II- Los bancos

“Entre bobos anda el juego” es una comedia de Francisco Rojas Zorrilla (1607/1648), en la que el amor vence al dinero, contrariamente en el actual juego entre bancos y cajas triunfa el poderoso caballero, y pierden los de siempre, los caminantes a pié, los que se levantan todos los días para acudir a su trabajo, los modestos comerciantes y tantos industriales de empresas pequeñas y medianas. ¿Cuántos quedan de estos?

Inevitablemente llegaron los estampidos, la hecatombe. Como una explosión por simpatía cayeron no sé cuantas cajas de ahorros, coordinadas en tiempos más o menos cercanos, a medida que iban descubriéndose inversiones calamitosas, préstamos millonarios fallidos, morosidades monumentales, más indemnizaciones y blindajes astronómicos, así como recovecos inexpugnables. ¿De esta sarracina eran causantes los nuevos administradores y directivos? Sin duda, totalmente, sin embargo existía un culpable, responsable de todos esos desaguisados, que conociéndolos, poseedor de todos los datos, ni intervino dando algún aviso, ni actuó enérgico para detenerlos a tiempo, este responsable supremo es el Banco de España, que tiene la obligación de controlar y supervisar el funcionamiento, actividades y movimientos de los bancos y naturalmente de las cajas de ahorros, y que habiéndose demostrado (supuestamente, claro), que lo conocía completamente, que por órdenes de la superioridad lo sabía (también supuestamente), en plena crisis –años 2007/2010-, no cumplió con su obligación. Aunque luego lo exculparon, lo cierto es que si hubiese actuado no se hubiera producido la catástrofe, o al menos no habría sido tan terrible.

¿Qué pasará? ¿Cómo salvar el cataclismo? Mal de muchos, consuelo de… En todas las guerras, en todos los desmoronamientos, en todas las pandemias los hay que no sólo salen beneficiados sino que se hacen riquísimos.

En el ambiente económico y financiero se estaba viviendo desde hacía años una fiebre por el deseo de crecer aumentando a toda costa la productividad, y desde luego las ganancias; lo que llevaba a los bancos a estar en continua tensión, más aún por el pánico a que nos invadieran grandes bancos extranjeros, que asimismo estaban atravesando también esta alteración, y he ahí que los mayores cerebros pensantes encontraron la palabra mágica: FUSIÓN. O sea el “bálsamo de Fierabrás”, la solución.

Los más ilustres galenos, boticarios y también “manescales” de las altas finanzas se pusieron manos a la obra para aplacar las batallas –zafarranchos- que iban a darse entre los bancos tratando de absorber a otro u otros –fusión enmascarada-, lo cual ante el desplome inevitable de las cajas de ahorros, podía ser feroz.

En la entrega anterior decía que las cajas de ahorros y sus neófitos mandamases –“tan expertos”- querían convertir las benéficas Cajas de Ahorros en Bancos, su aspiración era ser banqueros, y codearse con la flor y nata del IBEX 35, y mira por donde, aunque por un tortuoso y convulso meandro, aquellas Cajas de trato tan familiar que lo mismo abrían libretas de ahorro a niños, escolares, o jóvenes novios, que atendían cordialmente a una señora viuda, clienta de toda la vida, –esas cajas- pasaron de repente al “vete al cajero”, “usa el móvil”, porque por ese camino laberíntico, resulta que los nuevos gestores –políticos y sindicalistas-, ciertamente sin querer –es de suponer-, pero por ineptitud unida a su particular avituallamiento las quebraron, y para salvar la hecatombe que hubiera supuesto la pérdida de los ahorros de millones de personas, tuvo que intervenir el que en su momento no quiso, siendo obligación suya, o sea el Banco de España presionado por el gobierno, que se hacía el longuis, tal si no pasara nada. Y aparecieron cantidades astronómicas para tapar los desastres, millones de euros que pagaremos entre todos, millones con los que los bancos, unos bajo una simulada presión y otros fingiendo que actuaban por conmiseración, se repartieron las cajas de ahorros que desgraciadamente habían caído en bancarrota, y todos sus grandes patrimonios, sus magníficos edificios, sus colecciones de arte, etc., quedaron propiedad de los nuevos dueños, los bancos, algunos de ellos para demostrar, evidenciar, que lo adquirido era cochambre, operación ruinosa, montaron la fantasmada de protocolizar su compra por el precio de “un euro”. Quedándose tan panchos, y gobernantes y altos jerarcas agradecieron el favor. Correspondiendo los bancos compradores con la cortesía de despedir a miles de empleados.

Por lo cual –atentos a Fierabrás- en poco tiempo desaparecieron buen número de cajas de ahorros, diluyéndose sus patrimonios, posesionándose los sufridos bancos de sus soberbias sedes. Más el estado en que quedaban las actividades y negocios de los bancos no les convencían, y, con prisas por crecer, osadamente, diríase que sin muchos escrúpulos, recurrieron de nuevo al bálsamo de las fusiones, succionadas las fallidas cajas, se lanzaron a la antropofagia bancaria, y pusieron de moda las merendolas de bancos, y habiéndose bebido todo lo que quedaba en la redoma del bálsamo milagroso los genios pensantes decretaron que la solución era que hubiese un sólo banco, y caso de que se opusieran ciertas autoridades o desaprensivos ignorantes, que a lo sumo quedaran únicamente dos o tres bancos, lo cual evitaría la competencia, las rivalidades, así trabajarían con más tranquilidad con una clientela asegurada. Y como ven están a punto de concluir su plan.

No obstante, para el público en general que haya doce supermercados es preferible a que exista sólo uno o dos, porque cuantos más haya competirán en atender mejor y bajarán los precios. Pues esto que es del mayor sentido común es lo contrario a las beatíficas y aconsejadas fusiones bancarias que están implantando, eliminando la competencia, aprovechando la coyuntura para freírnos a comisiones, cerrar oficinas, mandar al paro a más empleados y dejar a las poblaciones pequeñas desasistidas, sin servicio, de algunos pueblos han retirado hasta los cajeros. Aunque todo ello se está desarrollando con la mayor magnanimidad, procurando siempre el beneficio de eso que llaman la ciudadanía, para asegurar instituciones fuertes y solventes. Benditas fusiones que me recuerdan una máxima de la medicina clásica: “Contraria contrariis curantur”, los contrarios se curan con contrarios.

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