¿Catástrofes naturales o provocadas?
Recientemente, estuve viendo las noticias a través de los distintos programas informativos de televisión. Las imágenes que contenían todas las crónicas, en relación con el episodio de la DANA, eran espeluznantes. Montañas de coches destrozados, casas destruidas, densas y gruesas capas de barro cubriéndolo todo, vecinos consternados, deambulando e intentando sobreponerse a la calamitosa situación, intentando poner remedio al drama y la devastación. Concluidas esas crónicas sobre la DANA… enlazaron con otras que relataban la situación en Gaza después de los últimos bombardeos: casas destruidas, zonas urbanas convertidas en montañas de escombros. Hombres, mujeres y niños andando por la calle, con expresiones de dolor y desesperación en sus rostros… al apagar el televisor hice una espontánea reflexión personal y momentáneamente pensé: la DANA ha sido una catástrofe natural, pero esto último es una guerra destructiva en la que han intervenido la decisión y voluntad de los humanos.
Después me vinieron a la mente diversos fenómenos medioambientales que contradecían esa primera apreciación: calentamiento global, emisiones de CO2, cambio climático, incremento permanente del nivel del mar, contaminación, sequía prolongada, disminución masiva de los bosques, destrucción del paisaje, desertificación, campos de cultivo yermos y abandonados, despoblación de zonas rurales, disminución general de la ganadería en un entorno natural rural etc…entre otros fenómenos. Está claro, que la mano del hombre no es ajena a esos hechos que observamos desde demasiada distancia e indiferencia, como si no fuera con nosotros, ni tuviéramos nada que ver con su origen y persistencia o estuviésemos protegidos e inmunes ante sus consecuencias.
“La insensibilidad y dejadez del hombre está detrás de muchos fenómenos que provocan el cambio climático y sus consecuencias. Somos lentos y tercos en reconocerlo…”
Mi memoria es testigo, hace de ello y dos cuarenta años, de la ascensión que realicé al Mont Blanc (4.805,00 m. s. n. m.) por la vía normal desde Chamonix (Francia), acompañado por tres amigos alpinistas. Nos organizamos en dos cordadas de dos componentes, disponíamos de equipos de alta montaña, incluidos crampones y piolets, nos unía, además de la cuerda de escalada, la ilusión de lograr hacer cumbre en el techo de Europa. Iniciamos el tramo final de la ascensión desde el Refugio Goûter (3.815 m.s.n.m.) a las tres de la madrugada con linternas frontales, para evitar las tormentas previsibles a partir de las 10 horas. Hicimos cumbre y tuvimos ocasión de pisar abundante hielo, al transitar por la Arista de les Bosses. Aquel día contemplamos el itinerario de distintos glaciares alpinos que descendían desde las cumbres hacia los valles, como el Glaciar de Bossons. Hoy, el hielo en esas zonas es escaso o ha desaparecido. Sin duda la insensibilidad y dejadez del hombre está detrás de muchos fenómenos que provocan el cambio climático y sus consecuencias. Somos lentos y tercos en reconocerlo, nos cuesta mucho poner remedio, desoyendo los consejos y opiniones de prestigiosos científicos y técnicos especialistas. Los avisos que nos lanza la naturaleza son como claros toques de atención y van en aumento.
No obstante, me he sentido aliviado cuando he visto, también en los informativos, ríos humanos de solidaridad, conformados por ciudadanos voluntarios de toda edad y condición, llevando todo tipo de alimentos, bebida, ropa, útiles de limpieza-desescombro y haciendo donativos a la población desolada del entorno de Valencia. El individualismo y pasotismo de la sociedad postmoderna enterrado y reconvertido en una actitud ejemplar. Voy a expresarlo explícitamente, este es el camino a adoptar por los habitantes de este planeta, después de los fenómenos destructivos que nos está tocando presenciar: solidaridad, justicia, civismo, humanismo, pacifismo, respeto a la naturaleza… y, además, cultura y exigencia de responsabilidades a nuestros representantes políticos cuando no estén a la altura del cargo que ocupan, en circunstancias extremas y difíciles, ostentando nuestra representación. Pues están en el cargo para solucionar los urgentes y gravísimos problemas sociales que existen; no para pugnas partidistas o darnos monsergas ideológicas. Una vez más, el contraste entre las actitudes de esa marea humana de voluntarios anónimos solidarios (es decir: “el pueblo”) y nuestros representantes políticos es notable. Termino con un deseo positivo: ¡Ojalá oigamos los avisos de la madre naturaleza y los científicos, que nos advierten que no hemos adoptado el camino correcto!
JORGE DOMÉNECH ROMÁ. Exprofesor de la Universidad de Alicante y escritor