturosos comercios, han sido capaces de superar este duro revés y siguen al pie del cañón, al menos por el momento.

Pero dejamos de fijarnos en estos factores, ya que la economía, pese a ser una parte fundamental de la vida de una ciudad, no es todo. Vamos a disfrutar de nuestro paseo, sin más. Y, a poco que nos fijemos, vemos que la limpieza de las calles vuelve a dejar mucho que desear (¿vuelve? ¿es que alguna vea ha dejado de ser así?). Tengo la sensación de que los excrementos caninos han sido los grandes beneficiados de esta cuarentena. Hace apenas unos meses “casi” se habían extinguido de nuestras calles, pero con el confinamiento, se terminaron las campañas informativas del ayuntamiento, las denuncias a los propietarios que no los recogían, las amenazas con multas… y curiosamente han vuelto a proliferar de manera milagrosa. Los parques y jardines están feos y descuidados y se aprecian muchas carencias en el mantenimiento de muchas de las infraestructuras de la ciudad (aceras, carreteras, barandillas…).

Esta es la ciudad en la que vivimos, una ciudad de contrastes. Y me pregunto… ¿se ha hecho todo lo que se podía por parte de los responsables? Suponiendo que sí, ¿será suficiente con todo lo que se está planteando para remediar la situación a la que nos ha conducido esta pandemia? ¿Qué proyecto tiene este gobierno para reflotar la ciudad e impulsar su crecimiento?

Preguntas fundamentales cuya respuesta no es baladí. Basta dar un vistazo a los medios de comunicación para conocer las iniciativas que se plantean desde todos los grupos políticos. Lo que nos lleva a una última pregunta, que más que una cuestión se convierte en un deseo: que no quede solamente en palabras y buenas intenciones, sino una realidad pronta y efectiva.

Enrique Peidro, miembro de Ciudadanos

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