La mayor tragedia alcoyana de los últimos cien años

Hay que recurrir a las peores epidemias del cólera del siglo XIX para encontrar en la historia de Alcoy los registros más trágicos de fallecidos. Pero en los últimos cien años el cólera ha sido sustituido por otras pandemias que ahondaron las heridas de la impotencia y la rabia de la tribu alcoyana. Como colectivo son sucesos ante los que se supo reaccionar, sin necesidad cada vez de elegir un santo patrón, como ocurrió con los terremotos de 1620, que originaron la proclamación de San Mauro como patrón de Alcoy. Unos terremotos que causaron incalculables daños materiales pero que ocasionaron solamente 33 muertos. Y cada uno de ellos fue, seguro, como una puñalada social. ¡33 muertos!.

Los trágicos sucesos revolucionarios conocidos como El Petròlio, que colocaron a Alcoy en la atención nacional e internacional, derivaron en 16 muertes. Una cantidad de muertos que centraron incluso una sesión del Congreso de Diputados en 1873 y hasta citas de Engels y Marx. ¡16 muertos!

Los siete bombardeos de los savoias fascistas, enviados por Franco sobre Alcoy, provocaron durante la guerra de 1936 un total de 64 muertos, con nombres y apellidos. ¡64 muertos!

Y ya en tiempos de paz Alcoy ha sufrido el castigo de los aerosoles de Ardystil, con 6 muertos, y la incomprendida y misteriosa legionela que nos dejó, brote tras brote, la profunda herida social de 12 muertos. Y de todos estos sucesos y muertos se ha escrito y reflexionado mucho, con una amplia bibliografía local, como debe ser.

Y LLEGÓ LA PEOR

Frente a todos estos datos, con el dolor inagotable de cada muerto, sin que ninguna muerte valga más que otra, acabamos de vivir la mayor tragedia desde el cólera del XIX. La muerte de 73 ancianos en el Hospital Civil de Oliver, un centro encargado por la Generalitat y por las familias que abonaban en algunos casos hasta 2.000 euros mensuales, para protegerlos y darles la mejor calidad de vida posible. Pero no ha sido así. Estos 73 ancianos, imagen de nuestra memoria, patrimonio de nuestros recuerdos colectivos, han muerto sin que nadie sepa ni se sabrá, cómo ni por qué. Lo ocurrido en pleno estado de alarma por el Covid ha sido la peor y mayor tragedia ocurrida en Alcoy en los últimos cien años, pero da la sensación de que ha pasado un ángel y que a demasiados les ha pillado con el pie cambiado.

Mañana se cumplirán 100 días de estado de alarma y nos han dejado suficiente hemeroteca, fonoteca, comunicados y artículos para tener claro dónde ha estado cada cual y el papel que se ha jugado en esta catástrofe. Y hay motivos para avergonzarse.

EL ESTIGMA DE LOS DESAMPARADOS

En nuestro más rancio adn queda el poso de un cierto remordimiento de conciencia en el hecho de ingresar a nuestros padres y familiares en centros de asistencia geriátrica.

En Alcoy nuestros mayores hablaban entre susurros lo de “han portat als pares a los pobres”. De hecho hasta que se inauguró la Residencia Pintor Sala en Alcoy el único centro que teníamos para ayudar a las familias, azotadas por ancianos dependientes, era el Asilo, el de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, que tuvo que cambiar su nombre por el de Hogar San José para liberarse del estigma. Y este estigma social parece que, en algún malsano rincón de algunas conciencias, sigue latente y emboscado y de ahí que el caso de lo que ocurre en un centro geriátrico se mire de reojo.

No soy capaz de entender qué otra estúpida razón puede existir para que este pueblo, con su historia y antecedentes, se muestre tan absolutamente indiferente ante los 73 muertos que en soledad, en silencio y sin saber porqué, hemos tenido donde más duele: entre nuestros mayores.

Y provoca retortijones en el alma cuando el presidente de la asociación de familiares se lamenta porque, en 90 días de denuncias y lamentos, no han recibido ni una sola llamada del alcalde. No entiendo nada.

LO PÚBLICO Y LO PRIVADO

Y aburre, en este calvario para muchas familias, que la única recurrente y manida respuesta sea que el centro está gestionado por una empresa privada. Exactamente la misma empresa privada que gestiona el centro de Cocentaina donde no se ha registrado absolutamente ningún caso.

De lo que hay que hablar, ¡ya!, es de qué medidas, públicas o privadas, se van a adoptar en nuestros geriátricos para evitar que pueda ocurrir lo mismo otra vez. Los responsables del Emilio Sala, el Mariola La Asunción y el Hogar San José saben y alguno lo ha confesado, que su privilegiada situación ha tenido como factor esencial la suerte. Ellos han tenido la suerte de que el virus no entrara con alguno de los trabajadores. La suerte que no tuvo el Oliver. Porque si entra, la tragedia está garantizada. Sea público o privado. De lo que se trata es de que todos nuestros geriátricos se adapten ya para el supuesto caso de que en una pandemia les entrara un contagiado. Lo que uno espera es que se analicen los ratios de personal necesario, de espacios sociales, de médicos especializados en plantilla, no alternando jornada con guardias en el Verge dels Lliris. Y controles, en públicos y privados, de quienes son los responsables políticos de que se cumplan las normas.

En Alcoy, desde que en 1994 se abrió como geriátrico el emblemático Preventorio, la administración pública no se ha gastado ni un céntimo en nuevos servicios o dotaciones. Somos una ciudad que envejece pero nadie se preocupa realmente de los viejos o de cómo se nos quiera ahora llamar, que nos preocupa más el lenguaje y las poses que los servicios. Nos hemos acordado de que Oliver era de gestión privada cuando ha tronado. Los relámpagos de 73 muertos han despertado a algunos que, al parecer, llevaban durmiendo desde 1994.

UNA DEUDA MORAL

Ojalá la política bastarda y los intereses partidistas no sigan capitalizando el discurso de nuestros representantes. En Madrid, donde manda el PP, se rasgan las vestiduras por el caso de los geriátricos. Aquí, en Alcoy, muchísimo peor, con 73 muertos, el 52% de los ingresados en un centro, parece que no ha pasado nada porque quien manda no es el PP. Al PSOE y Unidas Podemos parecen haberles cosido los morros. Les preocupa más Valencia.

Con el vergonzoso caso del centro del Barranquet de Soler y recordando las protestas contra Novaire en 2007 por falta de personal, los casos de gastroenteritis en 2018 y 2019 con Domus VI y las huidas de personal por las condiciones de precariedad laboral en Oliver, lo que a uno le viene a la cabeza es dar gracias porque en el geriátrico Oliver afortunadamente sigue vivos 66 ancianos. Y aunque duela resulta fácil creer que ha debido ser más gracias a la suerte que a la intervención humana.

Alcoy tiene una deuda con los 73 ancianos fallecidos en el geriátrico Oliver. No sabemos, porque sigue existiendo una absoluta falta de transparencia, si son de Alcoy o de la Comarca, hombres o mujeres, sus nombres y apellidos, pero les debemos como sociedad una disculpa, porque les fallamos.

Y mientras la Asociación de Familiares exige, legítimamente, las responsabilidades derivadas del desastre, que alguien, aunque sea político, se radicalice pidiendo las medidas que nos permitan dormir tranquilos cuando no haya más remedio que dejar en manos de profesionales, por su bien y su calidad de vida, a gente como este abuelo de les auelaes.

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