El silencioso diálogo de la buena política

La sociedad, en general, valora cada vez menos ese concepto complejo y abstracto que llamamos política. A menudo el motivo es la imagen que ofrecemos de ella quienes estamos desempeñando un cargo, bien en la gobernanza, bien en la oposición que la pretende mejorar. El cansancio es manifiesto en la ciudadanía y el hartazgo ante una dialéctica que no es tal, basada en el constante intercambio de acusaciones, sin que exista detrás de ella un verdadero diálogo que produzca progresos, es patente. Cansancio y hartazgo que llevan a una desidia que sólo parece superarse en la acción visceral de tomar partido desde una postura ideológica que cada persona tiene asumida, nos atreveríamos a decir que por tradición íntima, y sobre todo desde la asunción como criterio propio de aquello que es la opinión mayoritaria del momento, del relato que haya triunfado en el concurso mediático para sentenciar o exculpar de forma acrítica al último reo de la picota.

Por una parte, nos hallamos ante esa cada vez mayor distancia real entre la sociedad y la política, mientras por otra la política es cada vez una materia más interesante para los medios y las redes sociales, para captar audiencias, para conseguir seguidores, aliándose con los objetivos electorales y de influencia social de los partidos, tanto a la diestra como a la siniestra. Esta última obviedad puede ser motivo para que aquella famosa expresión, a micrófono cerrado, del ex presidente José Luis Rodríguez Zapatero, de “Nos conviene que haya tensión” sea la consigna que criba en la comunicación aquello que más interesa hacer llegar a la sociedad, porque es la misma sociedad la que lo exige y está esperando. Habría que reeducar a varias generaciones, por no decir que obviando la propia condición humana, para lograr una sociedad que prefiera por encima del guirigay mediático un verdadero diálogo que fructifique en propuestas que mejoren el país en el que se vive.

Desde mayo de 2023, desde la misma campaña electoral para las elecciones municipales, hemos estado, desde el grupo municipal del Partido Popular, haciendo propuestas y aportaciones, mes tras mes al Gobierno de esta ciudad. ¿Hay críticas? Por supuesto; pero ha habido propuestas de mayor calado que las meras quejas sobre el descuido en el mantenimiento de la ciudad, que también son necesarias para que los miembros del Pacto del Parterre no nos hundan en la mayor de las incurias. Dos de nuestras iniciativas han sido aprobadas por el conjunto de los grupos que forman la corporación, la primera de ellas buscando que el sector agrario de Alcoy tenga un mayor respaldo, la segunda aceptando el compromiso de que Alcoy cuente con un Plan Director de gestión de su importante legado industrial. A estas dos propuestas, acordadas por el conjunto de la Corporación, sumamos que no ha habido pleno en el que no hayamos realizado propuestas al Gobierno de Antonio Alfonso Francés y Alexandre Cerradelo para que Alcoy mejore en todos sus ámbitos. Por ello, leer hace poco en estas mismas páginas la frase “El constructivismo no va con el PP” como titular de una opinión de uno de los concejales del gobierno ofende, más que sorprende, por su falsedad.

Ese “constructivismo” nos implica a todos y así lo demostramos recientemente, al pedir que se incluyeran entre los proyectos a presentar a los fondos EDIL dos acciones necesarias para nuestro desarrollo económico: actualizar el Plan de Acción Comercial de Alcoy, que data de 2012 y avanzar en la planificación urbanística del área de uso terciario situada junto al acceso desde Alicante por el Molinar, para poder desarrollar actividades comerciales y de logística. Como los fondos EDIL se enmarcan en la Agenda 2030, VOX votó en contra de la propuesta, como este Gobierno del Parterre no deseaba variar sus proyectos y menos aún por iniciativa del PP, PSOE y Compromís votaron también en contra, y como no veían las cosas claras y todo esto olía a cuerno quemado capitalista, Guanyar se abstuvo. Una propuesta sensata para impulsar nuestra economía local sólo fue apoyada por ese partido, el Popular, con el que no va el “constructivismo”. Ahora bien, si ese constructivismo que pregonan los socialistas es el de la pasarela peatonal bajo el puente de María Cristina, el de un carril bici que constriñe la principal arteria de tránsito de la ciudad y el transporte público o el de unas obras de reurbanización del Centro Histórico ilegales, es imposible que pueda “ir” con el PP, porque es malo para Alcoy.

¿Tienen interés informativo las propuestas que hacemos al Gobierno para mejorar el futuro de la ciudad? La evidencia, a la vista de lo que recogen sobre ellas los medios, es que muy poco. Esta situación radica en gran medida en la falta de efectividad que tienen los acuerdos adoptados en el salón de plenos por iniciativa de los concejales sin delegación de gobierno. Ninguna iniciativa, ninguna aportación, por más positiva que sea en su voluntad, realizada por la oposición tiene futuro respecto a las planteadas por el Gobierno. Aquel atisbo de humildad, de tono conciliador, de Antonio Alfonso Francés en su discurso de toma de posesión de junio de 2023, después de perder varios concejales en las elecciones, fue una farsa. Su forma de hacer, rayana en lo despótico, es la verdadera vara de mando que arrea sobre los lomos de Alcoy, con el callado asentimiento de su impagable, pero bien remunerado, vicealcalde.

En una democracia el diálogo debería ser una acción real, de escucha y de puesta en común de las propuestas cuando son positivas, sin descartar ninguna iniciativa por proceder de aquel con quien no se comparte ideología. Ese es el diálogo, silencioso, sin estridencias mediáticas, del cual nace la buena política de la negociación y el entendimiento.

GABRIEL GUILLEM. Concejal del PP en el Ayuntamiento de Alcoy