Carraspo, el primer ídolo ciclista local

Llegó a ser profesional como Sub'20 en la década de los 50 pero se retiró con apenas 24 años

Los actos del 60 aniversario de la Unión Ciclista Alcoy ha venido a refrescar la memoria de un deporte que fue parte importante de la sociedad local y que también tuvo sus ídolos. Siempre se dice que Blas Domingó Llidó fue el primero y único profesional que tuvo nuestra ciudad, pero no fue realmente así, puesto que dos décadas antes nuestra ciudad contó con un ciclista que llegó a ganarse el cariño de la afición local. Fue un corredor atípico por su envergadura, ganador de muchas carreras no solo locales, en el ámbito de la Comunidad. Corrió con René Marigil, Bahamontes, Poblet y Bernardo Ruiz. Colgó la bicicleta con 24 años para casarse y luego montar el negocio que le hizo aún más popular en nuestra ciudad. Hablamos de José Lerma ‘Carraspo’, leyenda viva del ciclismo alcoyano

Carraspo fue un ciclista prematuro en todo. Comenzó muy joven a correr y también se despidió demasiado pronto, cuando muchos corredores empiezan a madurar tras años de aprendizaje. Pudo ser un ciclista distinto, atípico para la época, en la que los grandes ídolos eran escaladores. La impresionante planta que atesoraba pudo llevarle a ser un cotizado rodador. Su especialidad eran los descensos a tumba abierta. No conocía el miedo y sabía que era un terreno propicio para sacar rédito a sus rivales. Aquel atrevimiento en los descensos le costó excesivos disgustos, muchas caídas innecesarias, que aún hoy, a sus 85 años, se aprecian las huellas en su cuerpo en costillas y piernas. Acabó siendo la razón de su prematura retirada en 1960, con apenas 24 años.
Precisamente el apelativo de Carraspo le viene por su envergadura. ‘Pepín’, como era conocido familiarmente, pasó a llamarse Carraspo porque un amigo de calle le comparó con una carrasca cuando preguntó por su paradero. José Lerma nació en Paterna, de donde era su padre, molinero de profesión. La secuelas de la Guerra Civil española llevaron a su progenitor hasta la encarcelación en Francia. Fue una infancia feliz hasta que por presiones del franquismo, tuvo que vender las propiedades, el negocio y empezar una nueva vida en Alcoy, la localidad de nacimiento de su madre, Herminia Mataix.
Las consecuencias de aquellos años de encarcelamiento y represión terminaron pasando factura a su padre, que falleció en 1948, cuando el joven Pepito contaba con 13 años. Uno después, ya asentados en nuestra ciudad, su madre empezó a vender verduras –tuvo más tarde un puesto en el Mercat de Sant Roc– y él a repartir refrescos. Por entonces su afición por la bicicleta era notable. El regalo de comunión fue una BH azul y tiempo después se compró una bici de carreras que le costó 30.000 pesetas, un dineral para la época, con la que empezó a correr en Burjassot.
1950 iba a ser un año muy importante en su carrera como ciclista. Empezaba a alternar con personajes ciclistas de la época como Baqueret, Elías, Jover, Toni ‘el Carnicer’, Pintoret. Manolet, Cachete o Rodríguez. Juntos crearon ese año el Club Ciclista Alcoy y también disputó su primera carrera en el Viaducto. Por entonces, el Frente de Juventudes organizaba varias pruebas y en una de ellas le dieron 50 pesetas de premio, “que era lo mismo que ganaba a la semana repartiendo ‘llimonades”. Aquel detalle cambió para siempre su percepción del ciclismo y empezó a entrenar más en serio.
Según cuenta, en 1951 se celebró la primera edición del Trofeo San Jorge, pero no consta en ninguna parte porque se extraviaron los papeles con los resultados cuando llegaron a Alicante. Recuerda que aquel día Cachete hizo cuarto, quinto Rodríguez y él, con apenas 15 años, terminó quinto. “La carrera se disputó un 23 de abril, yo estaba de repartidor y tuve que ir el día de antes al Círculo para hablar con Rafael Pastor, que me dio permiso para correr”, repasa.
La primera edición de la que se tiene constancia fue la del 52. Aquella carrera la ganó Catalá, de Carcaixent, y segundo fue René Marigil, luego un ciclista notable de la época. Carraspo entró “el 10 o el 11, no recuerdo exactamente”. Ese mismo año decidió correr la Vuelta a Valencia que se disputó en siete etapas. “En la primera, Macastre-Algemesí, terminé último. No lo sabía y cuando llegamos a meta vino Luis Puig a darme un sobre con 200 pesetas. No me lo creía. Tenía la ilusión por llegar a Alcoy en la cuarta etapa, que partía desde Algemesí. Se me rompió la llanta y tuve que retirarme. Ese domingo, la Unión Alcoyana organizó el primer trofeo ciclista y lo gané. Fue emocionante llegar primero a la Plaza de España. Semanas después hice tercero en Ibi y también disputé algunas carreras más”.
Al año siguiente vivió otro momento importante de su carrera. Llegó a ser líder de la Semana Fallera y entró segundo en la etapa con final en Alcoy. En 1955 se sacó la licencia profesional de cuarta categoría. Era específica para ciclistas menores de 20 años. Surgió la posibilidad de disputar la Vuelta a Andalucía. Aquel año se adelantó al 30 de enero para que estuvieran todas las figuras del momento. El joven Carraspo se fue hasta Málaga con las 1.000 pesetas que le había dado su madre. Mientras se desplazaba, llegó a su casa una carta en la que la organización se eximía de pagar dietas a los aficionados. Solo disputó la primera etapa, ganada por Poblet al esprint y en la que él entró en el pelotón principal.
En Alfarrasí ganó la primera edición y aún se acuerdan de aquella victoria. Hace poco le invitaron a cortar la cinta. También fue tercero en Lliria, subcampeón de Levante y logró infinidad de puestos importantes en su corta pero intensa carrera como ciclista. “Fuí un corredor de mi época, donde el desconocimiento era absoluto. Me acuerdo una vez en Benissa, que antes de una carrera estaba yo allí tranquilamente comiéndome un bocadillo de sobrasada y aquello hizo mucha gracia a los profesionales. Llegué a ir a Barcelona para ver un médico prestigioso de la época y tratar de mejorar mi rendimiento. Recuerdo que me comentó que a los 25 años mi cuerpo iba a asimilar todos los entrenamientos de los años anteriores. No hubo tiempo, lo dejé con 24 y me casé. Estuve cinco años sin coger la bicicleta y luego me recalificaron para correr en aficionados”, recuerda.
Si como ciclista llegó a ser un ídolo, posiblemente el primero a nivel local, su popularidad aumentó cuando montó Ciclos Carraspo en la calle Sant Miquel 16. Durante treinta y cuatro años mantuvo el negocio de venta y reparación de bicicletas en aquel pequeño rincón hasta que en 1993 decidió mudarse a L’Alameda, tienda que ahora regentan sus hijos. “He sido muy feliz, la bicicleta ha sido mi vida en el mundillo de la bicicleta. Ha sido mi vida”, asegura para finalizar teniendo un recuerdo para su madre. “Fue mi gran apoyo siempre”, confiesa emocionado.

Advertisements

Send this to a friend