En recuerdo del ser querido
Habiendo escrito y opinado sobre diversos asuntos, sobre infinidad de temas, creía uno que escribir unas líneas era coser y cantar… Inocente de mí, pues hay temas que exigen, no solo cierta facilidad de expresión, sino una fuerte dosis de sentimiento, de entereza, de humanidad, y especialmente, de cariño.
Hace unos días nos dejó Antonio Ferrer Espí, y he tenido que esperar un tiempo para lograr escribir estas pocas letras. Letras que nacen desde el dolor, pero también desde el corazón. Imagino que no es usual comentar el fallecimiento de un familiar en un medio de comunicación, pero pienso que en esta ocasión tiene sentido debido a la persona de la que hablamos.
Antonio Ferrer era una persona muy conocida en esta ciudad y alrededores, pues por estos lares desarrolló su extensa actividad laboral (en el textil, como es de rigor), persona con un ramillete de contactos y amigos incontables en cuanto a esa actividad profesional: alcoyanos, de localidades cercanas, incluso de Barcelona y alrededores. Era inabarcable, también, su círculo de amigos.
Siempre fue un amante de la tauromaquia, de la que era un gran entendido, llegando a ser (creo recordar) Presidente del Club Taurino de Alcoy. Por supuesto, eran otros tiempos…
Tuvo, además, la cualidad de ser un gran festero, empezando por ser un altivo Aragonés, para continuar posteriormente, y alcanzar la plenitud, como Cordonero, esa filà de la que nos hemos hecho todos los que le rodeábamos, pues era imposible, él mediante, no acabar sintiéndote Cordonero…
Su vida privada la llenó con su familia, con toda… Recuerdo su alborozo cuanto estábamos todas y todos juntos, pues, como siempre confesaba, el ser hijo único le permitía apreciar lo que era una gran familia, y él sentía, sabía que la tenía. Con él, todos alcanzábamos dicho estatus, todos éramos familia, todos disfrutábamos de su sempiterna y contagiosa alegría.
Como digo, era hijo único, pero ese primo al que tanto quería, hacía las veces del hermano, yo mismo, intentaba serlo, aunque era complicado seguirle, pues solía ser, al mismo tiempo, cuñado, hermano, amigo, maestro en algunas ocasiones…
Era poseedor de un corazón inmenso, y ese infinito caudal de cariño lo volcaba en su mayor activo: su esposa, su única hija, y su nieta, razón de su inmensa felicidad en estos últimos años. Puedo constatar el tremendo cariño que sentía por su yerno, al que, además, admiraba profundamente, y con él, a toda su familia. Fueron muchos años, y ello propició confidencias, ciertas complicidades, y recuerdos entre nosotros, pues también los hombres necesitamos, muchas veces, alguien con quien hablar.
Era locuaz, dicharachero, y burlón, amante de la fiesta y de la alegría, y era siempre el origen del buen rollo que reinaba cuando estábamos todos juntos.
Nos ha dejado un hombre sencillo, a la vez que culto, amable, educado, y cariñoso… pero por encima de todo, era un hombre feliz, transmitiendo siempre esa felicidad a los que le rodeaban. Sirvan estas sencillas palabras como un sencillo homenaje de cuantos te conocimos.
Querido Antonio, eras un tipo capaz, y por encima de todo, inteligente, sabías de sobra de qué iba ésto de la vida. Pero la cualidad que más admiraba de ti era tu inmensa y profunda alcoyanía, lograbas insuflarla, incluso, a los que la profesamos al cien por cien. Después de tu familia, Alcoi era tu pasión y tu orgullo. Estoy seguro de que fuiste (y te sentiste) afortunado por ser hijo de Alcoi, del mismo modo que Alcoi se siente afortunado por tener hijos como Antonio Ferrer Espí.
A buen seguro, en el lugar en que te encuentres, estarán ya preparando el Mig Any, y recibiendo lecciones magistrales de tauromaquia. La alegría y el buen rollo, se los otorgo por descontado. Es lo que pasa cuando en esos lugares se presenta un alcoyano como tú, de verdad, de los auténticos…
Querido cuñado (como solías llamarme), sigues entre nosotros, seguirás estando eternamente, y ese, es tu inmenso legado. Te damos las gracias por haber estado con nosotros, has de saber que ha sido un auténtico privilegio.