Contra la filosofía de Elon Musk
En su libro Reasons and Persons, el filósofo Derek Parfit dice que vivimos en el momento más crucial de la historia. Y es que, tras la puesta en escena de la pandemia y el discurso oficialista impuesto de la “nueva normalidad”, la sensación de que estamos al final de algo (y al principio de otra cosa) es para muchos más evidente que nunca. Los catastrofistas agoreros proliferan por doquier, pelis, series, redes sociales, medios de comunicación… tratan de imponer con nuevos aires una vieja narrativa apocalíptica cuya trama está llena de nuevos peligros, amenazas, destrucción y muerte: nuevos virus y enfermedades, guerras y conflictos, apagones, escasez y desabastecimiento, meteoritos, llamaradas solares y bla bla bla… No mires arriba y todo lo demás.
En estos tiempos de incertidumbre hiperlaxa y de cambios sin igual, cada uno lo lleva lo mejor que puede. Y en este escenario chungo que nos quieren vender algunos, cada uno se monta su propia filosofía de vida para dar sentido a su existencia cotidiana y a su día a día banal. ¿Cuál es la filosofía del excéntrico magnate Elon Musk, lector de Nietzsche y Schopenhauer, fundador de Paypal, SpaceX, inversor de StarLink y Tesla y actual dueño de Twitter? Hace poco lo reconoció públicamente: los nuevos filósofos de la Escuela de Oxford, encabezados por el jóven teórico William MacAskill que, grosso modo, defienden el largoplacismo radical y el transhumanismo tecnológico. Por ser breve, el largoplacismo se postula como una teoría ética que aboga por la necesidad de asegurar la supervivencia y mejora de la raza humana a largo plazo a costa de “dejar a su suerte” o sacrificar a la mayoría de la humanidad actual a corto y medio plazo, todo ello en una especie de cálculo de altruismo eficaz y criptológica algorítmica tecnocapitalista que se disfraza de utilitarismo ético como óptima -por eficaz- teoría moral de la (super)población mundial. Por ser claro, la supuesta premisa moral, en su versión más radical, se la sostiene bien gorda: ante los “riesgos existenciales” del día de mañana (colapso civilizatorio por sobrepoblación, uso de armas biológicas, calentamiento global y contaminación, la mala utilización de la IA o a saber qué nuevas narrativas más) hay que “dejar morir” a corto plazo a una gran parte de la población (los pobres) para que longtermism puedan sobrevivir unos pocos (los ricos). Así de claro, punto y pelota. Para ello hay que llevar a cabo ciertas medidas radicales y hay que hacerlo ya, claro está: cesar la partida “altruista” de dinero para luchar contra el hambre o para la erradicación de ciertas enfermedades en países en desarrollo e invertir toda la financiación disponible, tampoco en la mejora de la sociedad actual de los países privilegiados, sino en proyectos de investigación biotecnológica en IA para que esta minoría de la minoría mundial de ricos selectos pueda sobrevivir, reproducirse y con el tiempo poblar estaciones espaciales y colonizar otros mundos, cumpliéndose así los sueños húmedos del falso profeta twittero de fusionar hombre y máquina, IA con inteligencia humana.
Todo esto me hace recordar haber hecho en la facultad un trabajo de Filosofía Moderna sobre la gran hambruna irlandesa y la aplicación despiadada del incipiente liberalismo económico. Por ser de nuevo breve: en menos de 5 años, de 1845 a 1849, murieron casi todos los irlandeses que no emigraron a América. Un nuevo virus desconocido traído de fuera, al parecer desde el Nuevo Continente (de donde llegó siglos atrás el cultivo del tubérculo), causa una terrible y repentina plaga en todos los cultivos de patata de la isla, de la que dependían para sobrevivir la mayoría de la empobrecida población irlandesa, por aquel entonces parte del Reino Unido. La corona británica puso aranceles en sus fronteras para encerrar a los irlandeses moribundos y, siguiendo el espíritu de sus filósofos utilitaristas, “dejaron” morir de hambre a los irlandeses sin ofrecer ayuda alguna. Lo más despiadado y revelador que me resultó en mi época de estudiante universitario -y lo que me despierta el recuerdo ahora- era la crueldad abierta de los periódicos británicos de la época, cuyos titulares abogaban a muerte por dejar morir a los irlandeses, no dejar que se reprodujeran, acelerar sus muertes para que la “enfermedad de la patata” pasara cuando antes y mirar al futuro, etc. Pese al anacronismo, el paralelismo al menos a mi me semeja evidente; y el hecho de que el viejo liberalismo económico de nuevo cuño tecnológico sea formulado filosóficamente por pensadores y profesores universitarios anglosajones como una (pseudo)teoría ética y de la población de altruismo eficaz, no me parece un hecho casual tampoco, vamos. Todo parece sutilmente concatenado…
