Jordi Moral: El “groundhoppers” del fútbol de barro

Ha visto partidos y estadios de casi todas las categorías en España y de varias ligas europeas, además esta temporada ha sido el único aficionado desplazado desde Alcoy hasta Ibiza y Mérida

Viendo las imágenes del último partido del Alcoyano en el Romano José Fouto de Mérida, llamaba la atención en la esquina izquierda del campo una camiseta blanquiazul “noventera”, con la publicidad de Puertas Castalla impresa, propiedad de Jordi Moral, el único alcoyano entre 2.364 seguidores “romanos” –cifra oficial de asistencia al encuentro–, al que no le importó hacerse las más de seis horas en coche y 700 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta para que los de Vicente Parras tuvieran una representación de su afición en las gradas.

Una locura si se tiene en cuenta la hora del partido, que era a las 19,30 horas, más cuando al día siguiente a las ocho de la mañana tenía que estar en su puesto de trabajo, que en el caso suyo está en Alicante, como profesor de un instituto de la capital de la provincia.

Pero la motivación de Jordi Moral va más lejos de ser un fiel seguidor del Alcoyano, algo que le viene de cuna, influenciado por su padre, Paco Moral, presidente del Pista y una de las personas más documentadas de la historia de la centenaria liga de fútbol local, impulsor entre otras iniciativas, de la última que ha llevado a que las dos pistas de Caramanchel pasen a llevar el nombre de Roberto Pardo y José Antonio Bravo, en reconocimiento a su labor como formadores durante más de cuatro décadas.

Jordi Moral podría considerarse como una versión local de ese movimiento europeo cada vez más extendido denominado turismo “groundhopping”, un término anglosajón que literalmente significa “ir saltando de campo en campo”, en el que ver un partido de fútbol o visitar un determinado estadio sustituye a los convencionales viajes turísticos a grandes urbes o determinadas zonas del mundo, atractivas por su historia, monumentos o gastronomía.

Los verdaderos “groundhoppers”, que es la denominación que reciben estos singulares aficionados futbolísticos que combinan viajes con ver estadios y partidos, no solo se conforman con ir a los grandes “templos” del panorama nacional e internacional, sino que suelen bajar al “barro”, que es como se conocen las categorías no profesionales, infiltrarse entre sus aficionados, hacerse fotos, tomarse unas cervezas, incluso quedarse a dormir en sus casas si hace falta.

Es el caso de Jordi Moral que no solo hizo 1.500 kilómetros en su coche para ver el Mérida-Alcoyano y hacer un poco de turismo después de comer el mismo domingo y conocer algo de la monumental capital extremeña, sino que esa misma mañana hizo escala previa en Vilanova de la Serena, situada a una hora de Mérida, para ver el partido de Segunda Federación entre el Villanovense y el Estepona, que por cierto ganaron los malagueños.

Forma parte de su rutina desde hace unos años. No siempre viaja solo. La temporada pasada, en el último desplazamiento del curso a Linares, en el que de nuevo volvió a ser el único aficionado blanquiazul en la grada, le acompañó su hijo.

Todo comenzó en la temporada del descenso de Segunda B a Tercera. Cansado como estaba de que la directiva de entonces regalara entradas, el colmo fue el último partido frente al Celta B, en el que el Alcoyano se estaba jugando la permanencia y se abrieron las puertas del Collao. “Los socios nos quedamos sin poder ocupar nuestros asientos. Aquello me cabreó mucho y decidí no renovar el carnet de socio”, recuerda Jordi Moral. No iba al Collao pero sí a los desplazamientos del equipo, que por entonces eran dentro de la Comunidad Valenciana. Aquello le hizo descubrir un mundo que le ha llevado a ver partidos en las principales ligas europeas. Ha estado en Inglaterra, Portugal, Escocia, Francia e Italia viendo estadios y también bajando al “barro” en aquellos países.

“Mis dos grandes pasiones son el fútbol y la fotografía”, desvela Jordi Moral, que aprovechó las muchas horas muertas en los peores días de la pandemia para cartografiar todos los campos de España, “no solo los de élite”, precisa. Desde entonces, tiene una costumbre que es una vez al mes, según su disponibilidad económica y de tiempo, intenta escaparse hacia algún lugar de España o de Europa para ver fútbol y estadios.

Siguiendo al Alcoyano estuvo en Ibiza hace unas pocas semanas y también fue el único seguidor blanquiazul en las gradas de Can Misses. Estaba previsto que más aficionados del Deportivo viajaran, pero el vuelo de esa mañana quedó cancelado por una avería en el avión. “Yo pude llegar pero tuve que hacer la vuelta en barco, que salía al día siguiente por la mañana, con lo que no pude ir al trabajo y me descontaron ese día de la nómina, con lo que me salió muy caro el viaje”, recuerda contrariado.

También en los pasados Juegos Olímpicos estuvo en Burdeos para ver el partido que España jugó contra Egipto, precisamente el único que perdieron en todo el campeonato. En las Navidades pasadas se fue a Edimburgo, donde tenía previsto ver algún partido de la liga escocesa, aplazados finalmente por una nevada.

Otra experiencia reciente que no olvidará fue la final de la pasada Copa del Rey. Quiso tener entrada pero no consiguió ninguna y ni corto ni perezoso su decisión fue coger el coche y junto a su hijo ver la final en San Mamés en las pantallas gigantes que colocaron, junto a 50.000 aficionados del Athletic. “Fue una experiencia increíble”, apunta.

Este año tiene señalado en rojo la visita del Alcoyano a Sanlúcar de Barrameda, que será a comienzos de mayo. Del resto de partidos, no tiene nada pensado e irá decidiendo sobre la marcha.

Del fútbol profesional tiene pendiente la visita a algunos campos. De Primera todavía no ha podido ver un partido del Espanyol en Cornellà, a Las Palmas en el Estadio Gran Canaria y al Leganés en Butarque. En Segunda le falta por visitar el Nuevo Mirandilla de Cádiz, El Sardinero de Santander y el Heliodoro Rodríguez López de Tenerife.

Uno de sus mayores orgullos fue programar hace tres temporadas un viaje sorpresa a Leeds para que su padre, Paco Moral, pudiera ver un partido de la Premier, aprovechando que Marcos Abad era el entrenador de porteros. Otro recuerdo que guarda con mucho cariño fue ir a ver al EuroGetafe de Jorge Molina entre semana, con ida y vuelta el mismo día.

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