Jordi Reig cierra el círculo en Niza
Cinco años después, vuelve a correr un Ironman, el décimoquinto de su carrera, que incluye cuatro participaciones en Hawai
No es demasiado habitual que después de cinco años de haber “colgado los trastos de matar”, como muchos triatletas llaman a la bicicleta, el bañador y las zapatillas, y superado el umbral del medio siglo de vida, alguien se disponga a rebobinar la película de su vida, en este caso deportiva, para volver a la “zona 0” y reengancharse a un mundo que nada tiene que ver con el que dejó en 2017 en Lanzarote.
Es lo que acaba de hacer Jordi Reig, para muchos el padre del triatlón alcoyano, sobre todo el de las largas distancias, quien hace unos pocos días cerraba un círculo que quedó por sellar hace cinco años cuando por razones familiares y laborales, pandemia mediante incluida, dejó en barbecho la disputa de su decimoquinto Ironman, con el que quería tomarse un descanso para disfrutar el triatlón de manera distinta, sin la exigencia y la dedicación que requiere presentarse a una línea de salida sabiendo que debe enfrentarse a 3.800 metros nadando, 180 kilómetros en bicicleta y 42 kilómetros, una maratón, de postre para rematar la jornada.
Hace unos meses, junto a otros tres triatletas del Komando, club que Jordi Reig y otros “locos” del mito de los tres deportes en uno (nadar, ir en bici y correr) crearon en 2004, decidieron que era el momento de regresar, de afinar la preparación y resetear el disco duro. “La única manera de obligarme otra vez a entrenar era ponerse un reto, en este caso era inscribirse en el Ironman de Niza, una prueba que ya disputé en 2010, con un circuito se asemeja bastante a esta zona, con mucha montaña para realizar la prueba de bicicleta y 2.400 metros de desnivel acumulado”, explica Jordi Reig, quien preparó la prueba junto a Enric Llinares y Miguel Polo, que se lesionó y finalmente no pudo competir en tierras francesas.
En Niza se encontró un mundo, el de las largas distancias, que nada tiene que ver con aquel que vivió en plena explosión del triatlón con el cambio de siglo. Él, que se enamoró con el mito de un deporte único, llegó a clasificarse para cuatro campeonatos del mundo, cuyas finales se disputaban en Hawai, donde nació la leyenda y hasta hace poco albergaba la cita más importante del calendario mundial.
“La primera vez que fui a Hawai en 2008 –recuerda Jordi Reig– éramos 1.500 en la línea de salida. Ahora hay 5.000. Todo se ha desmadrado. Ello ha repercutido en el nivel de la competición y se han cargado la esencia de la prueba más famosa, hasta el punto de que Hawai ya no permite su celebración. Se ha convertido en un negocio. La inscripción entonces costaba 300 euros, ahora se ha disparado a los 1.500 euros. Ibas allí y veías a los mejores. Esa filosofía de todo vale no va conmigo. Es más, en Niza logré clasificarme para el campeonato de mundo, que este año se celebrará también en Niza en septiembre. No me atraía en absoluto volver a correr la misma prueba. Además, acabé el 39 de grupo de edad, incluso terminando tan atrás logré clasificarme. He preferido renunciar”, confiesa.
En Niza no solo alcanzó una cifra redonda, completar 15 Ironman, también en 2023 se cumplen veinte años de su primer triatlón, en Santa Pola. Después de más de dos décadas dedicadas al baloncesto, con 31 años decidió colgar las botas y en 2000 se inició en las travesías. Su paso por la natación le llevó hasta el triatlón, que por entonces se estaba abriendo camino y era un deporte en pleno auge. El triatlón le ha llevado a competir todos estos años en lugares tan dispares como Malasia, Australia, Alemania, Francia y aquí en España, en Lanzarote.
En Niza completó los 3.800 metros nadando, 180 km en bici y 42 km corriendo en 11 horas y 49 minutos. Hizo un parcial en natación “de lujo”, pero todo se empezó a torcer en la bicicleta. “Iba bien hasta que en el kilómetro 125, a falta de 30 para el final, se me rompió el radio de la rueda. Podría escribir un libro. He tenido cuatro roturas, tres de ellas en competición, dos en Hawai y una en Niza, esta vez. Encima el tramo final era de mucha bajada. Sufrí un montón. Perdí mucho tiempo y el esfuerzo que hice lo pagué luego en el maratón. Invertí 4h 11’’ cuando lo normal era haber terminado en 3h 45’. En cualquier caso, estoy muy satisfecho. El objetivo era acabar y el crono era lo de menos”, asegura, al tiempo que desvela que alguna lagrimita de emoción se le escapó al terminar y ver que su familia le estaba esperando en meta.
No sabe si será su último Ironman, al menos en unos años. No descarta que con 55 o 60 años volver a coger los “trastos de matar”. Mientras tanto, aprovechando su actual pico de forma, quiere hacer algún triatlón en distancia corta y en noviembre su intención es participar junto a su mujer Patri en el mítico Maratón de Nueva York.