Como fuere, según estos nuevos filósofos anglófonos de la Escuela de Oxford a los que sigue y sufraga Elon Musk, a este ritmo, en menos de 80 años, cuando lleguemos al siglo XXII la población mundial posiblemente haya alcanzado los 11.000 millones de personas. De hecho, estamos en una época de “riesgo existencial” máximo y cada vez tenemos menos posibilidades de no llegar a ese siglo. El porcentaje actual, según ellos, es de una entre seis posibilidades de que la raza humana se extinga antes del 2099. (¿Y cómo diantre calcularán eso? ¿Ciencia o cientificismo? ¿Filosofía o sofistería? ¿Sabiduría humana o algoritmo IA?). Retroalimentados por estas viejas filosofías de nuevo cuño biotecnológico, el megalómano de Musk y otros del peligroso club selecto de archimillonarios “filántropos” han subvencionado e invertido en empresas y fundaciones de investigación pionera en biotecnología de IA avanzada. No hace falta ya como antaño esconderse de manera orwelliana como animales de una granja: Bill Gates, fundador de Microsoft e inversor de muchas farmacéuticas, nos “previene” una y otra vez contra el riesgo de un ataque bioterrorista, como ya nos “predijo” la pandemia más reciente; Klaus Schwab, fundador del Foro Económico Mundial, se ríe con júbilo en público cuando dice que el futuro biotecnológico está ya programado y que el ciudadano no tendrá nada y será feliz; Zuckerberg, dueño de Facebook y demás, defiende sin mucho éxito que el futuro ya está aquí y es el Metaverso, con todo y en perverso, otra vieja caverna platónica actualizada con sombras (aún) más virtuales que se presentan a la atención del esclavo de nacimiento como verdaderas realidades. Hasta en las últimas temporadas de Los Simpsons van colando una tras otra de forma cada vez más descarada, sarcástica y escabrosa. Primado negativo y programación predictiva a tope, más evidente para algunos ahora, visible para todo aquel que quiera desatarse, girar la cabeza y mirar hacia la luz del exterior de la caverna. Y aunque sólo ve el que quiere ver, incluso en los mass media hablan ya abiertamente de estos temas. (Por poner un ejemplo reciente, RTVE Play Radio, programa La cuadratura del círculo “Programación predictiva y por qué todo está en Los Simpsons”, emitida el 22-9-2022).
En fin, estos nuevos lobos con piel de cordero que van de “filántropos” y demás, presionan con sus megainversiones a organismos y naciones, a élites políticas y económicas, también a los medios de comunicación de los que son accionistas mayoritarios, y con ello a toda la red y tejido social, para que se cree y se crea en un nuevo concepto de “lo humano” y, con ello, en la necesidad de un nuevo gobierno a nivel mundial, una especie de Organización Mundial del Ciberespacio, que dirija y controle el uso de la IA en el plano bélico, económico y también social, promoviendo la biotecnología y la digitalización masiva de la vida cotidiana de los seres humanos, tratando de seguir como se pueda el modelo Made in China… (Alcoy, desde donde escribo estas líneas, es una de esas “ciudades inteligentes” o Smart City subvencionadas para su progresiva digitalización, pioneras de momento en España). Tampoco es casual que Elon Musk permita ahora pagar con criptomoneda en Twitter, nuevo altavoz de esa filosofía transhumanista que, maquillada entre neologismos y estrategias de ingeniería psicosocial, sale ahora de la parte más oscura de la cueva y muestra más que nunca a luz del nuevo día su cara más natural, deformada y grotesca. Por resumir el tema sin más dilema: ir a Marte y hacer expediciones espaciales a costa de dejar que se mueran de hambre los pobres para que no se reproduzcan más…Esa, y no otra, es la filosofía de Elon Musk, sea quien sea que esté detrás de ese personaje, nuevo gurú avatar para muchos, falso profeta o Anticristo para otros….Qué más da.
Podríamos recurrir a la distopía de tantas y tantas películas y series recientes de ciencia ficción para ver el despliegue cada vez menos sutil de este primado negativo y programación predictiva… Para acabar, elijo una, Elysium. Estamos en 2154, los ricos viven en una estación espacial huyendo de un planeta Tierra inhabitable por la superpoblación, contaminación, enfermedades, etc. Y para qué seguir con la narrativa…Luego dirás que todo eso es de película, verdad? ¿Qué se esconde detrás del personaje de ficción de Elon Musk? ¿Cuál es su trama? Es padre, al parecer, de 10 hijos de momento, el último por gestación subrogada, neologismo para el vientre de alquiler, uno de ellos llamado (o en este caso “une llamade”) X AE A-XII Musk, nombre que me recuerda al título de otra peli de ciencia ficción distópica, AEon Flux. En un futuro no muy lejano el 99% de la población mundial ha muerto por una enfermedad provocada por un desastre tecnológico, sólo sobrevive amurallado un único Estado gobernado por científicos y tecnócratas… Y, de nuevo, para qué seguir con esta vieja trama asquerosa…que la alta tecnología penetre en nuestras vidas y en nuestros cuerpos y órganos como un Marte furioso, y que se enseñe en la escuela…En fin, yo estoy en contra de la filosofía que representa ese personaje llamado Elon Musk. Quería decirlo y exponerlo en público, a quien pueda interesar. Y éstas y otras las despliego también a mis alumnos en clase usando mi libertad de cátedra, antes de que el nuevo sistema educativo elimine definitivamente la filosofía crítica de las aulas . Y eso, la escuela, bueno, eso ya es para otro día, tema… Y esto, mejor que te lo lean…
Alejandro Roselló Nadal, profesor de Filosofía del IES Cotes Baixes de Alcoy.