Flores de papel
Llevamos tantos meses viviendo un surrealismo cotidiano, que me apetece decirle adiós a este penoso año. A veces tengo pesadillas. Sueño que estamos sentados en Nochebuena y me paso la cena contando los familiares y allegados que somos en la mesa, y en eso, aparece la policía. También que estoy comiendo las uvas atragantándome, deprisa, por temor a que me pille el toque de queda. Los informativos arrojan consejos encriptados y mensajes prefabricados llenos de consignas, con cantos heráldicos, y sigo soñando que cosecho flores de papel por el campo. Todo parece absurdo; un cuadro abstracto que empaña mis gafas produciéndome un dolor existencial que hace que me esconda de los demás y de mi mismo.
Todo esto debe ser por la ansiedad sufrida y acumulada durante este tiempo. Las colas para entrar al mercado, me rememoran colas del racionamiento de alimentos de la guerra, o la posguerra. Cualquier lugar parece inhóspito, y me siento furtivo cuando tengo que robarles un beso a mis nietos. O cuando tengo que dar el pésame a los familiares de un amigo, chochando unos codos con otros como en un fandango popular. No sé cuando soñaré que estoy cantando villancicos con panderetas y zambombas y riendo anécdotas en la taula escoti de mi “filá”. Y también que estoy en el Teatro Calderón disfrutando de una zarzuela de la Sociedad El Trabajo, compartiendo mi pasión y entusiasmo con los demás espectadores.
Por eso, esperaremos el 2021 con el brazo desnudo y extendido para que nos pongan la dichosa vacuna, a ver si dejamos de tener pesadillas. Sonará el Aleluya y las campanas repicarán cuando aparezcan ángeles sanitarios con sus alas blancas desplegadas. Habrán abrazos sin mascarilla y volverán las sonrisas a los que se quedaron sin expectativas en esta contienda. Hasta puede que se repitan algunos besos como el del marine y la enfermera en Times Square en agosto de1945, cuando finalizó la Segunda Guerra Mundial. Mientras eso ocurre, todos tenemos la obligación de salvarnos con sensatez y prudencia, y felicitarnos de Navidad a Reyes, y también de Reyes a Navidad, para no cosechar más flores de papel.