La Llotja ya tiene herederos
Siempre he tenido la sensación de que este pueblo, que tuvo una burguesía industrial moderna, capaz de levantar el Círculo Industrial, el Monte de Piedad, la Unión Alcoyana o el Hospital Civil de Oliver, junto a edificios particulares como la Casa el Pavo, los chalets del Ensanche o tantos ejemplos repartidos por San Nicolás, País Valencià, Juan Cantó o el palacete de Albors, en el Parterre, se desfondó con el franquismo y se subió al carro de coge el dinero y corre, con el barrio de Santa Rosa o el polígono de Cotes Baixes como grandes modelos. La geografía urbana alcoyana, desde la posguerra, no presenta nada atractivo ni capaz de despertar emociones. Hubo que esperar al “sanusismo” para reencontrarse con sentimientos urbanísticos en el perímetro de parques públicos o el puente atirantado del ingeniero Fernández Ordóñez, pero la gran mascletà la tuvimos con la Llotja Sant Jordi, la catedral subterránea de Santiago Calatrava de 1994, que revolucionó muchos conceptos y nos situó, por mucho que les pese a algunos, en un referente arquitectónico nacional que, por supuesto, no hemos sido capaces de rentabilizar, porque en el fondo nunca nos creímos el atrevimiento experimental que fue el Plan ARA.
Y se acabó.
Con la LLotja agotamos toda la pólvora. Han transcurrido 30 años y no hemos sido capaces ni de dotarnos de unos accesos mínimamente dignos a la autovía-variante. Por no ser capaces ni defendimos un puente digno entre Zona Nord y el Viaducto.
Pero algo ha cambiado. Los fondos europeos post-covid y las ayudas para la reactivación económica, nos han traído petardos, como el césped artificial en los jardines urbanos, pero también una nueva esperanza: el Parque Tecnológico y Cultural de Rodes.
El cuidado en los detalles, la calidad en los materiales, el esmero en el diseño, el respeto a la historia de las piedras y el reencuentro con los espacios, están configurando un nuevo concepto urbanístico local. Estamos de enhorabuena.
Pasear por el entramado de salas, rodeados de grandes ventanales, cobijados por esos tejados llenos de vigas, pilares metálicos, paredes de gruesas piedras y en un ambiente de colorido cálido, se convierte en una especie de traslado a unos espacios totalmente desconocidos hasta ahora en Alcoy.
El equipo de arquitectos, que se formó para convertir en realidad este proyecto, ha logrado que se note, en cada metro cuadrado, que ha habido interés, inteligencia, sensibilidad y mimo. El arquitecto y profesor Manolo Vidal, con toda la experiencia acumulada en el Plan ARA, ha estado aquí con sus hijos Ivo y Ciro, junto a Ramón Esteve, de Ontinyent, incluido en la lista FORBES entre los 100 más creativos, y Carlos Sanjuán e Isaac Montava. Autores todos ellos de este proyecto que mereció ser elegido entre la decena que se presentó al concurso público convocado en 2019 por el Ayuntamiento.
Y no sería justo dejar al margen a las dos empresas constructoras, la alcoyana Eladio Silvestre (ELASA) y la de Víctor Tormo, de Xàtiva, que se han unido al servicio de las ideas plasmadas en los planos.
El gobierno de Toni Francés puede sentirse satisfecho y orgulloso. Han transcurrido prácticamente 30 años desde que la “manzana de la antigua fundición de Rodes” se enroscara en el vocabulario de las batallas políticas y en la lista de bochornos electorales. Treinta años y cuatro alcaldes, pero al final se ha logrado y con una obra que nos reconcilia con el Alcoy que apostaba por edificios públicos dignos y propios de una capital.
Y lo mejor de todo ello es que esta reconciliación se está produciendo al mismo tiempo que los empresarios han sido capaces de apoyar la construcción de un edificio, el de AITEX, faro del progreso, la modernidad y el futuro.
La sala de Calatrava ya tiene herederos. Van a ser tres edificios con los que llenar el vacío que tenía el urbanismo y la arquitectura alcoyanas.
El reto está en ser capaces de rentabilizar estas herramientas que son los tres buques insignias de la arquitectura local. De AITEX no hay dudas ni preocupaciones. Todos sabemos de sus capacidades y del valor añadido que supone para la ciudad. De la Llotja Sant Jordi de Calatrava tampoco hay dudas, ha sido un escandaloso fracaso del que no se ha logrado, 30 años después, ni reparar las goteras del primer día, y con unas escaleras más propias de un club de escalada que de una sala cultural, imposibles de adaptar, ni a las viejas ni a las nuevas normativas.
¿Qué ocurrirá con el Parque Tecnológico y Cultural? Toni Francés tendrá que poner toda la carne en el asador para que sea un éxito, para que nos resitúe como innovadores en la Comunidad. Ojalá no lo haga solo o con los de siempre y sea capaz de rodearse de los mejores en ese reto tan importante.
Del resultado dependerá cómo figurará en las páginas de la historia alcoyana, pero además, y es lo que nos importa, del resultado va a depender que seamos el Alcoy pionero y creativo que avala nuestra historia o continuemos con el encefalograma plano de la dinámica municipal.