La memoria ante el olvido
Vamos camino de los dos meses desde que sucedió la gran tragedia en las comarcas de L’Horta Sud de Valencia. A partir de la tarde de ese 29 de octubre, la vida de multitud de personas cambiaría irremediablemente.
Sé que practicar la empatía en esta sociedad de lo fugaz muchas veces se nos hace complicado. Sin embargo, es necesario recurrir a nuestra memoria más reciente y poner en valor los sucesos catastróficos que nos recuerdan nuestra vulnerabilidad, nuestra humanidad y la urgencia de actuar con responsabilidad.
Se acercan las fechas navideñas, esperadas con ilusión por muchos. Pero, ¿cómo enfrentarse a estas fiestas cuando has perdido todo?
Para las personas que vivieron la furia de la DANA, las luces de Navidad quizá no logren disipar la sombra del recuerdo. Y aunque las imágenes de la catástrofe ya no ocupen los telediarios, la escena sigue siendo desgarradora para quienes caminan entre los restos de una tragedia que aún marca su día a día.
Familias rotas, comunidades devastadas y un gobierno inepto han dejado una herida abierta…
Viajar hacia la capital por carretera sigue siendo un recordatorio del alcance de la catástrofe. Los coches apilados, los grandes vertederos que crecen en las afueras y el fango que parece haberse arraigado en la tierra y en la memoria de quienes lo padecieron, son testigos de un drama que no podemos permitirnos olvidar. Familias rotas, comunidades devastadas y un gobierno inepto han dejado una herida abierta que no se cerrará con el tiempo, sino con esfuerzo colectivo, solidaridad y decisiones firmes.
Pero en medio del caos, la humanidad resiste. Vecinos ayudando a vecinos, voluntarios dando lo mejor de sí mismos y comunidades que se aferran a la esperanza son prueba de que la memoria no debe ser sinónimo de nostalgia ni parálisis, sino de aprendizaje y acción.
Como dijo José Saramago: “Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos. Sin memoria no existimos y sin responsabilidad quizá no merezcamos existir”.
Recordemos este suceso no solo como una tragedia, sino como un llamado a actuar con mayor conciencia hacia nuestro entorno, a fomentar políticas más responsables y a tejer una comunidad más solidaria. Solo así, L’Horta Sud podrá renacer más fuerte y convertir su dolor en una lección para todos.
JORDI PASCUAL. Periodista