El alimentador del canyet del Barranc del Cint

Una vez por semana, Pablo Blanes sirve alrededor de 400 kilos de carne a los buitres del Proyecto Canyet

El alimentador del canyet del Barranc del Cint
Pablo Blanes
En las proximidades del Barranc del Cint se ha consolidado una población de buitres que, en determinadas épocas del año, supera el centenar de ejemplares. Se trata de un proyecto que inició la Fundación FAPAS ahora hace 25 años, de la mano de Àlvar Seguí, y en la actualidad es el Ayuntamiento de Alcoy quien continúa llevando adelante el proyecto Canyet de reintroducción del buitre común.
Una de las actividades que se ha dado a conocer a la ciudadanía es el trabajo de anillamiento de las crías de buitre –la campaña se lleva a cabo cada año después del verano y hasta el mes de noviembre– y, de este modo, las aves pueden ser identificadas y controladas en sus desplazamientos. Gracias a esto, en Alcoy se ha podido detectar la presencia de aves procedentes del País Vasco, Pirineos, Monfragüe (Cáceres) e, incluso, Senegal, en la África occidental.
Otro trabajo fundamental para el mantenimiento de la colonia de buitres es el suministro de comida, que se hace en el mismo canyet (muladar, en castellano). Pablo Blanes es la persona encargada de llevar el alimento hasta las antiguas canteras del Barranco del Cint, al menos una vez a la semana. Es el alimentador del Canyet, o “el cocinero de los buitres”, como él le dice a sus hijas.
“Los buitres son aves carroñeras, comen restos de animales muertos. Desde tiempos antiguos, los ganaderos han dejado los animales muertos a los buitres, estableciendo una relación de beneficio mutuo. El Ayuntamiento tiene acuerdos con ganaderos de la zona y un par de industrias cárnicas. Cada miércoles paso a recoger el excedente, son sobre todo vísceras. Para ellos es también beneficioso porque están obligados a gestionar los residuos cárnicos que generan”, nos explica Pablo.
Días atrás lo acompañamos en su abastecimiento semanal a los buitres del Canyet. En esta ocasión, el menú se compuso de diferentes bidones llenos de casquería –asadura, pulmones y corazón, principalmente–, tres  jabalíes y una cabra. En total, cerca de 400 kilos de carne que los buitres tardarían al devorar, calcula, apenas treinta minutos. “A veces me han preguntado si hay una jerarquía entre ellos en la hora de alimentarse, y no: come primero el que más hambre tiene, y el resto espera su turno”, nos comenta.
El que no tiene claro Pablo es si sus majestuosos ‘amigos’ lo conocen ya y lo identifican como a su cuidador, después de tres años encargándose de este arduo y a veces “enriquecedor” trabajo: “Creo que el vehículo si lo tienen ‘fichado’ y en verano, sobre todo, las crías vienen a recibirme esperando el alimento. Es cierto que tienes que cargar con piezas de más de cien kilos, y hay gente aprensiva que no podría manipular los restos animales. Pero a mí no me hace nada de asco todo esto, y además, me gusta mucho el trabajo, disfruto, creo que se tiene que poner en valor que tengamos un proyecto como este en nuestras comarcas”. Y es que este modo de alimentar a los buitres es, en sí́ mismo, una herramienta de protección y conservación para esta especie, que además cumple un papel fundamental para el ecosistema.