Desvirtuar el Pleno
Hace meses que los Plenos municipales han pasado a segundo plano en la actualidad informativa y, a excepción de puntuales ocasiones, los temas que allí se debaten no suelen acaparar grandes titulares. Es más, hay Plenos en que los medios de comunicación ni siquiera están presentes en el salón, pues un repaso al orden del día ya deja entrever el alcance de las propuestas y los recursos periodísticos humanos se destinan a cubrir otra actualidad.
Y no es solo que los medios de comunicación no estén presentes, es que los ciudadanos tampoco se suman de forma multitudinaria a las sesiones, a pesar de que en este derroche de transparencia y participación que nos vende la administración se celebran por la tarde buscando favorecer la asistencia. Pero no, la gente no pica, y lo habitual es que las pocas sillas ocupadas lo estén por algunos secretarios de grupo, algún exconcejal jubilado, algún representante vecinal y poco público más.
Puntualmente hay miembros de alguna plataforma porque en el Pleno se trata una cuestión que les afecta, y recuerdo unos llenos recientes por las movilizaciones de la Policía Local y de quienes estaban en contra del ADN canino aunque, eso si, mostrado el rechazo y hechas las fotos, el salón quedó vacío.
Hay mucho que debatir sobre Alcoy, pero los políticos no dejan pasar la oportunidad de que el Pleno trate cuestiones de ámbito nacional e internacional, que por mucho que nos puedan interesar a los alcoyanos, poco podemos hacer y llegan a tratarse temas tan dispares como ETA y Palestina. En el extremo contrario se sitúan las peticiones de que pongan un semáforo aquí y un paso de peatones allá, que sí nos afectan directamente, pero que quizá sería más propio abordarlas en comisión e incluso cuando los políticos se encuentran por los pasillos, si es que se hablan.
Considero que fijar un orden del día en el que todo cabe desvirtúa el Pleno y ese foro, donde se supone que el gobierno y la oposición deben debatir y llegar a acuerdos de presente y futuro en beneficio de la ciudad –que por supuesto deben cumplirse–, se convierte en algo de bajísimo interés para la inmensa mayoría de alcoyanos.