El teatro-cine Monterrey

En los años cincuenta –s. XX-, la empresa de espectáculos IVARCA tuvo la feliz idea de construir con fachadas a la entonces Alameda José Antonio, y a las calles Góngora y Cid, un singular edificio exprofeso para teatro y cine, incluyendo una sala de fiestas y restaurante en planta baja. Se inauguró el 25 de junio de 1952. Su principal y más espacioso cuerpo, al aire libre, de dos alturas, una detrás de otra, además de palcos, estaba perfectamente acondicionado para acoger toda clase de espectáculos, con aforo de más de dos mil espectadores. Poco años después de su apertura se adaptó el primer amplio tramo para pista deportiva, en la que se jugaban partidos de baloncesto, patinaje, boxeo, etc.; allí jugó el “San Fernando”, equipo de baloncesto que llegó a militar en las primeras ligas nacionales, asimismo se organizaban peleas de lucha libre –catch-, compitiendo los mejores atletas del momento.

“El Monterrey”, como así se bautizó, espléndido auditorio, era una maravilla de teatro-cine-cine-teatro, con los necesarios escenarios, foso, camerinos y todos los servicios, puede que único en toda España, envidiado por muchos que trataron de imitarlo, magnífica construcción proyecto del arquitecto valenciano D. Juan Guardiola, obra que dirigió el alcoyano D. José Cortés. Es de suponer que se elegiría su nombre porque puede que se inspirara el arquitecto en clásicos edificios de la ciudad mexicana Monterrey, núcleo industrial situado a quinientos treinta y nueve metros de altura.

Las competiciones deportivas y cualesquiera otras actividades llenaban el aforo, mas su destino, su objetivo, era la proyección de películas y las representaciones teatrales. Ya dije que en aquellos años diversas compañías de teatro recorrían toda España, en los veranos, especialmente en julio y agosto, nuestro sensacional “Monterrey” daba las películas de más éxito y toda clase de teatro, comedia, zarzuela, ballet, recitales, etc. Algunos años nos visitaron los “Festivales de España”, programación de extraordinarios espectáculos que organizaba el Ministerio de Información y Turismo, que decían ofrecía a “auditorios privilegiados”.

De mi anárquico cacumen extraigo, con ilusorio fórceps, nostálgicas visiones, entre otras esfumadas, queriendo ver a Guillermo Marín interpretando “El villano en su rincón”, de Lope de Vega, a Saza en “El auto de la compadecida”, de Adriano Suassuna, de Alfonso Paso vimos “Los pobrecitos”, “Dos para el balancín”, de William Gibson; las zarzuelas “La tabernera del puerto”, “Las golondrinas”, destacando especialmente “La verbena de la Paloma”, del maestro Tomás Bretón, con letra de Ricardo de la Vega, la noche que se representó se requirió que los espectadores acudieran vestidos de chulapones, fuimos toda mi familia, mi madre lucía mantón de manila y mi padre bombín, y recuerdo que una de las primeras filas la ocupó la peña de Ramón Castañer y Antonio Revert, con sus esposas Pepa y Lolín, y demás amigos, creo estaba también Alfonso Saura y Fina. “El Monterrey” estaba a reventar, la representación fue estupenda, se aplaudió a rabiar, y la noche vigilada por una brillante luna, si entonces fue una maravilla, al evocarla se torna mágica. Corrían los años sesenta, España era reconocida en todas partes, en 1959 nos había visitado Eisenhower, quién previamente se percató de que no había presos políticos. Una esforzada clase media había enterrado fobias y resentimientos, y montada en automóviles Seat inundaba playas y montañas, apartamentos y chalets.

El magnífico teatro-cine “Monterrey”, todo un lujo para la ciudad, en 1979, en la planta baja acondicionó un minicine con entrada por la Alameda, y tras su cierre en 1985/86, a finales de los ochenta “El Monterrey” inexplicablemente fue derribado. Un grandioso teatro-cine, orgullo de Alcoy durante más de treinta años. ¿Por qué? ¡Cuántos momentos gloriosos se enterraron, y cuántos hubiera podido continuar dando…!
Por qué.

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