La aventura de mear en Alcoy

No hace falta tener problemas de próstata, haber combatido un cáncer de vejiga o tener incontinencia urinaria. Sencillamente, con disfrutar sabrosamente de 69 años es más que suficiente para no aclararse con las libertarias ganas, anarquistas, de mear. En mi mente sexagenaria, enemiga de los inevitables pañales, tengo dibujado, como si fuera un mapa de atracadores de bancos, la localización de todos los váteres públicos que ustedes pueden usar sin que te miren de soslayo, en la tradicional “volta als ponts”. Es totalmente cierto que aquí todavía no se han utilizado los carteles “aseos solo para uso de clientes”, como en la costa, y nadie te mira mal si entras cabizbajo, por la cara, dirección a los aseos, pero algunos obstáculos nos han colocado, como en el párquing del Racó, que ahora, para acceder al aseo, punto clave en plena plaza de España, hay que usar el ticket como salvoconducto en la puerta de los aseos. Un “solo para clientes” camulflado.

Como alternativa, en horario comercial solo en días laborables, siempre tendremos los aseos del Centre Cultural, rescatados de la postguerra, pero útiles.

Pero si hay que homenajear unos aseos varoniles, siempre estarán, como estandarte, los del Círculo Industrial. Alemanes, como rescatados de algún centro de oficiales de la Gestapo, se alzan, majestuosamente, las cápsulas que emanan zotal por todas sus porosidades, capaces de protegerte, envolverte en una intimidad sagrada. Son los asesos reservados para quienes somos capaces de valorar la magia de estos ancestrales cubículos que nos han robado los asesos domóticos del Centro Comercial Alzamora, donde quieres secarte las manos y tienes que aplaudir pero sale una inesperada espuma jabonosa.

Lorena Zamorano, concejala de Turismo, aprovechando cualquier semana modernista, debería declarar los aseos del Círculo como bien de interés cultural y organizar rutas guiadas para visitarlos, discretamente, frente al mostrador de los ordenanzas del Círculo, en el acceso por San Nicolás. El nuevo PGOU, si en algún tiempo logra aprobarse, debería incluirlos en el catálogo de construcciones protegidas.

¿He dicho PGOU? En mayo se cumplieron diez años desde que se contrató al actual equipo redactor y nadie ha tenido la sensibilidad de enviarles una tarta de aniversario. Pero tampoco se celebró el 20 aniversario de la primera contratación de trabajos para renovar el Plan vigente, aprobado en 1989. Una revisión que inició Pepe Sanus, continuó Miguel Peralta, siguió Jorge Sedano y que ahora mantiene entretenido a Toni Francés. ¿Bastarán cuatro alcaldes o habrá que esperar a un quinto?

Si el Plan General diseña una ciudad para el futuro, pensando en sus habitantes, bien podría incluir un circuito de aseos públicos, no ya solo para los sexagenarios prostáticos sino para otros sectores de la población igual o más afectados, como en su día nos recordó la concejala Sandra Obiol, aunque nadie le hizo caso. Mujeres, embarazadas o no, niños y niñas… Pero el Plan General parece que se concibe esencialmente para calcular nuevos negocios urbanísticos, rentabilizar inversiones en suelo o resolverle problemas a algunos dueños de terrenos. Dónde mear el personal no entra en las previsiones de la revisión, aunque recientemente se haya informado que la Policía Local, la que nunca está donde hay un atasco, lleva este año 18 sanciones por orinar en la vía pública. No se detalla la edad de los sancionados pero ¿existe el mismo trato policial a un niño de tres años que mea libremente, sin prejuicios, en cualquier esquina o bajo cualquier árbol y su abuelo, escondido como un delincuente entre dos contenedores de basura o camuflado entre la vegetación de un parque? ¿Cuál es el mérito de los perros para salir más beneficiados en este tema que cualquier sexagenario con una vejiga rebelde?

Un total de 18 sanciones en medio año no es para alarmarse, pero habría que hacer pensar si realmente no hará falta algún servicio público. Lo de los parques es otra temeridad para los mayores que han de acompañar a sus nietos. Hay que estudiar la ubicación de bares en los alrededores de los parques infantiles.

Definitivamente Alcoy está necesitado de una guía urbana para hacer menos complicada la aventura de mear. Cuando salgo de casa con mi nieto siempre le pregunto si ha ido ya al aseo y desde que ya tiene uso de razón, a sus holgados cuatro años, siempre me responde: “Sí yayo, ¿y tú has ido?”

Pero claro, si no son capaces nuestros munícipes de tener al día su página de transparencia municipal en lo que les afecta, lo que a comienza a ser una burla al personal y al propio concepto de la transparencia, qué podemos esperar.

Acabamos de saber que el IVACE, cuando todavía estaba controlado por Julia Company y dependiendo del conseller Rafa Climent, acordó destinar 109.000 euros para instalar 41 cámaras de vigilancia en los polígonos industriales de Cotes Altes y Cotes Baixes. A 5.190 euros por cámara. Se imaginan unas Entradas de Moros y Cristianos retransmitidas por 41 cámaras.

La historia no puede ignorar a los tres políticos alcoyanos que más consiguieron para su pueblo desde la Generalitat: Enrique Sanus, Trini Miró y Julia Company.

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